jueves, 5 de diciembre de 2019

La leyenda de Baba Aishor (Salma Chikri)





Diferentes culturas llegan a prácticas similares, cada una por su camino. Así, en los países de herencia cristiana todos estamos familiarizados con la Navidad, fiesta en la que el reparto de regalos (sobre todo a los niños) tiene un papel estelar. Quizá nos sorprenda saber que aunque los musulmanes de Marruecos no celebran la Navidad, tienen su propia fiesta en la que llevan también a cabo el ritual de la entrega de regalos entre los niños. Se llama la Ashura (Ashoura, si lo escribimos a la francesa), décimo día (ashar significa diez en árabe) del primer mes del calendario lunar, Muharram, y rememora el día en que el Profeta Mohammed (Mahoma, como se le conoce en España) llegó a Medina escapando de La Meca. Es un día de ayuno voluntario en el que se visitan las tumbas de los seres queridos y los niños se convierten en los reyes de la casa. Una figura importante del folklore asociado a este día es Baba Aishour, Achour o Aishor. Una de nuestras alumnas de 1º ESO B, Salma Chikri, nos presenta a este curioso personaje, que tanto se parece a Papá Noel, tal como se lo describió a ella su padre, nacido en Marruecos en 1969:


LA LEYENDA DE BABA AISHOR

Baba Aishor según las leyendas marroquíes es el Papá Noel de Marruecos, es un hombre sabio y anciano que es muy bueno con los pobres. Según el folklore popular, Baba Aischor fue a la cámara de representantes para solicitar donaciones y regular su distribución entre los niños necesitados. Siempre durante las vacaciones desde el siglo XIX las personas se sentaban juntas alrededor del fuego en ocasiones para narrar sus historias con nueces y dulces y bailaban y cantaban. Un gran grupo de marroquíes, así como Aishor, se dedican también a decorar mesas con diferentes variedades de frutos.

lunes, 2 de diciembre de 2019

Aman (Esther Almoharín)





Seguimos cada viernes con nuestro Club de Lectura, que este curso hemos llamado Condiciones de Luna. El astro, en efecto, guía nuestros pasos. A veces, leemos textos que nos ayudan a adentrarnos en la rica literatura relacionada con la Luna, como el pasaje de los Relatos verídicos de Luciano de Samosata donde se describe por primera vez a los selenitas, los presuntos habitantes de la Luna, con sus curiosas morfología y costumbres. Y otras veces tenemos la suerte de que alguna de las participantes se lanza y nos trae algún texto de su propia cosecha.


Así fue el pasado viernes, en que Esther Almoharín nos trajo uno de sus poemas más recientes, Aman. Que dice así:


AMAN 

Cuenta en su espalda los lunares
mientras se desnuda tan suave
ante sus ojos de cristales
que luchan por poder mirarse. 

Lo mira sencilla y discreta,
traza líneas en sus caderas,
traza líneas de oro tan eternas,
pierde el sentido y la paciencia.

Acaricia sus labios gruesos
queriendo sepultar el tiempo,
pues cuando amamos sin aliento,
somos soledad, fuego y besos.

Rodea solo su cintura, 
se tumba sobre él y escucha 
su agitado pecho que busca 
refugio en su hermosa figura. 

Él se desnuda en cuerpo y alma, 
ella tan hermosa lo abraza. 
Él teme, le faltan miradas; 
un toque, con eso lo calma. 

El tiempo ya se está acabando, 
están a un reloj tan atados, 
prisas, piel y labios mojados, 
pensamientos desordenados. 

Y vuelan ropa y sentimientos; 
crecen la distancia y el miedo 
que paraliza al más inquieto, 
también la luna está sufriendo. 

En la inmensidad de la noche 
surgen dos almas de colores 
que sufren, que duelen, que corren, 
que por solo una vez son jóvenes. 

En ese momento son uno, 
son magia, tiempo y un mundo, 
se aman dolidos, confusos 
mientras reluce el cielo oscuro. 

Y la luna observa su cama 
en la que sobran las palabras, 
en la que ríen, bailan, callan, 
en la que viven, sueñan, aman.

En la conversación que sigue, hablamos con Esther de muchas cosas: para empezar, de la naturaleza del verso que ha elegido, ese precioso eneasílabo, que es el primero de los versos de arte mayor, y al que Rubén Darío recurrió también para uno de sus mejores poemas, la Canción de otoño en primavera (Juventud, divino tesoro, / ya te vas para no volver; / cuando quiero llorar, no lloro / y a veces lloro sin querer...).

El eneasíĺabo nos aleja de la poesía popular (que muy rara vez lo usa) y nos acerca a la poesía culta: pero a una rama muy especial de la misma, la poesía modernista. Y ese acercamiento se produce también en el vocabulario y las imágenes del poema, que son particularmente sensuales y sensitivos (por usar una palabra cara a Darío). Más en serio que en broma, alguien comenta que con este poema la autora sale del romanticismo (que siempre le ha sido muy querido) y se adentra en el modernismo.

Con todo, de la tradición popular permanece la rima asonante, que al volverse monorrima en cada estrofa (en variación de la venerable cuaderna vía) favorece el ambiente de morosidad, de amorosa insistencia. Es notable el uso diestro del esdrújulo jóvenes en asonancia en ó.e con los llanos noches, colores y corren, que delata que la autora conoce y domina las reglas (no siempre bien explicadas ni entendidas) de la rima castellana.

No pasa desaparecibido tampoco el guiño a la Luna, nuestra patrona, que aquí vigila y protege el encuentro de los amantes.

lunes, 28 de octubre de 2019

Condiciones de Luna: El haz ambivalente (Andrea González)



Nuestro Club de Lectura y Taller Literario continúa, como la Luna a la que se consagra este año, atravesando fases y espacios. Hay que veces que tenemos que demorar nuestra reunión una semana; pero es para volver con más brío y entusiasmo a nuestras cosas. Así se nos vio este viernes pasado.

Y este es uno de los textos que nos regala de vez en cuando Andrea, nuestra querida @disomnia:

 EL HAZ AMBIVALENTE

Me quedé embriagada al instante en cuanto noté aquellas telas etéreas del anochecer envolviéndome en la suavidad del monte.

El ritmo de mis latidos se acompasó en cuestión de segundos con el ruido de la callada guadaña que asomaba entre los sauces.

El bosque consumía todo el aire al que yo podía aspirar, e incluso los búhos tenían dificultades para respirar el ambiente. Una niebla espesa acaparaba toda mi vista, vagos fantasmas rondaban fuera y dentro de mi pecho.

Entre todos ellos, se alzó la única damisela cuyo caballero era una estrella. Saludó con gracia, su cola iluminando el valle a su paso; sábanas de plata engullendo todos los cantos nocturnos.

El manto que me cubría esta vez no lo hacía con cariño. Me llenaba de polvo, me acogía con frialdad, pretendiendo hacer callar toda la humildad con la que yo conocía el cielo.

Y desde ahí me contemplaba ella. Una joven acorazada; cuyos suspiros se llevaba el viento, con el corazón roto por la luz del día.

Apiadándose de la única condición que compartíamos. Preguntándonos por qué su dolor era vida, y el mío una simple sonrisa.

sábado, 12 de octubre de 2019

Condiciones de Luna: Autobiografía Lunar





Este curso, la actividad de nuestro Club de Lectura / Taller Literario se cruza felizmente con el Proyecto Steam del centro: ambos tratan sobre la Luna.


En nuestra primera sesión, para abrir boca, este coordinador trató de hacer memoria de sus recuerdos infantiles sobre la Luna. Y salió algo como esto:

*


Ser niño y luego padre es estar dos veces en el mismo lugar. Allí conocí a la Luna. Jugábamos a atraparla entre los dedos, tan cercana en apariencia, hermana de las farolas y del mínimo sol del poniente. A veces, uno la buscaba y no aparecía. La luna no está, dijo el mayor. Se la habrán llevado los pájaros. 

En los largos viajes en coche, yo me sentaba en el asiento de atrás, la mirada viajera a través del cristal. Y no pude evitar observar que la Luna nos seguía, puntual, por largo que fuera el viaje. A veces, pensaba si un cambio de sentido o una curva podrían despistarla, o al menos hacer que apareciera en otro lugar del cielo. Pero no. O sí. La observación era variable, como la Luna misma, y abundaban los peros. Las carreteras subían y bajaban y los edificios, que habíamos dejado atrás al comienzo del viaje, volvían a aparecer de cuando en cuando, volviéndose lentos y sólidos en el tramo final. 

En la televisión, mi programa infantil favorito hablaba de ella. Un globo, dos globos, tres globos. / La luna es un globo que se me escapó. / Un globo, dos globos, tres globos. / La Tierra es el globo donde vivo yo. Eran versos (lo supe luego) de GloriaFuertes, aquella poeta extraordinaria que aparecía en la tele sin ser joven ni guapa; pero que al cabo de un rato de escucharla te conquistaba con su deliciosa retranca. Me llamo Gloria Fuertes y tengo ochenta años; que es algo que puede pasarle a cualquiera…

(Y, en verdad, la Luna se escapa. Cada año se aleja unos centímetros de la Tierra. Un cambio imperceptible para nosotros, pero significativo si uno piensa en miles o millones de años. En las Cosmicómicas de Italo Calvino, el narrador recuerda cuando la Luna estaba tan cerca de la Tierra que uno podía pasar en escalera de la una a la otra; o en barca, aprovechando el efecto ingrávido que producía la confluencia de ambos astros, cada uno tirando para sí con su campo gravitatorio, de modo que si uno era ducho, podía navegar por aquella zona anfibia y ambigua.)

En el colegio, los mayores nos inducían su fobia visceral, tan cutre y tan madrileña, contra todo lo catalán a través de una canción tradicional, convenientemente brutalizada: Quisiera ser tan alto / como la Luna / para poner los cuernos / a Cataluña. En la versión original, el cantante deseaba ser tan alto como la Luna (How high the moon!) para ver los soldados de Cataluña, soldados que se hacían presentes a continuación, en singular: De Cataluña vengo, / de servir al rey, / con licencia absoluta / de mi coronel. Viejas historias, siempre actuales por desgracia, sobre patrias y lealtades en conflicto, en las que la Luna actuaba de figurante; dominando a pesar de eso la canción con su charme.

Luna lunera, cascabelera…, se escuchaba también uno cantando. Tiempo después, una buena amiga nos revelaría el resto de la estrofa, tal como aparece en algún cuento popular: …debajo de la cama / tienes la cena. El héroe del cuento llega a la casa de la Luna desesperado por encontrar cierto Palacio, en el que vive la chica de sus sueños, pero que nadie parece haber visto. Alguien le dice que si el Palacio existe, la Luna ha tenido que verlo. Así que se planta en casa de la Luna. Por suerte para él, un pariente bondadoso de la Luna le advierte que esta tiene muy malas pulgas y que cuando vuelve de su ronda nocturna lo primero que hace es olfatear, por si se hubiera colado algún mortal en su casa; si lo encuentra, se lo come de inmediato. Así que entre los dos le preparan a la Luna una comida opípara (debajo de la mesa tienes la cena); solo cuando está ahíta, sale de su escondite el héroe y le pregunta a la Luna si ha visto el palacio de marras. (Y sí.)

martes, 4 de junio de 2019

Diez cosas que odia Óscar Albino


1. Odio el fútbol.
2. Odio física y química.
3. Odio no viajar.
4. Odio la monotonía.
5. Odio el calor.
6. Odio los libros con finales abiertos.
7. Odio la publicidad.
8. Odio el desorden.
9. Odio la comida empalagosa.
10. Odio que la gente toque mi ordenador.

Nueve cosas que odia Aziza




1. A mí no me gustan los animales salvajes.
2. Odio ser el centro de atención.
3. Odio suspender mis exámenes.
4. Odio la soledad.
5. No me gusta la sangre porque me da miedo.
6. No me gusta ir al cementerio.
7. No me gustan las películas de miedo.
8. Odio los sonidos desagradables.
9. No me gusta la gente que no me acepta por ser quien soy.

Diez cosas que odia Félix Bravo


1. Odio que me chillen.
2. Odio caerme delante de la gente.
3. Odio reírme por compromiso.
4. Odio saludar a las 8 a.m.
5. Odio cuando alguien me está hablando y me escupe.
6. Odio perder dinero.
7. Odio que un niño pequeño toque mi instrumento.
8. Odio tener clases.
9. Odio que me toquen el pelo.
10. Odio oler el aliento de otra persona.

Diez cosas que odia David Cañadas




1. Odio escuchar el camión de la basura a las 3 a.m.
2. No me gusta la contaminación atmosférica.
3. Odio el chirrido de las puertas.
4. Odio que se me rompan las cosas.
5. Odio que la piscina municipal no esté abierta.
6. Odio que se reinicie el wifi.
7. Odio que se me manche la ropa blanca.
8. Odio que me toquen la cara.
9. No me gusta cuando se rompen las zapatillas.
10. No me gusta que no haya rebajas en lo que quiero y en lo demás sí.

Diez cosas que odia Ziyad Gabli


1. Yo odio estudiar por la mañana.
2. Yo odio escuchar el sonido de los mosquitos.
3. Yo odio escribir mucho.
4. Yo odio a los criminales.
5. Yo odio la central nuclear.
6. Yo odio las guerras.
7. Yo odio ser un niño malo.
8. Yo odio que me insulten al lado de la gente.
9. Yo odio los accidentes.
10. Yo odio los pitos de los coches.