sábado, 15 de septiembre de 2012

Esto es surrealista

Fotografía de Chema Madoz.

 Esto es surrealista. Eso decimos de una situación tan absurda que no sabemos si indignarnos o reír por no llorar. Y es curioso. Porque si el surrealismo se deja reducir a una sola idea es que no hay en el mundo nada absurdo: ni el sueño ni el disparate ni las coincidencias ni las ocurrencias del enfermo o el intoxicado. Todo está lleno de sentidos: asociaciones, correspondencias. Como escribe André Breton, hay un mensaje en vez de un escorpión debajo de cada piedra.

Descartar el uso equívoco de la palabra vale de poco si no intentamos comprender de dónde deriva. Es fácil verlo: asociamos el surrealismo con la escritura automática y varios juegos (como el cadáver exquisito) en los que se elige como compañero de juegos al azar. Por ceñirnos a la escritura, el resultado son textos que, aunque estén en español, francés u otras lenguas reconocibles, nos dan la sensación de hallarnos ante un lenguaje desconocido, del que no entendemos ni jota.

Y eso precisamente supusieron los surrealistas: que nuestra mente, en ciertos estados y momentos, habla un dialecto distinto al que utilizamos cuando estamos 'despiertos'. Freud, que había observado ya el fenómeno, se esforzó en traducir el discurso del inconsciente en términos racionales. Es un enfoque rentable; pero jamás aprenderemos una lengua si nuestro uso de la misma se limita a traducirla a otra distinta. Conscientes de ello, los surrealistas se lanzaron a hablar y escribir en esa lengua, convencidos (y el tiempo les ha dado la razón) de que la poesía y la vida en general resultarían enriquecidas si aprendiéramos a conjugar esos verbos que no traen los diccionarios.

Pues bien, algo de eso queremos también impulsar desde nuestra humilde Biblioteca en este curso que empieza. No rememorar el surrealismo como algo lejano y concluido, sino volver sobre las cuestiones que apasionaron a los surrealistas, y que (como tantas cosas; ¡hasta el mismo Dios!) se dejan reducir provisionalmente a tres.

¿Qué tres?, se preguntará el avisado lector. Pues eso le pregunto yo, a mi vez. Adivínelo antes de que lo desvelemos en la próxima entrada y tendrá su correspondiente regalo.


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