jueves, 17 de octubre de 2013

Si vas a Ítaca (Irene Camacho)


En la entrada anterior recogíamos el poema de Constantinos Cavafis Ítaca, en la traducción de Anna Pothitou y Rafael Herrera. Hoy Irene, alumna de Literatura Universal, nos invita a leerlo con detenimiento: 


Constantino Cavafis nació en 1863 en Alejandría (Egipto), lugar donde también murió. El temprano fallecimiento de su padre, un rico comerciante de Constantinopla, provoca que la familia emigre a Gran Bretaña. Allí Cavafis aprende inglés y toma contacto con la literatura clásica inglesa.

Tras varios cambios más de residencia, ya adulto, se instala definitivamente en Alejandría; donde trabaja como funcionario, periodista y corredor de bolsa. Junto a esta vida organizada, coexisten en él la turbación que le produce su homosexualidad y una inquietud constante por la creación literaria.

Empieza a escribir poemas muy joven; aunque nunca quiso publicarlos de forma comercial, porque pensaba que ello le restaría independencia intelectual. Los editaba y regalaba a familiares y amigos.

Su afán por la perfección le hacía corregir incesantemente sus versos. Sólo consideró acabados 154 poemas, que se recogen como Poemas canónicos, y que se publicaron por primera vez en 1935, dos años después de su muerte. Los que el autor juzgaba inacabados se publicaron más tarde.

En el resto de Europa fue E. M. Foster quien divulgó su poesía, traduciéndola al inglés. A pesar de no tener una obra extensa, es considerado el poeta griego más importante del siglo XX, y uno de los más influyentes de la poesía moderna.

Ítaca es un poema, publicado en 1911. Estamos analizando una traducción de Anna Pothitou y Rafael Herrera, de 2003, que sigue el esquema métrico del original. Se compone de cinco estrofas, con número de versos variables (12-11-7-3-3).

La sencillez del tema elegido (el regreso tras un largo viaje a la tierra deseada) y el hecho de que estén escritos con un lenguaje coloquial huyendo de la retórica ayudan al autor a trasmitir el mensaje con facilidad: la importancia de disfrutar y aprovechar cada momento de nuestra vida (Carpe Diem).

Llama la atención que el narrador, el mismo poeta, se dirija a los lectores en la forma verbal de imperativo de segunda persona, como si impusiera cómo se han de hacer las cosas. El título del poema, Ítaca, y su evocación a la mítica Odisea denotan el deseo del autor de mostrar que el mensaje es atemporal.

Todo él es una alegoría donde Ítaca es la meta a conseguir y el viaje trasciende lo meramente físico, representando el camino interior que recorremos en la vida.

Encuentro tres partes diferenciadas en el texto. La primera coincide con la primera estrofa y presenta el tema: el viaje hacia Ítaca, como la meta que queremos lograr. Recomienda con qué actitud hay que afrontarlo: sin temor a las vicisitudes, metafóricamente representadas por Lestrigones, Cíclopes y Poseidón, monstruos mitológicos enemigos de Ulises en el libro de Homero. Otra metáfora que se repite en la estrofa es camino, como símbolo de nuestro recorrido en la vida Otros recursos destacables en estos primeros versos son el asíndeton (sea largo, lleno de peripecias, lleno de saberes), hipérbaton (si selecta es la emoción) y el paralelismo entre los versos 4-5 y los 9-10. Nos anuncia también que las dificultades no aparecerán ante nosotros si nuestro pensamiento y emociones son elevados y si no es que ya los llevas en tu alma; es decir, que los conflictos externos vienen provocados por otros internos y que desde nuestro interior los podemos hacer desaparecer.

Con la segunda estrofa nos encontramos la parte segunda del poema. Versa sobre cómo ha de ser el camino. Pide que sea largo, metáfora de vida prolongada en el tiempo y en acontecimientos. Otras metáforas a destacar serían mañanas de verano como momentos buenos, puertos vistos por primera vez que representan las experiencias nuevas. Éstos tienen que ser momentos de gozo para el lector y los ha de saber aprovechar. Las siguientes metáforas inducen al lector a detenerse en los comercios fenicios, como lugares de lujo y a comprar lujosas mercancías y aromas, símbolos de placeres, lujo y belleza, de los que haya que disfrutar. Encabalgamientos hay varios en el poema. Un ejemplo es el que se encuentra entre los versos 14 y 15 (mañanas de verano / en las que…). Igualmente exhorta a visitar ciudades egipcias, metáfora de lugares de sabiduría, para enriquecer el espíritu con el conocimiento.

Las tres últimas estrofas representan la tercera parte del poema: el final del viaje. Es la más profunda y recoge la esencia del texto. Hay que llegar a Ítaca, pero sin prisas, disfrutando y enriqueciéndonos con cada momento. Ítaca fue el comienzo y será el fin, es lo que ha movido nuestra vida, es nuestro objetivo; pero lo realmente importantes es lo que hemos vivido, lo que hemos disfrutado en el camino. Por eso hay que alcanzarla ricos de las cosas que la vida nos ha ido dando; de experiencias, deleites y aprendizajes. No necesitamos que Ítaca nos aporte nada más; ha sido el motor de todo y lo que originó la partida.

En estas estrofas abundan las personificaciones atribuidas a Ítaca (las riquezas te las traiga, te ha dado y no te ha engañado). Siguen también apareciendo metáforas (echar el ancla = alcanzar el objetivo, riquezas = gozos y viaje hermoso = buenos momentos). Aparece igualmente hipérbaton en llegar allí es tu objetivo.

Resumo estas ideas finales del poema diciendo que el pensamiento de alcanzar la meta es el que nos mueve; pero no hay que aplazar la dicha hasta alcanzarla. Tenemos que saber aprovechar el momento, las Ítacas que se nos cruzan en el camino. Así todo habrá tenido sentido, y en el puerto deseado miraremos hacia atrás y el viaje habrá merecido la pena; nuestra vida habrá sido dichosa.

Cavafis ha tenido una influencia determinante en otros escritores. Destacaremos al novelista británico Lawrence Durrell y los poetas novísimos españoles, especialmente José María Álvarez.

Sin duda es Luis Cernuda en su poema Peregrino del libro Desolación de la Quimera (1962) el que con mayor claridad hace referencia a esta Ítaca de Cavafis.

La adaptación más destacada de este poema la encontramos en la música. Lluis Llach en su álbum Viaje a Ítaca (1975) presenta una canción compuesta sobre la versión catalana del poema de Carles Riba, que ocupa toda la cara A del disco y logró un éxito considerable. Llach estructura su canción en tres estrofas, de las cuales la primera copia los versos de Cavafis. En la mayoría de sus actuaciones se limita a cantar sólo la primera parte; precisamente la síntesis del texto del poeta griego. Su versión proporciona una visión más política y social que la original, considerando el trayecto como una lucha hacia la libertad.

Joan Manuel Serrat ha recitado en numerosas ocasiones en sus conciertos este poema, en muestra de su reconocimiento.

Más recientemente un autor menos conocido llamado Rand Cardona ha publicado un CD llamado Triple Personalidad en el que incluye una canción, Ítaca, basada en el poema de Cavafis. Así vemos que sigue manteniéndose el propósito original del poeta: la atemporalidad de la idea de su concepción de la vida. Seguramente sus versos seguirán inspirando a otros autores y podremos seguir encontrando otras bellas Ítacas.

Irene Rocío Camacho García



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martes, 1 de octubre de 2013

La Ítaca de Urkullu


No es muy común que los políticos hagan patente el trasfondo mítico de su discurso. Sucedió el otro día: hablaba el presidente de la comunidad autónoma vasca, Íñigo Urkullu, sobre las aspiraciones de su partido y de repente afloró a sus palabras la Grecia de Homero: Nuestra Ítaca es Euskadi, nación europea.

Pero ¿era realmente la Grecia de Homero? Quizás no. La visión de Ítaca como símbolo de la utopía (en este caso, del ajuste ventajoso con el que sueña el independentismo) depende menos de Homero que de un célebre poema moderno, él sí de inspiración homérica. Lo escribió Constantinos Cavafis, un poeta alejandrino de comienzos del siglo XX —y dice así, en la cuidada versión de Anna Pothitou y Rafael Herrera:

Ítaca 

Al emprender el viaje para Ítaca
desea que el camino sea largo,
lleno de peripecias, lleno de saberes.
A Lestrigones y Cíclopes,
a Poseidón airado no los temas,
que a tales no hallarás en tu camino
si es tu pensar excelso, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
A Lestrigones y Cíclopes,
a Poseidón violento no habrás de encontrarte
si no es que ya los llevas en tu alma,
si tu alma no los alza frente a ti. 

Desea que el camino sea largo.
Que sean muchas las mañanas de verano
en las que con qué regocijo, con qué gozo,
llegues a puertos vistos por primera vez.
Detente en los comercios de Fenicia
y compra sus preciadas mercancías,
coral y nácar, ámbar y ébano,
y aromas exquisitos de mil clases,
cuantos aromas exquisitos puedas conseguir.
Visita muchas ciudades de Egipto,
y aprende y aprende de todos los que saben. 

Pero en la mente siempre ten a Ítaca,
porque llegar allí es tu objetivo.
Mas no apresures en nada tu viaje.
Mejor que dure muchos, muchos años,
y eches el ancla viejo ya en la isla,
rico de cuanto ganaste en el mundo,
sin esperar que las riquezas te las traiga Ítaca.

Que Ítaca te ha dado el viaje hermoso.
Sin ella no emprendieras el camino.
Pero no tiene ya nada que darte. 

Y si la encuentras mísera, no te ha engañado Ítaca.
Tan sabio que te has hecho, con tanta experiencia,
habrás ya comprendido las Ítacas qué son. 

1911