jueves, 25 de febrero de 2021

Un río de Ofelias

En Librarium y en la biblioteca del centro tenemos Hamlet, una obra maravillosa de William Shakespeare que estamos trabajando en la asignatura de Literatura Universal. En especial, estamos jugando con el personaje de Ofelia, del que los pintores y poetas del siglo XIX se enamoraron perdidamente, y que sigue inspirando nuevas intepretaciones en cada generación de lectores. En el tablón que sigue, cuya elaboración le agradecemos a la simpar Puerto Baz, iremos recorriendo todas las paradas de Ofelia en el su viaje por la historia del Arte, desde 1802 hasta 2021. Comenzamos por los dos extremos: la primera representación que conocemos y la que acaba de firmar nuestra querida Carla Bernal.

Hecho con Padlet

jueves, 18 de febrero de 2021

Concurso Días Extraños: 2020 (Vicky Cepeda)

 

Seguimos descubriendo los trabajos ganadores del concurso Días Extraños. En la categoría B (Bachillerato y Ciclos Formativos), el segundo premio ha sido para Vicky Cepeda, por esta sentida reflexión sobre nuestro annus terribilis.

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2020

¿Quién nos diría al empezar el año que iba a estar repleto de tantos cambios a nivel social y personal? ¿Quién nos diría que el año iba a pasar volando, pero que si lo miras mes a mes sería eterno? ¿Quiénes se habrían apuntado a vivir este año sabiendo lo que se les venía encima? ¿Quién habría deseado saltárselo y vivir directamente en el siguiente? ¿Cómo habría sido este año si la pandemia no hubiera atrapado al mundo?

A lo mejor había quienes tenían grandes planes para este 2020, a lo mejor los conciertos, las fiestas y demás habrían sido impresionantes, a lo mejor yo misma habría disfrutado de otra manera de mis 16, la edad que, según dicen, es la que te cambia, es un paso a tu madurez, o una despedida a tu niñez e incluso un stop entre tu mente y tu cuerpo, un descanso de responsabilidades, la edad de hacerlo todo sin importar las consecuencias, sin pensar si está bien o mal, saltarse las normas, volverte un Tarzán y rebelarte contra tus padres. A lo mejor Peter Pan no estaría de acuerdo con todo esto, él quería seguir siendo un niño y vivir como tal, sin preocupaciones y con sus padres regañándolo si decía alguna grosería. Pero a todo el mundo le llega el momento, ¿no? Dejar de correr alrededor de tu casa y abrirte al mundo, conocer nuevos lugares, nuevas formas de pensar, nuevos sentimientos... Dejar de correr para empezar a volar, tensar esa cuerda al máximo hasta que se parta y puedas llegar aún más lejos, perseguir tus sueños, caerte más veces aún que antes, y levantarte, levantarte ante la vida y ver que es mucho más dura de lo que te pintan, y asumirlo, y tener tu futuro delante y cuestionarlo, y decidir, sobre todo decidir por ti mismo.

Pero ¡por Dios! ¿Quién va a decirme a mí que no he disfrutado este año? Han sido situaciones muy diferentes a otros años y eso salta a la vista, pero de todas maneras, he reído, he llorado, he bailado, he cantado, he sentido sensaciones increíbles, he aprendido un millón de cosas, he conocido gente nueva, he viajado, he soñado con cosas imposibles, he hecho planes, me he agobiado, he querido desaparecer, he querido vivir al máximo, y he hecho el mejor grupo de amigos de la historia.

Cuarentena, iban a ser solo 15 días decían, iba a ser rápido, en nada volveríamos a poder salir sin tener miedo, sin que nada hubiera pasado, como si existiera un botón de replay para cambiar la situación, como si se pudiera evitar todo antes de que empeorara, como si pudiéramos recuperar a nuestros fallecidos... Sinceramente, este año ha sido una montaña rusa tanto de emociones como de desastres: se han quemado bosques, se han inundado ciudades, se han provocado explosiones, se han concentrado revueltas, se han producido abusos policiales, se ha ido mucha gente... Es como un año de transición, y tiene gracia que sea justo 2020, la Tierra se está muriendo poco a poco y la pandemia ha sido un aviso, en muy poco tiempo en confinamiento, las nubes de contaminación habían desaparecido y las calles se veían mucho más limpias.

Y no solo se veían más limpias las calles, sino también las personas. En tres meses, la humanidad se ha demostrado mucho más unida que en los veinte siglos pasados, Fue una época que merece la pena recordar, porque incluso ya se está perdiendo esa unión. Cuando todo el mundo se puso de acuerdo para salir a las 20:00 a sus terrazas o ventanas a aplaudir en forma de agradecimiento a los médicos que se jugaban y se siguen jugando la vida, cuando después de eso montaban fiestas desde las terrazas con todo el barrio, cuando los misteriosos talentos salían y cantaban y apoyaban a todo el mundo que lo estaba pasando mal, cuando se inventaban juegos para pasar el rato, cuando te daba igual que te vieran en pijama porque eso era el uniforme diario, cuando la gente apenas juzgaba tus comportamientos, cuando el mundo se veía limpio.

Por una fracción de tiempo, todo se sentía en una nube, como si estuviéramos en el cielo y nada más importara que amar al prójimo, como si el mundo hubiera querido ponerse en pausa para que nos fijáramos de lo que teníamos alrededor, para que dejásemos de ser tan máquinas para convertirnos más en personas.

Para vivir más que dejar pasar la vida.

Para ver que no todo está perdido aun habiéndolo perdido todo.

Y si me preguntan si creo que esto es una maldición, estoy segura de que no, la vida nos ha abierto la puerta a más opciones, a no tener que hacerlo todo igual siempre y a la misma hora, a ver que si la puerta está cerrada y no tienes llaves, puedes entrar por la ventana, y sobre todo, a pensar que aunque haya millones de personas en el mundo y creas que cada una va a lo suyo, siempre puedes parar a alguien y preguntarle la hora, o hacerle un cumplido a aquel desconocido solo porque lo que hace te parece increíble, porque si algo nos ha enseñado este 2020 es que todo el mundo tiene algo que demostrar.

Ojalá te toque vivir en tiempos interesantes a ti también, este año quedará escrito en los libros de historia y estaré orgullosa de decir que ese año maldito se interpuso en mis 16, porque sin él no habría conocido esta faceta tan cálida de la humanidad.

miércoles, 17 de febrero de 2021

Entrega de premios del Concurso Días Extraños


Hoy tuvimos el placer de entregar los premios del concurso Días extraños, en el que invitamos a nuestros alumnos a reflexionar sobre las circunstancias tan especiales que vivimos desde marzo del año pasado, y a narrar sus vivencias durante este período.

Celebramos el acto en la Biblioteca durante el recreo, y nuestra directora, Marta Víctor, entregó a cada uno de los ganadores un lote de material escolar personalizado con el logo y el nombre del centro.

Los ganadores han sido los siguientes:

En la categoría 1 (alumnos de ESO), Miguel Ángel García y Gisela Luengo (de 1ºA) y David Martínez Chiluisa (de 4ºA).

En la categoría 2 (alumnos de Bachillerato y Ciclos Formativos),  Julia García Pita y Victoria Cepeda (de 1º Bachilerato B). 

En este blog iremos publicando en días sucesivos todos los trabajos ganadores. Comenzamos hoy con el de Julia:

 

DIARIO DE UN PÁJARO ENJAULADO. 


La primavera florecía mientras todos nosotros vivíamos prisioneros entre cuatro paredes de cemento. Miles de manecillas de relojes solitarios se llenaban de polvo, la vida era una rutina incansable de pantallas y teclas. Tantas sonrisas se borraron, las lágrimas y el dolor eran una realidad, pero estábamos tan encerrados en nosotros y muchos no podían verlo. Cada día encendíamos la televisión y observábamos cifras, tasas, pérdidas... Veíamos las mismas noticias y no comprendíamos por qué el mundo estaba dando vueltas, no podíamos imaginar que todo estaba cambiando, 

Cada tarde me sentaba en mi sofá rojo, y me convertía en algo diferente. Un día era abogada y al otro, juez; a veces era vampiro, otras simplemente alumna. Y mientras las tardes pasaban una a una, fui cantante, muda, actriz, soñadora y realista. Era todo lo que quisiese ser, estaba en mis manos, tan solo tenía que mirar a una pequeña pantalla de cristal. Pero ser tantas cosas acabó por dejarme exhausta, me di cuenta de que, realmente, yo no era nada.

Al caer la noche, desde el alféizar de mi ventana, volaba con las estrellas. Hablábamos del tiempo y nos reíamos de mis dolores. Me deleitaba con sus bailes y melodías. Observaba las fugaces luces del cielo nocturno y anhelaba mil y un deseos, y en esas horas de penumbra era feliz. Pero cuando llegaba la hora de partir, la nostalgia volvía, la libertad se despedía de mí entre lágrimas y los barrotes de mi hogar se cerraban, una vez más. 

El día finalmente llegó. Tras muchas quejas y horas perdidas, los barrotes se abrieron dejando ver la luz del sol. Extendí mis alas y pude sentir el sabor del viento y el aire por todo mi cuerpo. Pero al alzar el vuelo y observar mi alrededor me di cuenta de que no reconocía el mundo que me rodeaba. Tuve miedo y regresé a mi jaula. Así día tras día, eran segundos de euforia que eran superados por el miedo y ansiedad del exterior. Tardé bastante en acostumbrarme a todo aquello que ya no era lo mismo, aún hoy sigo acostumbrándome. 

Ahora que estarnos más cerca de esa tan célebre "luz al final del túnel" (si la gente olvida su estupidez por un tiempo), me doy cuenta de que ya no soy la misma. Mi amor por los detalles del mundo aumentó inmensamente al carecer de alas. Detalles corno la luz rojiza de Marte en noches estrelladas, el reflejo de la Luna en el mar, el olor que anuncia tormenta o las dulces caricias de la lluvia al rozar la piel. Mi mente se abrió completamente a la Tierra, enseñándome a amarla como merece ser amada, a olvidar mis problemas e inseguridades y a querer los pequeños momentos de la vida que cariñosamente nos ofrece aún siendo maltratada por nosotros. Y fue entonces cuando el puzzle en mi cabeza se completó y al fin entendí aquella frase que tanto se dice: 'No comienzas a querer algo hasta que lo pierdes".