jueves, 16 de mayo de 2013

Formas vienen, formas van (II)

 

Continuamos, de la mano de Laura y Marina, nuestro recorrido por las historias de transformaciones. Hoy le echamos un ojo al terreno de la mitología grecolatina.



MITO

Las metamorfosis

Las metamorfosis del poeta romano Ovidio es un poema en quince libros que narra la historia del mundo desde su creación hasta la deificación de Julio Cesar, combinando secciones de mitología e historia. Terminada en el año 8 d. C., se la considera una obra maestra de la edad de oro de la literatura latina. Una de las obras clásicas más leídas durante la Edad Media, Las metamorfosis continúa ejerciendo una profunda influencia en la cultura occidental.

Apolo y Dafne

Después de matar a la Pitón, Apolo se rió de Cupido porque era un niño y no debía llevar arco. Este, enfadado, lanza un dardo de oro a Apolo para que se enamore de la ninfa Dafne, y a ella le lanza otro de plomo para que huya de él. Apolo la persigue y cuando la va a coger, la ninfa implora a su padre Peneo que la ayude y acaba convertida en laurel; Apolo hace entonces ese árbol suyo y lo relaciona con la victoria. (El sustantivo “dafne” significa en griego laurel).
En este mito la transformación que ocurre es la de la ninfa Dafne en laurel, que era lo que ella había implorado a su padre.
La transformación de Dafne en laurel es voluntaria, puesto que es ella la que pide ayuda a su padre para huir de Apolo; de avance, ya que era lo que ella deseaba, pero paga a cambio un precio terible: pierde su movilidad, el don del habla, etc.; definitiva, pues no puede volver a su forma original como ninfa; sobrenatural, ya que estamos en el ámbito mitológico; repentina, puesto que mientras está huyendo de Apolo le pide a su padre que se transforme y así ocurre, aunque tanto en el soneto de Garcilaso como en los cuadros que representan la escena de la transformación es rápida pero no instantánea: puede considerarse, pues, gradual; significativa, ya que supone la imposibilidad de desarrollar un amor entre ambos; y accidental, ya que esta situación se desarrolla sin premeditación, aunque es cierto que Cupido sí pensó su acción antes de actuar.

Filemón y Baucis
El hijo de Ixión no cree que los dioses puedan metamorfosearse a su antojo. Para convencerle de que sí es así, Lélex le cuenta un relato: un día Júpiter y el nieto de Atlas fueron, con forma de mortal, a un pueblo en busca de cobijo. Tan solo una pareja de ancianos pobres les admitió en casa. Pese a su extrema pobreza, les ofrecieron todo cuanto pudieron, y los dioses los premiaron salvándoles de la inundación completa que sufrió el poblado. Su casa se transformó en un templo, y allí estuvieron como sacerdotes ambos, hasta su muerte (al mismo tiempo), cuando se convirtieron en sendos árboles.
En este otro mito de Las metamorfosis, la trasformación que se produce es la de los dos ancianos en árboles al final de su vida, como premio por su vida virtuosa de parte de los dioses. La transformación de los dos viejos en árboles es involuntaria, puesto que ellos no saben que sus buenas acciones les llevarán a salvarse de la inundación; de avance, ya que incluso después de la muerte continúan en el mismo lugar como árboles; definitiva, pues no pueden volver a su forma original como humanos porque están muertos; sobrenatural, ya que estamos en el ámbito mitológico; repentina, puesto que ellos desconocían su destino; significativa, ya que supone la compensación de sus buenas acciones en vida; y premeditada, ya que los dioses se habían decidido a recompensarles tras observar cómo habían llevado su vida.

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