Nuestro Club de Lectura y Taller Literario continúa, como la Luna a la que se consagra este año, atravesando fases y espacios. Hay que veces que tenemos que demorar nuestra reunión una semana; pero es para volver con más brío y entusiasmo a nuestras cosas. Así se nos vio este viernes pasado.
Y este es uno de los textos que nos regala de vez en cuando Andrea, nuestra querida @disomnia:
EL HAZ AMBIVALENTE
Me quedé embriagada al instante en cuanto noté
aquellas telas etéreas del anochecer envolviéndome en la suavidad del monte.
El ritmo de mis latidos se acompasó en cuestión de
segundos con el ruido de la callada guadaña que asomaba entre los sauces.
El bosque consumía todo el aire al que yo podía
aspirar, e incluso los búhos tenían dificultades para respirar el ambiente. Una
niebla espesa acaparaba toda mi vista, vagos fantasmas rondaban fuera y dentro
de mi pecho.
Entre todos ellos, se alzó la única damisela cuyo
caballero era una estrella. Saludó con gracia, su cola iluminando el valle
a su paso; sábanas de plata engullendo todos los cantos nocturnos.
El manto que me cubría esta vez no lo hacía con
cariño. Me llenaba de polvo, me acogía con frialdad, pretendiendo hacer callar
toda la humildad con la que yo conocía el cielo.
Y desde ahí me contemplaba ella. Una joven acorazada;
cuyos suspiros se llevaba el viento, con el corazón roto por la luz del
día.
Apiadándose de la única condición que compartíamos.
Preguntándonos por qué su dolor era vida, y el mío una simple sonrisa.
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