jueves, 20 de septiembre de 2012

Donde nada es (solo) lo que parece



Wandering and dreaming
the words have different meanings;
yes, they did.
(Pink Floyd, Matilda Mother)

Freud no fue el primero en plantear que los sueños están ‘escritos’ (rodados, si se prefiere, como una película) en un lenguaje simbólico. En el siglo II después de Cristo un sabio griego, Artemidoro, escribió también una Interpretación de los sueños, cuyas lecturas son a menudo sagaces y muy modernas: por ejemplo, señala que soñar que partimos al extranjero es soñar con la propia muerte (pues el Otro Barrio, el Otro Lado por excelencia, es el Más Allá).

Artemidoro cae, sin embargo, en una trampa común a todos los que escriben Diccionarios de sueños: parece creer que siempre que alguien sueña con algo, ese algo tiene una interpretación fija, que puede establecerse de una vez para siempre. Freud nos ayuda a salir de esa trampa al insistir en que los símbolos del sueño no se pueden interpretar sin tener en cuenta los gustos y experiencias de cada soñador individual. Si dos personas sueñan que juegan en el parque con un escarabajo azul, pero una es ese tipo de gente que ‘odia a los bichos’ y tiende a pisotear o gasear todos los que se encuentra, mientras que la otra es una entomóloga fascinada por los insectos, o una egiptóloga especialista en los misterios del dios escarabajo Kheperer, es improbable que el símbolo escarabajo tenga el mismo significado para ambas.

También en este caso la literatura nos sirve para entender mejor lo que sucede: en Jorge Manrique, el mar es un símbolo del reposo de la muerte (Nuestras vidas son los ríos / que van a dar a la mar, / que es el morir); en cambio, para Rafael Alberti, Baudelaire o Espronceda el mar se asocia a la vida, la aventura, el movimiento: la vida pirata, la vida mejor.

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