viernes, 18 de diciembre de 2015

Torres de marfil y Torres de la canción

Jorge Luis Borges, escritor argentino prolífico donde los haya, tiene, como no podía ser menos, un cuento en el que la protagonista es una torre:

Un sueño

En un desierto lugar del Irán hay una no muy alta torre de piedra, sin puerta ni ventana. En la única habitación (cuyo piso es de tierra y que tiene la forma del círculo) hay una mesa de madera y un banco. En esa celda circular, un hombre que se parece a mí escribe en caracteres que no comprendo un largo poema sobre un hombre que en otra celda circular escribe un poema sobre un hombre que en otra celda circular... El proceso no tiene fin y nadie podrá leer lo que los prisioneros escriben.
FIN

En este maravilloso cuento de Borges, el escritor argentino lleva hasta el extremo la idea del “poeta encerrado en su torre de marfil”. La expresión, que en realidad es de estirpe bíblica (ya lo vimos), sirvió desde el Modernismo para calificar a aquellos escritores que no se comprometían con la realidad sino que se evadían de ella, en oposición de aquellos autores que se implicaban con su tiempo (esta idea binaria, un tanto simplista, es la que ha separado durante décadas a los autores modernistas de los de la generación del 98, por ejemplo). Quizá fuera el propio Rubén Darío el culpable de las connotaciones negativas que hoy tiene utilizar la expresión “estar encerrado en una torre de torre de marfil”, porque él mismo, en un poema de Cantos de vida y esperanza , el autorretrato “Yo soy aquel que ayer no más decía” confiesa:

La torre de marfil tentó mi anhelo;
quise encerrarme dentro de mí mismo,
y tuve hambre de espacio y sed de cielo
desde las sombras de mi propio abismo.

Sin embargo, en otro poema del propio Rubén Darío, que comienza “¡Torres de Dios!, ¡Poetas!/ ¡Pararrayos celestes/que resistís las duras tempestades”, identifica a los creadores (poetas) con este edificio defensivo, y además los califica como “divinos”, pues siguiendo una vieja idea filosófica el poeta es un médium, es tan solo un intermediario entre Dios y los hombres. Parece, por tanto, que este símbolo asociado a la creación es muy valioso para Rubén Darío.

En cualquier caso, Jorge Luis Borges, que era un escritor de vastísima cultura, conocía a Rubén Darío y la imagen del poeta encerrado en su torre de marfil. Probablemente, Borges sabía que en realidad los poetas tienen que estar encerrados en sus torres, porque para poder componer poesía o música, para pintar o para realizar cualquier acto creativo se necesita silencio, concentración, aislamiento (Juan Ramón Jiménez, otro poeta al que se acusó de estar encerrado en su torre de marfil, tenía recubierto de corcho su estudio para que nadie le molestara). Lo habréis comprobado si vosotros mismos habéis escrito algo. El ruido es enemigo de la inspiración. El poeta, novelista y cantautor canadiense Leonard Cohen, a quien os recomendamos que escuchéis, tiene una canción, “Tower of song”, en su álbum I`m your man (1988), donde vincula esa idea de aislamiento, creación, arte en un sentido catártico con el espacio físico de la torre, que le protege del desamor: 



Well, my friends are gone and my hair is grey
I ache in the places where I used to play
And I'm crazy for love but I'm not comin' on
I'm just payin' my rent every day in the Tower of Song

I said to Hank Williams: "How lonely does it get?"
Hank Williams hasn't answered yet
But I hear him coughing all night long
Oh, a hundred floors above me in the Tower of Song

I was born like this, I had no choice
I was born with the gift of a golden voice
And twenty-seven angels from the Great Beyond
They tied me to this table right here
In the Tower of Song

So you can stick your little pins in that voodoo doll
I'm very sorry, baby, it doesn't look like me at all
I'm standin' by the window where the light is strong
Ah, they don't let a woman kill you, not in the Tower of Song

Now, you can say that I've grown bitter but of this you may be sure:
The rich have got their channels in the bedrooms of the poor
And there's a mighty Judgement comin' but I may be wrong
You see, I hear these funny voices in the Tower of Song

I see you standin' on the other side
I don't know how the river got so wide
I loved you, baby, way back when...
And all the bridges are burnin' that we might've crossed
But I feel so close to everything that we lost
We'll never, we'll never have to lose it again

Now, I bid you farewell, I don't know when I'll be back
They're movin' us tomorrow to the tower down the track
But you'll be hearin' from me, baby, long after I'm gone
I'll be speakin' to you sweetly from a window in the Tower of Song.

Yeah, my friends are gone and my hair is grey
I ache in the places where I used to play
And I'm crazy for love but I'm not comin' on
I'm just payin' my rent everyday in the Tower of Song

TRADUCCIÓN:

Bueno, mis amigos se han ido, y mi pelo ya está gris.
Siento nostalgia en los lugares en los que solía jugar.
Y estoy loco por amor, pero ya no lo siento en absoluto.
Tan solo pago el alquiler cada día en la Torre de la Canción.

Le dije a Hank Williams: "¿Cuánta soledad se puede tener?"
Hank Williams no me ha contestado todavía,
pero lo escucho toser cada noche.
Oh, cien pisos por encima de mí, en la Torre de la Canción.

Nací así, no tuve oportunidad.
Nací con el regalo de tener una voz dorada.
Y 27 ángeles del Más Allá,
me ataron a esta mesa, aquí en la Torre de la Canción.

Así que puedes clavar esos pequeños alfileres en ese muñeco vudú.
Lo siento mucho, cariño, no se parece en nada a mí.
Permanezco en la ventana, donde la luz es intensa.
Ah, no dejan que una mujer te mate, no en la Torre de la Canción.

Ahora, puedes decir que he crecido amargado, pero de esto puedes estar seguro:
los ricos han tenido su hueco en la cama de los pobres.
Y hay una poderosa sentencia final viniendo, pero puede que me equivoque. Sabes,
escucho esas voces divertidas en la Torre de la Canción.

Te veo al otro lado.
No sé cómo se ha hecho tan ancho el río.
Te amaba, cariño, antes, cuando…
Y todos los puentes se están quemando, los que podríamos haber cruzado.
Pero me siento tan cerca de todo lo que hemos perdido.
Nunca tendremos, nunca tendremos que perderlo de nuevo.

Ahora, me despido de ti, no sé cuándo volveré.
Nos moverán mañana desde aquí hasta la torre,
pero me escucharás, cariño, cuando yo ya me haya ido,
estaré hablándote dulcemente desde una ventana de la Torre de la Canción.

Sí, mis amigos se han ido, y mi pelo ya está gris.
Siento nostalgia en los lugares en los que solía jugar.
Y estoy loco por amor, pero ya no lo siento en absoluto.
Tan solo pago el alquiler cada día en la Torre de la Canción.

(traducción tomada de www.letras-traducidas.net)

jueves, 17 de diciembre de 2015

Tres tristes torres: del Génesis a Kafka (pasando por el ciclo artúrico)

I. LA TORRE DE BABEL

Génesis, Capítulo 11

 1 Tenía entonces toda la tierra una sola lengua y unas mismas palabras.

 2  Y aconteció que cuando salieron de oriente, hallaron una llanura en la tierra de Sinar, y se establecieron allí.

 3  Y se dijeron unos a otros:  «Vamos, hagamos ladrillo y cozámoslo con fuego». Y les sirvió el ladrillo en lugar de piedra, y el asfalto en lugar de mezcla.

 4  Y dijeron:  «Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre, por si fuéremos esparcidos sobre la faz de toda la tierra».

 5  Y descendió Jehová para ver la ciudad y la torre que edificaban los hijos de los hombres.

 6  Y dijo Jehová:  «He aquí que el pueblo es uno, y todos estos tienen un solo lenguaje; y han comenzado la obra, y nada les hará desistir ahora de lo que han pensado hacer.

 7  Ahora, pues, descendamos, y confundamos allí su lengua, para que ninguno entienda el habla de su compañero».

 8  Así los esparció Jehová desde allí sobre la faz de toda la tierra, y dejaron de edificar la ciudad.

 9  Por esto fue llamado el nombre de ella Babel, porque allí confundió Jehová el lenguaje de toda la tierra, y desde allí los esparció sobre la faz de toda la tierra.

II. LA TORRE QUE NO HACÍA PIE

Vortegirn [un usurpador que ocupaba el trono de Bretaña] convocó a sus magos, les pidió su opinión y les ordenó que le dijeran qué debía hacer [para salvarse de todo peligro]. Le dijeron que se construyese una torre muy recia, a la que podía retirarse a salvo cuando perdiese todas las demás fortalezas. Recorrió gran número de lugares con vistas a encontrar uno adecuado para su torre y llegó al fin al monte Erir, donde, reunidos albañiles de diferentes partes del país, ordenó levantarla. Los obreros comenzaron a poner los cimientos. Sin embargo, lo que ellos construían un día la tierra se lo tragaba al siguiente, de manera que no sabían adónde iba a parar su obra. Lo supo Vortegirn y consultó de nuevo a sus magos, pidiéndoles una explicación del suceso. Estos le dijeron que buscase un muchacho sin padre y que, una vez encontrado, lo matase, regando la argamasa y las piedras con su sangre. Si hacía esto, le aseguraban que los cimientos se mantendrían firmes. Despacha al punto mensajeros a todas las provincias en busca de un joven de esas características. Los enviados llegan a una ciudad que más tarde se llamó Carmarthen y, viendo allí jugando a unos muchachos junto a la puerta de la ciudad, se acercaron a verlos jugar. Fatigados por el viaje, se sentaron en corro, esperando encontrar lo que buscaban. Finalmente, cuando hubo transcurrido la mayor parte del día, una repentina querella surgió entre dos de los jóvenes, cuyos nombres eran Merlín y Dinabucio. En la discusión dijo Dinabucio a Merlín: «¿Por qué intentas rivalizar conmigo, necio? Nunca podrás competir conmigo en nobleza. Yo procedo de sangre real por ambas partes de mi familia. En cuanto a ti, nadie sabe quién eres, pues nunca tuviste padre.»

A estas palabras los mensajeros alzaron sus cabezas y, con los ojos fijos en Merlín, preguntaron a los transeúntes quién era. Estos les dijeron que nadie sabía quién era su padre, pero que su madre era hija de un rey de Demecia y vivía en esa misma ciudad, en la iglesia de San Pedro, junto con varias monjas.

No perdieron el tiempo los enviados. Se dirigieron presurosos al gobernador de la ciudad y le ordenaron en nombre del rey que enviase a Merlín y a su madre a Vortegirn, para que el rey hiciese su voluntad con ellos. Conducidos a su presencia, Vortegirn recibió a la madre con toda cortesía, pues sabía que procedía de noble cuna. Después le preguntó quién era el padre del muchacho. Ella dijo:

«Como vive mi alma y la tuya, mi rey y señor, que no conocí a nadie que me hiciera este hijo. Solo sé una cosa, y es que, mientras me hallaba en mis habitaciones con mis doncellas, solía visitarme alguien bajo la apariencia de un joven muy gentil. A menudo, estrechándome entre sus brazos, me besaba. Tras haber estado conmigo un breve espacio de tiempo, desaparecía súbitamente, de manera que no podía verlo más. Muchas veces, también, cuando yo estaba sentada sola, hablaba conmigo, pero sin hacerse visible. Después de haberme frecuentado de ese modo bastante tiempo, se unió a mí muchas veces, como un hombre lo hace, y me dejó embarazada. Que tu inteligencia decida, mi señor, quién engendró en mí a este muchacho, pues no he conocido ningún otro varón.»

Estupefacto, el rey manda llamar a Maugancio, para que le diga si es o no posible lo que la mujer ha dicho. Traen a Maugancio, quien, después de escuchar toda la historia, punto por punto, dice a Vortegirn:

«He leído en los libros de nuestros sabios y en numerosas historias que muchos hombres han sido concebidos de semejante forma. Como afirma Apuleyo en su tratado De deo Socratis, habitan entre luna y tierra ciertos espíritus a los que llamamos demonios íncubos. Participan de la naturaleza de los hombres y de los ángeles y, cuando quieren, adoptan figuras humanas y cohabitan con mujeres. Quizá uno de ellos se apareció a esa mujer y engendró en ella al muchacho.»

Merlín, que lo escuchaba todo, se acercó al rey y dijo: «¿Por qué nos han traído a mi madre y a mí a tu presencia?»

Vortegirn respondió:

«Mis magos me aconsejaron que buscase a un hombre sin padre. Si consigo regar con su sangre mi torre, esta se mantendrá firme.»

Dijo entonces Merlín:

«Di a tus magos que comparezcan ante mí. Les demostraré que mienten.»

El rey quedó asombrado de lo que acababa de oír. Ordenó venir a sus magos y sentarse frente a Merlín. Este dijo:

«Como no sabéis qué es lo que obstaculiza los cimientos de la torre en construcción, habéis aconsejado que mi sangre se mezcle con la argamasa para que, de ese modo, el edificio se mantenga firme. Pero, decidme, ¿qué es lo que yace oculto bajo los cimientos? Pues no cabe duda de que hay algo que impide mantenerse firme a la torre.»

Los magos, aterrorizados, enmudecieron. Entonces Merlín, también llamado Ambrosio, dijo:

«Mi rey y señor, llama a tus obreros y ordénales cavar en tierra. Bajo ella encontrarás un estanque, que es lo que no permite tenerse en pie a la torre.»

Así se hizo, y encontraron bajo tierra un estanque que hacía el suelo movedizo. De nuevo se acercó Ambrosio Merlín a los magos y les dijo:

«Decidme, aduladores embusteros, ¿qué es lo que hay debajo del estanque?»

Guardaron silencio, incapaces de articular palabra. Y Merlín dijo al rey:

«Ordena vaciar el estanque por medio de canales y verás en el fondo dos piedras huecas y, dentro de ellas, dos dragones durmiendo.»

El rey dio crédito a las palabras de aquel que ya había acertado en lo del estanque, y ordenó vaciarlo. Nada lo había asombrado tanto en su vida como Merlín. También estaban asombrados todos cuantos allí estaban presentes ante tanta clarividencia, y juzgaban que un dios habitaba en él.

(Geoffrey de Monmouth, Historia de los reyes de Britania, tr. de Luis Alberto de Cuenca, Madrid: Alianza, 2004, pp. 153-156.)

 III. EL ESCUDO DE LA CIUDAD
(Franz Kafka)


En un principio no faltó la organización en las disposiciones para construir la Torre de Babel; un orden excesivo, quizá. Se pensó demasiado en guías, intérpretes, alojamientos para obreros y vías de comunicación, como si se dispusiera de siglos. En esos tiempos, la opinión general era que no se podía construir con demasiada lentitud; un poco más y hubieran abandonado todo, y hasta desistido de echar los cimientos. La gente razonaba de esta manera: lo esencial de la empresa es el pensamiento de construir una torre que llegue al cielo. Lo demás es del todo secundario. Ese pensamiento, una vez comprendida su grandeza, es inolvidable: mientras haya hombres en la tierra, existirá también el fuerte deseo de terminar la torre. Por consiguiente no debe preocuparnos el futuro. Al contrario: el saber de los hombres adelanta, la arquitectura ha progresado y seguirá progresando; de aquí a cien años el trabajo para el que precisamos un año se hará tal vez en pocos meses, y más resistente, mejor. Entonces, ¿a qué agotarnos ahora? Eso tendría sentido si cupiera la esperanza de que la torre quedara terminada en el espacio de una generación. Esa esperanza era imposible. Lo más creíble era que la nueva generación, con sus conocimientos superiores, condenara el trabajo de la generación anterior y demoliera todo lo adelantado, para recomenzar. Tales pensamientos paralizaron las energías, y se pensó menos en construir la torre que en construir una ciudad para los obreros. Cada nacionalidad quería el mejor barrio, y esto dio lugar a disputas que culminaban en peleas sangrientas. Esas peleas no tenían fin; algunos dirigentes opinaban que demoraría muchísimo la construcción de la torre y otros que más valía aguardar a que se restableciera la paz. Pero no sólo en pelear pasaban el tiempo; en las treguas se dedicaban a embellecer la ciudad, lo que provocaba nuevas envidias y nuevas peleas. Así pasó el espacio de la primera generación, pero ninguna de las siguientes fue distinta; sólo aumentó la destreza técnica y con ella el ansia guerrera. Aunque la segunda o tercera generación reconoció la insensatez de una torre que llegara hasta el cielo, ya estaban demasiado comprometidos para abandonar los trabajos y la ciudad.

En todas las leyendas y cantos de esa ciudad está presente el vaticinio que anuncia que cinco golpes sucesivos de un puño gigantesco aniquilarán la ciudad. Por esa razón está el puño en el escudo de armas.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

De (más) mujeres encerradas en torres, además de nuestra Rapunzel

En la mitología clásica, la más significativa de entre las mujeres encerradas en torres es quizás Dánae (que en griego significa “sedienta”, curiosa la sed de Delgadina del romance del pasado viernes). El padre de Dánae, decepcionado por no tener hijos varones, consultó el oráculo y le anunció que sería asesinado por el hijo de su hija (o sea, su nieto). Así que no se le ocurrió otra cosa que encerrarla en una torre de bronce (en otras versiones, una cueva). Pero no sirvió de nada, porque Zeus se convirtió en lluvia de oro, la fecundó y así nació Perseo (que efectivamente matará a su abuelo, Acrisio, rey de Argos). Dánae ha sido un personaje muy representado en la historia de la pintura: Tiziano, Rembrandt o Gustav Klimt tienen famosas Dánaes. La representada junto a estas líneas es de Jan Gossaert (1527), y la hemos seleccionado porque aquí aparece encerrada en una torre.


En la tradición judeocristiana, la torre simboliza a la considerada mujer por excelencia, la Virgen María (que es calificada en los textos doctrinales como turris eburnea). Esta asociación nace en el Cantar de los Cantares, libro de la Biblia atribuido al rey Salomón, y desde luego uno de los más bellos. El Cantar de los cantares cuenta una historia de amor entre un pastor y una muchacha, y en uno de sus versículos, el coro describe el rostro de la mujer de la siguiente manera (7:5):

Tu cuello, torre de marfil. Tus ojos, dos piscinas de Hesebón, junto a la puerta Mayor. Tu nariz, como la Torre del Líbano, centinela que mira hacia Damasco”.

A partir de ahí, y haciendo una interpretación alegórica de los textos bíblicos, se considera que si Cristo es la cabeza y el cuerpo la propia Iglesia, la Virgen (torre de marfil) es el cuello, es el modo de conexión entre Cristo y la Iglesia. Además, se destacan dos de sus atributos: la pureza (representada en la blancura del marfil) y la fortaleza de un edificio vinculado siempre a fines defensivos.

Otra mujer de la tradición judeocristiana asociada a la torre es la mártir y santa Bárbara de Nicomedia. En el siglo XIII, el dominico italiano Santiago de la Vorágine contó en su hagiografía La leyenda dorada la vida de esta santa, que comienza así:

“En tiempos del emperador Maximiano vivía en Nicomedia un tal Dióscoro, pagano de religión […]. Tenía este hombre una hija llamada Bárbara, dotada de tan extraordinaria hermosura corporal , que su padre, movido por el intensísimo amor que a su hija profesaba, y para evitar que cualquier varón la viera, hizo construir una altísima torre y la encerró en ella”.

Pero además de ser guapa, Bárbara era inteligentísima, por eso durante su encierro en la torre renunció a casarse, comenzó a leer y “se consagró al estudio de las artes liberales”. Llegó a los oídos de Bárbara que en Alejandría “vivía un hombre llamado Orígenes del que se comentaba […] que era el hombre más sabio del mundo […] y que conocía al Dios verdadero”, y con él estableció Bárbara una correspondencia secreta a espaldas de su padre.

Cuando el progenitor se entera de que ha abrazado la religión cristiana (y que incluso ha hecho construir una tercera ventana en su torre, símbolo de la Santísima Trinidad) no tiene ningún problema en entregarla al gobernador, para que la castiguen, mediante azotes, y hagan escarnio público, paseándola desnuda por su ciudad. Al final, la joven morirá degollada a manos de su propio padre. Eso sí, cuando este descendía la ladera “cayó sobre él desde lo alto del cielo un fuego misterioso que lo abrasó y consumió tan absolutamente que en el lugar donde esto ocurrió no quedaron siquiera las cenizas de su cuerpo” (La leyenda dorada, 2, capítulo CII).

Otra mujer, también desgraciada, asociada a una torre es Elaine, más conocida como “la dama de Shalott”. Este personaje pertenece al llamado “ciclo artúrico”. Vive en Shalott, una isla rodeada por un río que conduce a Camelot. El romántico inglés Alfred Tennyson nos cuenta su desgraciada vida en un poema muy conocido, sobre todo porque los pintores prerrafaelistas ingleses (la de aquí es de Waterhouse) utilizaron esta leyenda en varios de sus cuadros. Dice Tennyson que Elaine está encerrada en una torre presa de una maldición:

Allí, noche y día, teje
un mágico lienzo de alegres colores.
Ha oído un susurro advirtiéndole
que una maldición caerá sobre ella
si mira hacia Camelot.
Desconoce el tipo de que maldición es,
y debido a ello teje sin parar,
sin preocuparse de nada más,
la Dama de Shallot.
Y moviéndose a través de un cristalino espejo
colgado todo el año ante ella,
aparecen las tinieblas del mundo.
Ve la cercana calzada
discurriendo hacia Camelot:
ve los arremolinados torbellinos del río,
los rudos patanes pueblerinos,
y las capas rojas de las muchachas,
provinientes de Shallot.

Pero un día ve a través de su espejo a un apuesto caballero, Lanzarote del Lago, mira hacia Camelot por la ventana y la maldición se cumple… Se marchará hacia el mar en un barco a la deriva…

martes, 15 de diciembre de 2015

Club de lectura: El cuento de nunca acabar


Como el curso pasado, estamos realizando este curso un Club de Lectura con alumnos de la ESO y Bachillerato y dos profesores de Literatura (Carolina y Alejandro). Esta vez estamos trabajando sobre los Cuentos de los hermanos Grimm. En este trimestre hemos partido de Rapunzel o Rapónchigo, y el viaje nos ha llevado hasta múltiples historias sobre doncellas encerradas en torres (santa Bárbara, Delgadina), torres que representan el orgullo humano (Babel, Vortegirn), torres de marfil y otras muchas y variadas. En las siguientes entradas vamos a ir subiendo los materiales de esta experiencia. Recordad que la iniciativa está abierta a la colaboración de cualquiera: podéis sumaros en cualquier momento a nuestras reuniones.

EL CUENTO DE NUNCA ACABAR: 
UNA PUERTA DE ENTRADA A UN MUNDO INFINITO

Cualquier cuento tradicional, como cualquier mito, puede valer como puerta de entrada a todos los demás. Son como habitaciones de un único edificio.

¿Son todos los cuentos el mismo cuento? En la medida en que tratan de un héroe y su misión, puede considerarse que sí. Pero cada uno tiene sus propios rasgos. Blancanieves no es Caperucita, ni esta es Cenicienta. Y Juan sin Miedo no es Pulgarcito, ni este se confunde con el Príncipe Azul.
Hemos elegido el cuento de Rapunzel (Ruiponce, Rapónchigo). Si hubiera que buscar una razón, una buena sería que es un cuento que habla precisamente del acceso a algo que se parece al sentido último de los cuentos: es hermoso, pero está oculto (puede parecer incluso inaccesible) y es preciso mucho amor, y quizá algo de magia, para llegar hasta él. Se trata de un camino apasionante, pero difícil, en el que uno puede quedarse ciego cuando más cerca de la verdad se creía.

Además, es un cuento sobre el que se ha vuelto con frecuencia en los úiltimos años. Los estudios Disney lanzaron en 2010 Enredados (Tangled) , una película de dibujos animados basada en el personaje de Rapunzel, que quedó así incluida en el club de las 'princesas Disney'.

*

¿De dónde procede el cuento? Los hermanos Wilhelm y Jacob Grimm publicaron en 1812 y 1825 (tomos I y II)  la primera edición de sus Cuentos de niños y del hogar, que incluía 156 historias.  En 1857 publicaron la séptima edición, que es la que suele traducirse, y que reúne 211 cuentos. 
En el curso de estas ediciones, los hermanos fueron eliminando detalles que les parecían escandalosos (veremos algunos en el caso de Rapunzel) e introduciendo cambios importantes (por ejemplo, la bruja de Rapunzel no era tal bruja, sino un hada, en la primera edición de la obra). 
Para bien y para mal, los cuentos maravillosos, tal y como los conocemos,  han quedado fijados a partir de sus versiones alemanas recogidas por los Grimm. Para bien porque de ese modo todos los niños (al menos los occidentales) comparten esas referencias, lo que permite que se hagan series de TV, películas, etc, sobre ellas. Para mal porque del mismo modo que esos cuentos tienen versiones alemanas, también las hay francesas, italianas... y españolas. Pero los niños de esos países a menudo no conocen las versiones propias de su cultura, sino las de los Grimm (y a menudo pasadas por el filtro de Disney). Algo haremos para combatir eso y devolverle al texto su condición de una variante entre muchas.

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Érase una vez: es la contraseña que abre la puerta del mundo de los cuentos. Como veremos, también hay fórmulas para cerrarlos.

La historia comienza con un matrimonio sin hijos: por utilizar un término ajedrecístico, se trata de una 'apertura' común a muchos cuentos. Además, queda claro desde el principio que este es un 'cuento de los niños y del hogar', o sea, que habla de la familia, de lo que supone amarse y tener hijos como fruto de ese amor.

Ni el padre ni la madre tienen nombre propio: son personajes típicos (o arquetípicos), definidos por la función que ejercen. Lo mismo le pasa al príncipe que se enamora de Rapunzel. Solo la niña y la bruja (señora Gothel) tienen nombre propio. E incluso sus nombres tampoco son, en cierto modo, como veremos, nombres de verdad.

La casa donde vive la pareja tiene un fuerte simbolismo: aparentemente solo tiene una ventana, y esta no está en la fachada ni en los laterales, sino en la parte de atrás. Desde ella se ve un mundo maravilloso (el jardín de la bruja), que se puede ver pero no tocar. La casa parece un símbolo de la mente humana, y esa ventana trasera da al subconsciente o inconsciente, donde viven los sueños y se crían todos los deseos, pero también donde acechan los mayores peligros. Es, en cualquier caso, un sitio donde uno no manda, por mucho que esté situado en lo más profundo o interior de uno mismo.

Antes de que sepamos que la mujer está embarazada, leemos sin embargo que tiene un antojo (que delata en cierto modo su condición). La planta que se le antoja, el ruiponce o rapónchigo que da nombre al cuento, no suele encontrarse en las fruterías ni en otras tiendas de alimentación: ni siquiera es un fruto, pues lo que se come de ella es, bien la raíz (similar a un nabo), bien las hojas. Comúnmente se la conoce como campanilla, y tiene unas flores azules. Ni las flores ni la raíz son particularmente dulces o sabrosas, por lo que parece claro que en el cuento se ha elegido esta planta por otra razón, que no es sencillo esclarecer.

No faltan un par de pistas, sin embargo. Sabemos que el ruiponce es una plata extraordinariamente fecunda, pues es capaz de fertilizarse a sí misma Desde ese punto de vista, no parece casualidad que se descubra que la mujer está embarazada solo después de haber tomado la planta.

Se ha destacado también que el tallo del ruiponce se divide en dos y sus mitades «se curvan como si fueran las trenzas o rizos de la cabeza de una doncella»: es decir, que la planta recuerda a los cabellos del personaje que lleva su nombre.

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La planta, que crece en el jardín de un hada (versión de 1812) o de una bruja (v. de 1857), es sin duda mágica. Y sabemos que toda magia tiene siempre un precio. En este caso, lo que el cuento plantea tiene mucha lógica: dado que el matrimonio le ha robado a la dueña del jardín un rapónchigo, le tiene que pagar con 'otro'. Ese otro es la hija que van a tener, que también es un rapónchigo porque se va a llamar así (Rapunzel = ruiponce = rapónchigo).

Como todas las drogas, la que toma la madre de la protagonista es adictiva: tras tomarla por primera vez, en vez de sentirse saciada, ve cómo su deseo se triplica (necesita una dosis mayor). La planta le da un plus (de energía, de alegría) que luego hay que pagar con un minus (bajón, resaca, desencanto). Y, como casi todas las drogas, es ilegal —y para consumirla hay que tratarla con personajes siniestros que imponen tratos ventajosos para ellos.

Pistas varias:

El tema de la niña-adolescente-joven presa de una vieja malvada que no la deja ser feliz ni madurar ha sido tratado varias veces por nuestra literatura del XX. Rafael Alberti: El adefesio. García Márquez: La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su desalmada abuela. Lauira Esquivel: Como agua para el chocolate. También Lorca: La casa de Bernarda Alba.

En La Arboleda Perdida Alberti rememora su estancia en Rute, pequeña localidad cordobesa, donde conoció la historia de "la Encerrada":

Allí, en el barrio alto, vivía una hermosa muchacha, conocida en el pueblo y los alrededores por el nombre de "la Encerrada", a la que solamente podía vérsele, siempre en compañía de alguien, tapado el rostro por un velo, durante la misa de alba. Muchas noches subía yo hasta su calle, paseándola de arriba a abajo las horas muertas, en la inútil espera de adivinarla tras las ventanas y balcones, jamás abiertos, de su casa. Corrían sobre esta joven las más raras y hasta torpes leyendas, que todo el pueblo repetía, añadiendo cada cual lo peor de su imaginación. Tanto la madre como las tías que la custodiaban tenían el odio de los hombres, quienes soñaban con la muchacha, deseándola abierta y desvergonzadamente. También mi sueño se llenó de ella, naciendo en mí un sentimiento triste, un silencioso amor, un ansia acongojada de arrancarla de aquellas negras sombras vigilantes que así martirizaban su belleza, su pobre juventud entre cuatro paredes (página 185). (...) Solo supe más tarde que "la Encerrada" de mis primeras canciones rutenas, siguiendo una tradición muy antigua en su pueblo, se había suicidado (página 186).

Heine habló en una ocasión de «la hermosa hija del verdugo», y uno de los grupos más curiosos de los años 60, la Incredible String Band, le dio ese título a su mejor disco, The Hangman's Beautiful Daughter.

viernes, 4 de diciembre de 2015

La nana de Mordred (Alejandra Prieto)


El ciclo artúrico es una creación colectiva que arranca en la Edad Media y llega hasta nuestros días, donde se manifiesta en múltiples formatos. Uno de ellos es la canción pop. La cantautora Heather Dae, especializada en e mundo de Camelot, nos presenta en la canción que sigue a dos de los personajes más inquietantes de ese universo: la bruja Morgana y su hijo, Mordred. Alejandra Prieto nos trae la canción, la traduce y la comenta.

*

MORDRED'S LULLABY
 (Heather Dale, Trial of Lancelot)

 Hush child, the darkness will rise from the deep,
 And carry you down into sleep,
Child, the darkness will rise from the deep,
And carry you down into sleep.

Guileless son, I'll shape your belief,
And you'll always know that your father's a thief,
And you won't understand the cause of your grief,
But you'll always follow the voices beneath.

Loyalty, loyalty,
Loyalty, loyalty,
Loyalty, loyalty,
Loyalty, only to me.

Guileless son, your spirit will hate her,
The flower who married my brother the traitor.
And you will expose his puppeteer behavior,
For you are the proof of how he betrayed her loyalty.

Loyalty, loyalty,
Loyalty, loyalty,
Loyalty, loyalty,
Loyalty, only to me.

Hush child, the darkness will rise from the deep,
And carry you down into sleep,
Child, the darkness will rise from the deep,
And carry you down into sleep.

Loyalty, loyalty,
Loyalty, loyalty,
Loyalty, loyalty,
Loyalty, only to me.

Guileless son, each day you grow older, 
Each moment I'm watching my vengeance unfold.
For the child of my body, the flesh of my soul,
Will die in returning the birthright he stole.

Loyalty, loyalty,
Loyalty, loyalty,
Loyalty, loyalty,
Loyalty, only to me.

Hush child, the darkness will rise from the deep,
And carry you down into sleep,
Child, the darkness will rise from the deep,
And carry you down into sleep.

CANCIÓN DE CUNA PARA MORDRED

Silencio, niño, la oscuridad se elevará desde las profundidades,
y te llevará hacia abajo hasta el sueño.
Niño, la oscuridad se elevará desde las profundidades,
y te llevará hacia abajo hasta el sueño.

Hijo inocente, voy a dar forma a tu creencia,
y siempre sabrás que tu padre es un ladrón,
y no entenderás la causa de tu dolor,
pero siempre seguirás las voces que hay debajo.

Lealtad, lealtad,
lealtad, lealtad,
lealtad, lealtad,
lealtad, solo a mí.

Hijo inocente, tu espíritu la odiará,
la flor que se casó con mi hermano el traidor.
Y expondrás su comportamiento manipulador,
pues tú eres la prueba de cómo él traicionó su lealtad.

Lealtad, lealtad,
lealtad, lealtad,
lealtad, lealtad,
lealtad, solo a mí.

Silencio, niño, la oscuridad se elevará desde las profundidades,
y te llevará hacia abajo hasta el sueño.
Niño, la oscuridad se elevará desde las profundidades,
y te llevará hacia abajo hasta el sueño.

Lealtad, lealtad,
lealtad, lealtad,
lealtad, lealtad,
lealtad, solo a mí.

Hijo inocente, cada día que creces,
cada momento estoy viendo mi venganza desplegarse.
Pues el hijo de mi vientre, la carne de mi alma,
morirá a cambio de la primogenitura que él robo.

Lealtad, lealtad,
lealtad, lealtad,
lealtad, lealtad,
lealtad, solo a mí.

Silencio, niño, la oscuridad se elevará desde las profundidades,
y te llevará hacia abajo hasta el sueño.
Niño, la oscuridad se elevará desde las profundidades,
y te llevará hacia abajo hasta el sueño.

En esta canción, Heather Dale, la autora, interpreta a Morgana, hermana del rey Arturo, con quien ha tenido un hijo incestuoso.

Hace referencia varias veces a la oscuridad, y afirma que esta le sumirá en un profundo sueño, y también habla de unas voces por las que él se deja guiar. Estos términos (oscuridad y voces que manejan a una persona) no suelen implicar nada bueno, ya que el personaje de Mordred está siendo manipulado por su madre. Le habla del odio que siente hacia el rey y de cómo debe llevar acabo su venganza y arrebatarle el trono para quedárselo él.

Hay varias teorías de cómo tuvieron a Mordred:

En una versión Morgana, por error, confunde a Arturo con su marido y le visita en la noche.

En otra, Arturo viola a su hermana, superado por su lujuria.

En la película Excalibur, es Morgana la que confunde a Arturo haciéndose parar por la reina para tener un hijo con él.

En cualquiera de los casos, el descubrimiento del incesto suele ser desastroso, agravándose al escuchar una profecía sobre un niño nacido en el primero de mayo, como era Mordred, que destruirá el reino de Camelot.

Por ello, Arturo envía a todos los bebés nacidos en mayo de los nobles a la muerte en un barco destartalado. El barco se hunde, y el único niño que sobrevive es Mordred, que es rescatado y, finalmente, devuelto a sus padres, aunque Arturo jamás lo acepta como hijo suyo.


ALEJANDRA PRIETO PLAZA