lunes, 12 de noviembre de 2012

Azares del cazador (IV): La Cierva Blanca



Guiguemar [protagonista de uno de los lais, poemas narrativos, escritos por María de Francia en el siglo XII] es un joven que ha decidido no amar. Hasta que un día se adentra por el bosque para cazar y dispara una flecha a una cierva blanca que de pronto ve salir entre los matorrales. La flecha hiere mortalmente a la cierva, pero vuelve atrás y hiere a su vez a Guiguemar en un muslo. Este cae herido junto a la cierva, que entonces le habla y le dice su destino, de una manera que recuerda a una maldición y que se asemeja al geis céltico. Su herida nunca sanará, a menos que ame a una mujer. Aunque sea en una relación inversa, se da aquí una coincidencia entre la interioridad del sujeto (no amar) y el curso de los acontecimientos, y es en esa coincidencia donde reside lo maravilloso de la aventura, y por lo que el acontecimiento se convierte en signo repleto de significado para quien lo vive. 


(Victoria Cirlot, Figuras del destino. Mitos y símbolos de la Europa Medieval, Siruela, pág. 48)

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