jueves, 22 de noviembre de 2012

A veces sueño muertos (I): Joe Hill


 Porque el que murió peleando
vive en cada compañero. 
(Quintín Cabrera, Milonga

Desde tiempo inmemorial, el mundo de los sueños se confunde con el de los muertos, como uno solo y el mismo. Hypnos y Thanatos, don Muerte y don Sueño, eran para los griegos dos hermanos gemelos, y aún entre nosotros la muerte es the big sleep, el sueño del que nunca se despierta. Como escribió el poeta Catulo, al ponérsenos esta breve luz que es la vida, nos queda por dormir la noche eterna (nobis cum semel occidit brevis lux / nox est perpetua una dormienda).

Apoya esta semejanza el hecho de que todos, o al menos incontables muchos, hemos tenido alguna vez la experiencia de soñar con una persona querida a la que ya no podremos volver a ver en el mundo de la vigilia: un difunto querido, que en nuestros sueños, resulta estar tan vivo como nosotros mismos. A veces somos conscientes en el sueño de lo incongruente de este hecho (pensábamos que Fulano estaba muerto, pero ahora que lo tenemos ante nosotros es evidente que nos habían informado mal); pero otras muchas veces asumimos con naturalidad que siga con nosotros alguien que nos sigue importando y en quien pensamos a menudo. Contra lo que podría creerse, rara vez tienen estos sueños nada de inquietante: al contrario, vienen a calmar nuestra angustia, a hacer realidad ese deseo cantado por Bécquer y Miguel Hernández de retomar una conversación que nunca dimos por terminada.

Una variante de estos sueños con difuntos es la que podríamos llamar Encuentros con Gente Importante. Importante no en el sentido en que lo son para cada uno nuestros seres queridos (aunque este sea el sentido que más importa), sino importantes para la colectividad: se trata de sueños en los que topamos con algún héroe, santo o similar que, fiel a su vocación de servicio público, viene generalmente a contarnos algo y a pedirnos (o al menos sugerirnos) que una vez despiertos lo comportamos con el resto del mundo.

Los antiguos creían que hay dos tipos de sueños: los banales o falsos y aquellos en los que nos hablan los dioses. Con independencia de que esa sea la causa o no, la distinción sigue vigente: hay sueños anodinos (los más) que olvidamos con presteza, y otros (unos pocos) que se nos quedan grabados en la mente. Los sueños con gente ilustre caen a menudo dentro de este segundo tipo,  y no es raro que el soñador, una vez despierto, los transforme en relatos, poemas o canciones.

Como muestra de este género, veamos una canción singular. Se trata de un poema compuesto por Alfred Hayes, un escritor inglés, en la década de 1930, cuando tenía algo menos de veinte años. Hayes conocía la historia de un sindicalista norteamericano de origen sueco, Joe Hill, que había muerto en noviembre de 1915 tras ser condenado a muerte por el asesinato de un policía. Aunque el caso sigue abierto en la memoria colectiva, todo parece indicar que Hill era inocente, pero pagó de este modo sus auténticas culpas: haber contribuido de forma decisiva al desarrollo del movimiento sindical estadounidense.

Hayes soñó con Joe Hill, y lo contó de este modo:

I dreamed I saw Joe Hill last night,
Alive as you or me
Says I, "But Joe, you're ten years dead,"
"I never died," says he
"I never died," says he

"In Salt Lake, Joe," says I to him,
Him standing by my bed,
"They framed you on a murder charge,"
Says Joe, "But I ain't dead,"
Says Joe, "But I ain't dead."

"The copper bosses killed you, Joe,
They shot you, Joe," says I.
"Takes more than guns to kill a man,"
Says Joe, "I didn't die,"
Says Joe, "I didn't die."

And standing there as big as life
And smiling with his eyes
Joe says, "What they forgot to kill
Went on to organize,
Went on to organize."

"Joe Hill ain't dead," he says to me,
"Joe Hill ain't never died.
Where working men are out on strike
Joe Hill is at their side,
Joe Hill is at their side."

"From San Diego up to Maine,
In every mine and mill,
Where workers strike and organize,"
Says he, "You'll find Joe Hill,"
Says he, "You'll find Joe Hill."

I dreamed I saw Joe Hill last night,
Alive as you or me
Says I, "But Joe, you're ten years dead,"
"I never died," says he
"I never died," says he 
El poema tenía la musicalidad de una balada tradicional, así que no pasó mucho tiempo antes de que recibiera la melodía y los acordes que le faltaban para convertirse en una canción propiamente dicha. Se ocupó de ello Earl Robinson en 1936, con tanto acierto que la canción se convirtió enseguida en uno de los himnos de las revueltas por los derechos civiles. Como tal la interpretó de forma memorable Joan Baez en el célebre festival de Woodstock de 1969. Le confiamos a ella el cierre de esta entrada.



 
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