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sábado, 27 de abril de 2013

Cuando todo cambia: historias de transformaciones


Preparar un examen es como jugar a la siete y media: por más ensayado que lo tengas, unas veces te pasas de extenso y otras pecas de escueto. Esto último supone que mucho antes de que suene el timbre los alumnos terminan con las preguntas (unos u otras, o el juego entre ambas partes, no dan más de sí) y empiezan a impacientarse. En esa situación, que puede llegar a ser bastante tensa,  se abre sin embargo un pequeño oasis: podemos pedir a los alumnos que quieran que aprovechen ese tiempo para contarnos, al final del examen, cosas que a ellos les interesan, temas que dominan bien. Por ejemplo, el otro día pedí a mis alumnos de 2ºA que habían terminado el examen que me contaran algunas historias sobre transformaciones, metamorfosis. Estas son un par de ellas.


El Quaid
 (Fárid Elmokhtary)

A un hombre se le murió su esposa y se casó con otra. Su mujer de antes dejó un bebé de 5 meses. La nueva mujer no le quería. Un día, cuando su marido se había ido a trabajar, la mujer cogió una culebra y la metió en la cuna del bebé. Cuando el bebé tocó la culebra, se transformó en una culebra de oro.

Vida de Yinn 
(Fárid Elmokhtary)

Un hombre estaba en un parque, pasó un gato sin sombra. El hombre le tiró una piedra, hizo una herida al gato y le empezó a salir sangre y poco después ese gato se transformó en un león y mató al hombre.




jueves, 12 de abril de 2012

Otro cuento marroquí: Aicha Kandicha


Para el maestro Joselu.

Recopiladora: Imane Boukbiza, nacida en Oujda (Marruecos) en 1998.
Informante: Choumicha Alla, nacida en Marruecos en 1975.
Lugar: Oujda.
Fecha: 23 de marzo de 2012.

Un día Aicha Kandicha estaba recogiendo su casa, vino su vecino y le dijo: ¿Vienes conmigo al bosque para recoger leña?, Aicha le dijo que sí, pero él dejó a Aicha recogiendo su casa y se fue al bosque corriendo y después vino. Cuando Aicha iba a ir, le dijo el vecino: Yo no voy, porque ya he ido antes que tú, vete sola. Se fue, pero al día siguiente Aicha quería acabar con él, le puso cola en el burro y cuando el vecino se sentó, le agarró y le metió en una jaula. Aicha le dijo: Te voy a dar tres palos y cada uno tiene su tamaño: el primero es pequeño y fino, el segundo es mediano y el tercero es el más grande y el más alto, que demuestra que cuando seas gordo te coma. Él dijo: Hazme solo un favor antes de que me muera, Aicha le dijo que sí. Y le dijo que trajera a su hija, que tenía solo un ojo, para que lo vigilara. Pues le hizo caso y quedó con ella. Su vecino la mató y le quitó su piel para ponérsela en su cara, le quitó su ropa y parecía su hija. Venía Aicha Kandicha y su familia para comérselo y cuando lo comieron, era su hija. Empezó el vecino a reírse y le dijo: Has comido a tu hija, ja, ja, ja, y se fue corriendo, pero su familia llora, llora y llora, no para de llorar, y Aicha empezó a quejarse.

miércoles, 11 de abril de 2012

Un cuento marroquí: Las mellizas


Poco tardan los niños en darse cuenta de que los cuentos que les contamos, los de toda la vida (Perrault, Grimm, Afanasiev...), se repiten. Hay distancia, pero no tanta, de ahí a darse cuenta, como hizo Vladimir Propp, de que (casi) todos pueden leerse como versiones de un mismo y único cuento, formado por determinadas secuencias, prescindibles unas y necesarias otras, en las que elementos que parecen distintos son en realidad equivalentes desde el punto de vista funcional (así, la necesidad de que haya un héroe que actúe viene dada por una calamidad que cae sobre el reino: el papel está disponible para que lo ejerza una sequía, el robo de un tesoro o de una princesa o cualquier otra desgracia que se preste a ello).

Digo esto precisamente porque estos días estoy leyendo algunos cuentos maravillosos que me traen mis alumnas marroquíes, dentro de la campaña de recogida de leyendas urbanas que estamos haciendo, y estas, caballeros y damas, no son historias que uno haya leído antes, en las que puedas predecir qué va a pasar a continuación. Cuesta entrar en su lógica y asombra su crudeza; pero son, en su exotismo brutal, adictivas. Aquí va una de ellas, a ver qué les parece.

Las mellizas

Recopiladora: Fátima Zahra El Arabi, nacida en 1999.
Informante: su prima Habiba el Arabi.
Lugar: Taurirt (Marruecos).
Fecha: 3-4-2012.

Me contaron que había una vez un rey que tenía dos hijas mellizas y cuando se le murió su mujer, los habitantes del pueblo le dijeron que se casara con otra mujer para tener un hijo que fuera el rey después de él. El rey juró que nunca se iba a casar, y así fue. Pasaron los años y las mellizas vivían en riqueza y cuando ellas pedían algo nunca les decían no. Un día vino al castillo una anciana y le dijo al rey que para que sus hijas no fueran tan vagas, una de ellas tenía que comer la carne de la otra, es decir, que una de ellas tenía que morir. El rey se enfadó y la echó del castillo. Pasó un gran tiempo y el rey se murió y los habitantes dijeron que ellas no podían ser reinas y mandar y decidieron matarlas. Vino su prima que era del otro pueblo y las ayudó a escapar y las llevó por un camino lleno de pinchos y una de las mellizas se rajó y se hizo mucho daño y le salió mucha sangre. Cuando llegaron a una cueva, la chica no pudo soportarlo y se murió. Su prima la cogió y la enterró sola, porque la otra chica, como era tan vaga, no pudo hacer nada, solo estaba sentada y llorando. Cuando se iban a dormir en esa cueva su prima se acordó de lo que dijo la anciana y cogió un cuchillo y le quitó un trozo de carne y la volvió a enterrar. Cuando salió el sol, cogió la carne y la cocinó y se la dio a la otra muchacha para que se la comiera. La chica cuando la probó se levantó y empezó a correr y su prima detrás, hasta llegar a su pueblo y les dijo a los habitantes que iba a ser la reina y así fue desde entonces y no había otra palabra después de la suya. Y la gente dijo:

—¡La anciana tenía razón!

[Las dos mellizas se enfadaban mucho entre ellas, hasta que se iban a odiar por un joven del pueblo. Pero por fin descubrieron que el joven estaba casado y quería mucho a su mujer.]