Preparar un examen es como jugar a la siete y media: por más ensayado que lo tengas, unas veces te pasas de extenso y otras pecas de escueto. Esto último supone que mucho antes de que suene el timbre los alumnos terminan con las preguntas (unos u otras, o el juego entre ambas partes, no dan más de sí) y empiezan a impacientarse. En esa situación, que puede llegar a ser bastante tensa, se abre sin embargo un pequeño oasis: podemos pedir a los alumnos que quieran que aprovechen ese tiempo para contarnos, al final del examen, cosas que a ellos les interesan, temas que dominan bien. Por ejemplo, el otro día pedí a mis alumnos de 2ºA que habían terminado el examen que me contaran algunas historias sobre transformaciones, metamorfosis. Estas son un par de ellas.
El Quaid
(Fárid Elmokhtary)
A un hombre se le murió su esposa y se casó con otra. Su mujer de antes dejó un bebé de 5 meses. La nueva mujer no le quería. Un día, cuando su marido se había ido a trabajar, la mujer cogió una culebra y la metió en la cuna del bebé. Cuando el bebé tocó la culebra, se transformó en una culebra de oro.
Vida de Yinn
(Fárid Elmokhtary)
Un hombre estaba en un parque, pasó un gato sin sombra. El hombre le tiró una piedra, hizo una herida al gato y le empezó a salir sangre y poco después ese gato se transformó en un león y mató al hombre.
La historia de El Quaid recuerda la de Heracles, a quien también le envió Hera unas serpientes para que lo mataran. El niño héroe dio cuenta de ellas con facilidad. En la India, al bebé Krishnah su madrastra, Putana (sic; pero no significa lo que parece, sino 'la fétida'), intentó matarlo amamantándolo con veneno, pero Krishnah chupó de su teta hasta dejarla seca y fue ella la que murió. En el folklore hay todo un mareo de malas madres y malos hijos, en el que unas u otros se portan como serpientes que amamantan (con su cola venenosa) o chupan la vida (con su boca voraz). Clitemnestra, por ejemplo, sueña que amamanta a una serpiente: es su hijo Orestes, que la matará. A veces se dan las dos cosas a la vez: en nuestro folklore patrio se cuenta que las serpientes se introducen en las casas donde una madre se ha quedado dormida dándole el pecho al niño y suplantan a ambos, metiendo su cola en la boca infantil y chupando la leche del seno materno. No falta el caso en el que el niño sobrevive a ese veneno y 'muta', convertiéndose en un vidente (como esos héroes de la Marvel que sobreviven a la radiación y adquieren poderes sorprendentes).
ResponderEliminar¡Qué lástima que en nuestros pueblos, al menos en los míos, se estén perdiendo estas historias!, aunque no pierdo la esperanza de volver a ellas.
ResponderEliminarCarmen/
Quizá me equivoque, Carmen, pero tengo la sensación de que estas historias mueren tarde o nunca. Si desaparecen del folklore oral de los pueblos (junto con los pueblos mismos), se mudarán a vivir al manga o al anime o a cualquier otro hábitat propicio. Las echas por la puerta y vuelven (en buena hora) por la ventana.
ResponderEliminar«A un hombre se le murió su esposa y se casó con otra.» Que yo recuerde, no hay una sola historia de tradición oral en que esto resulte una buena idea. Indefectiblemente, la nueva esposa resulta ser una madrastra cruel que les hace la vida imposible a los hijos de la mujer anterior (cuando no intenta, como aquí, asesinarlos). Cierto que gracias a ese maltrato los hijos o hijas se ven forzados a abandonar el hogar y encuentran 'su propio camino', derrotando monstruos o desencantándolos (si es que son dos acciones distintas): o sea, que se cumple lo de que no hay mal que por bien no venga.
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