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domingo, 7 de febrero de 2016

Concurso de sueños: Balcones abandonados

BALCONES ABANDONADOS 

Estaba sola, en un rincón oscuro de la habitación, balanceándome arriba y abajo, en una casa abandonada, mi antigua casa, mi antigua vida. Yo, mis pensamientos, todo en blanco y negro, todo demasiado pequeño o demasiado grande, no lo sabía. Era una sensación nueva, algo que no había sentido nunca, algo demasiado bueno o demasiado malo. Un miedo profundo se adueñaba de mí al respirar. Las paredes se me venían encima, o distaban mucho de mi vista. Quería correr pero algo me lo impedía. Recordé imágenes borrosas en mi cabeza. Imágenes felices, aunque por algún motivo me hicieron llorar. El cielo era de un tenue color gris. El cristal de la ventana de aquella sucia habitación estaba roto en su totalidad. Había cristales por el suelo. El viento agitaba mi cabello tan oscuro, tan rizado, tan largo, y a la vez tan sucio y despeinado. De pronto oí un ruido proveniente de la planta superior de aquella extraña casa. Me levanté muy despacio agarrándome a toda superficie que encontré y cuando estuve de pie, empecé a andar, también muy despacio. Cada paso que daba era motivo de una desagradable sensación. A cada paso que daba me asaltaban dudas, recordaba imágenes en blanco y negro, tal vez del pasado, del presente, del futuro. Puse la mano temblorosa en el oxidado pomo de la puerta y lo giré. Al abrir la puerta, encontré un pasillo muy sucio y descuidado por el pase de los años. No había nada interesante, excepto libros y libros tirados en el suelo. Empecé a andar más apresuradamente. Un paso tras otro, un recuerdo tras otro, cada vez más recuerdos, más pasos, más vidas... Intenté dejar de pensar, dejar de imaginar, dejar de recordar. Al momento esos recuerdos pasaron a formar parte del pasado. Dejé de pensar y me dispuse a subir la enorme escalera de caracol que tenía justo delante. Un peldaño, dos, tres...

Llegué a la parte superior de aquella extraña casa. Una casa que tantos recuerdos me traía, que tanto me gustaba, que tanto odiaba al mismo tiempo, que tanto me intrigaba. Era la hora de descubrir lo que me había llevado a aquella casa. No sabía qué hora era, no sabía si era por la mañana, por la tarde, o per la noche. Solo sabía que era un día de los muchos que había en la vida de una persona. Me acerqué a una habitación. Era la que más cerca tenía, tampoco la había elegido por ningún motivo en especial. Miré en su interior. Había estanterías llenas de libros antiguos y los restos de lo que antes había sido una antigua cama. Había también dos mesillas; una a cada lado de la cama. Una de las mesillas aún conservaba un cajón. Cuando lo abrí, encontré un libro de aspecto antiguo. Lo abrí. Mostraba páginas amarillentas por el paso de los años, pero aún estaba intacto. Era la historia de "Romeo y Julieta". Empecé a recordar de nuevo, historias e historias dentro de mi cabeza, inalterables sentimientos, lágrimas de mis ojos, gritos de mi boca. Pasé las páginas de aquel libro. De repente empecé a recordar Imágenes de una mujer. Una mujer hermosa. Recordé a esa misma mujer, cerca de mi cama, leyendo. Leyendo en voz alta, para mí. No era capaz de averiguar quién era; pero sabía sin duda que era alguien importante en mi vida.

Dejé el libro donde lo había encontrado y busqué con la mirada algo digno de mención en aquella enorme habitación, pero no había nada. Me levanté y un poco mareada continué mi expedición por aquella misteriosa casa. A la derecha de aquella habitación había lo que podía haber sido un aseo pequeño; tampoco le di mucha importancia; seguí hacia delante, donde encontré una habitación pintada entera de rosa. De repente empecé a marearme enormemente, todo me daba vueltas, todo lo que veía desembocaba en borrosas y confusas imágenes en blanco y negro. Al fondo de aquella habitación vi una ventana abierta de par en par. Me acerqué a ella. Era un balcón desde donde se veía todo el bosque, pero curiosamente mis ojos veían en blanco y negro lo que debía ser verde o marrón.

En ese momento sentí un ataque de pánico. ¿Acaso estaba volviéndome loca?

 Nunca había sentido nada parecido. Veía fantasmas a mí alrededor. El fantasma de mi abuela, de mis padres, de mi hermana— incluso mi propio fantasma estaba volando alrededor de mí—. Sentí frío, calor. Incluso sentí que la casa se derrumbaba. El agobio y el miedo que sentí ese día hizo que fuera el peor día de mí vida. Nunca había sentido esa sensación hasta que hube estado en la planta más alta de una mansión que ni siquiera conocía.


Pero estaba allí. En la zona más alta de una enorme mansión. En el balcón de aquella dichosa habitación de color rosa chicle. De pronto, el agobio, el miedo, la tensión, el impulso, el nerviosismo... y todas las malas sensaciones que estaban en mi cuerpo aquella noche se adueñaron de mí. Necesité el coraje suficiente para hacer lo que iba a hacer en ese preciso momento, pero de eso me faltaba en aquella situación. Me subí a la barandilla de aquel balcón y me arrojé al vacío sin pensármelo dos veces. Empecé a chillar y entonces sentí que no estaba cayendo de ningún balcón, sino que estaba en una superficie plana bastante blandita. Aun así, seguí chillando, y no paré hasta que me di cuenta de que no estaba en ningún balcón de ninguna habitación rosa chicle de una mansión en medio del bosque —sino que estaba en la cama de una habitación de la casa número 57 de la calle Guadalquivir. Mis padres llegaron al segundo preguntándome qué me pasaba. Yo les conté toda la historia, de principio a fin. Así que al fin y al cabo todo había sido una pesadilla, pero nunca se sabe. A lo mejor una loca os está observando por la noche. Yo que vosotros tendría cuidado...

viernes, 20 de diciembre de 2013

Concurso de Sueños: Blood


Era un día más en Oxford. Edwin había terminado los deberes y estaba ansioso por ir a jugar con sus amigos a la casa de Claudio. Pero pasó algo extraño. Aquella tarde, era una tarde que Edwin nunca olvidaría. Al llegar a casa de su amigo, Edwin se percató de que ya habían llegado por el alboroto que había arriba. Al subir, Edwin vio que había cinco velas encendidas, un cuchillo y un espejo. Alrededor estaban Claudio, Julio y Ramón. A Edwin le recorrió un escalofrío por la espalda y no se atrevió a decir nada, simplemente se sentó.

Le empezaron a explicar que iban a jugar a un juego. El juego del espejo. Consistía en que se tenían que colocar alrededor de las cinco velas, y en medio el cuchillo. Tenía que repetir la siguiente frase cinco veces y se irían apagando las velas cada vez: 'Mueve el cuchillo'. A Edwin no le hacía ninguna gracia despertar a los muertos, pero no soportaba que le llamaran gallina. Así que tenía que hacerlo sí o sí. Siguieron cada uno de los pasos que tenían que hacer para que el 'juego' funcionara, y pasó algo. Dijeron la última frase y... se apagaron las velas, pero la última no se conseguía apagar. Se abrió la puerta lentamente... Todos gritaron como locos.

Era... Era...

Solo era la madre de Claudio que les había traído bebidas. Al final, todos se quedaron a dormir en casa de Claudio; pero como la habitación estaba hecha un desastre, decidieron que dormirían en la buhardilla.

No se percataron de que algo extraño había pasado. El cristal del espejo estaba roto y el cuchillo se había movido.

Por la noche, Ramón fue al baño. Se oyó un grito. Y todos fueron al lugar de donde provenía el grito.

Julio estaba muerto. Le habían rajado el cuello con el cuchillo que habían usado anoche, y en el espejo estaba escrito con la sangre de Julio:

NO DEBISTEIS HABER JUGADO.

Todos se alarmaron y la madre de Claudio alertó a la policía. Edwin sabía perfectamente lo que había pasado, pero se calló. Estuvo raro durante varias semanas. No comía, no dormía. Ya no sonreía como antes, y sus padres se percataron de ello. Ya no tenía esperanzas.

Una noche, Edwin fue al baño. Casi pega un grito, pero la muchacha le tapó la boca y le señaló con el dedo que se callara. Era su amiga Emily, pero diferente de como él la conocía. Tenía el pelo alborotado y negro, sus ojos azules llenos de sangre y tenía cicatrices por todas partes. Vestía un camisón blanco manchado y roto. También estaba descalza y tenía los pies llenos de barro.

Ella vio su cara de asombro y resolvió sus dudas:

—Soy una asesina, Edwin, no intentes cambiarme. Yo soy así. ¿Tienes miedo? —la preguntó ella con una sonrisa.

Él señaló con la cabeza que no. A lo que ella le contestó:

—¡Tremendo error!

Desapareció, pero había algo escrito en el espejo, y decía: ¡Volveré!

 A la mañana siguiente, Edwin fue un poco intranquilo al instituto por el suceso de la noche anterior. Sabía que algo malo iba pasar, y tenía que hacer algo al respecto. Estuvo un poco distraído en las clases. Tuvo la esperanza de encontrar algo en el baño. Pero nada. Así que decidió llamarla.

—¡EMILY! —gritó. Pero no hubo respuesta. Pasó algo en el espejo. Alguien echó el aliento y apareció un mensaje:

Ve a la casa abandonada a medianoche con tus dos amigos y trae el cuchillo. 

Edwin se lo dijo a sus amigos, pero estos se rieron de él. Entonces, Edwin sonrió y dijo: ¿No seréis unos gallinas, verdad? Estos se pusieron serios y dijeron que no. Edwin sonrió para sus adentros.

Todos estuvieron enfrente de la casa a la media noche. Pero nadie se atrevía a dar el primer paso. Así que fue Edwin quien entró primero. Los demás lo siguieron.

Entraron al salón, y encima de la mesa mugrienta había una nota. La abrieron y decía lo siguiente:

Me despertasteis aquella noche,
fui yo quien mató a vuestro amigo.
Y no voy a parar hasta clamar
venganza. Pero como hay alguien
especial entre vosotros, solo os
pediré que juguéis a mi juego.
Va a haber notas por toda la
casa, que serán instrucciones
e indicaciones de lo que tenéis
que hacer. Y tranquilos, he
cerrado todas las salidas posibles.
Solo hay una forma de salir.
Y es jugando. La única arma
que tenéis es el cuchillo.
Suerte.
                          Emily.



Había una gran puerta negra que se abrió soltando un gran chirrido e hizo que todos se sobresaltaran. En el letrero ponía Living Room. Decidieron entrar ahí. La puerta se cerró tras de sí de un portazo. Y notaron que faltaba Claudio.

¡Se había quedado fuera! Eso provocó un gran escalofrío por la espalada a Claudio, pero se oyó un ruido por las escaleras. Claudio fue a investigar. Grave error, ya que un cuchillo le atravesó por las tripas. Claudio empezó a ver borroso y un gran charco rojo se formaba a su alrededor. Tosía sangre y se le estaba acabando el aire. Al final, consiguieron abrir la puerta. Demasiado tarde. Claudio había muerto. Estos gritaron. Lloraron bastante. Pero siguieron su camino. Decidieron, en vez de subir, bajar. Por lo de Claudio. Así que se fueron al sótano. Allí había una nota que decía lo siguiente: Preparaos para lo peor.

Se asustaron bastante. Corrieron y corrieron hasta que se abrió una puerta en la oscuridad. Ponía Kitchen.

Decidieron entrar. Mala decisión. Había un pasillo largo y oscuro a su alrededor, por lo que no se veía nada a los lados. Era extraño. Pero no fueron a los lados. Algo les decía que no había nada a los lados.

Siguieron caminando hasta ver un cartel que ponía: ¡NO PASAR! Parecía que Ramón era estúpido, y dijo:

—¡Bah, yo paso, ya me han dado bastantes órdenes por hoy!

—¡Tú estás loco! ¿No has visto lo que le ha pasado a Claudio? —respondió Edwin.

A lo que Ramón ladeó la mano y cruzó.

Cayó y cayó. Abajo había una trituradora. Ramón se hizo papilla. Se manchó todo de sangre y algunos miembros salieron disparados al suelo. Edwin al ver el espectáculo se empezó a reír malévolamente.


Se despertó. Solo había sido una pesadilla.

Miró por la ventana. Allí estaba. Tan preciosa como siempre, su mejor amiga, Emily. Recordó el sueño.

Y lo más raro es que sus amigos habían desaparecido. ¿Había sido todo una pesadilla o no?

Decidió ir a la casa a investigar. Ahí es cuando todas las dudas se le aclararon. Vio a Emily sosteniendo los cuerpos sin vida de sus amigos. No era un sueño. Emily extendió la mano. Edwin se la cogió. Todo se volvió negro.

viernes, 13 de diciembre de 2013

Concurso de sueños: La Casa de la Puerta Oscura


Hace varias noches tuve un sueño, que más que sueño se podría decir que fue una pesadilla. Aparecí en un bosque, era de día y estaba con tres chicas, todas estábamos vestidas con un ancho y largo vestido blanco, descalzas, y llevábamos el pelo suelto. Una de las chicas echó a correr, los demás sin pensarlo la seguimos, la chica se detuvo y apuntó sonriendo a una casa que parecía descuidada, como dando a entender que entráramos todos a jugar allí.

La entrada a la casa era un altísimo escalón y una puerta oscura de madera con una pequeña ventana de cristal, para entrar tuvimos que ayudarnos unas a otras para poder subir aquel escalón tan alto y entamos.

Las paredes no estaban pintadas, solo tenían una capa de cemento, y la habitación daba la sensación de ser el lugar donde se guardaba a los animales. Entonces entró un hombre vestido con una camisa a cuadros, unos vaqueros y unos zapatos que parecían negros. A su lado estaba su mujer, esta llevaba un mandil con una ropa bastante vieja.

De repente, fue como si hubieran pasado algunas semanas, yo permanecía de pie en aquel corral como si para mí no hubiesen pasado semanas sino segundos, entonces vi a la mujer con una de las chicas, el hombre las seguía, y se metieron en el baño haciendo creer a la chica que la iba a peinar la mujer.

Esta llevaba escondido en su espalda un cuchillo y el hombre se quedó fuera como custodiando la puerta para que a ninguna de las chicas se nos ocurriese entrar. Lloré y quise ir a salvar a aquella chica, pero mis piernas se negaban a moverse, como si estuviera pegada al suelo. La mujer salió del baño guardándose el cuchillo y le dijo algo al hombre al oído.

Yo, presa del miedo, eché a correr hacia la puerta con las dos chicas que quedaban con vida. Al fin, mis piernas se dignaron moverse, la puerta de madera ya no estaba, así que era un obstáculo menos. Las dos chicas salieron por el hueco que había dejado la puerta y me tocaba a mí salir, pero no pude. La puerta se había hecho muy estrecha, las chicas tiraban de mi brazo intentando sacarme de esa horrible casa, pero quedé atrapada en el hueco de la puerta, así que les grité que se marcharan, ya que era imposible que pudiera salir de allí. Las chicas se marcharon por el que ya no era un luminoso bosque, sino un túnel negro.

Con una espesa niebla, una fuerza tiró de mí y al girarme quedando libre de la puerta vi cómo el granjero saltaba sobre mí. Me cogió por el cuello y apuntándome con un largo y afilado cuchillo me hizo una pregunta de geografía: si no contestaba o fallaba, moriría. Entonces, me desperté de esa pesadilla horrorosa.