Imaginateca. Biblioteca del IES Augustóbriga
lunes, 12 de mayo de 2025
La pobre niña encerrada en el tiempo
Concurso de leyendas: La leyenda del cuarto fantasma
Hay historias que la gente cuenta y uno no sabe si son reales o inventadas. Pero igual, te dejan una sensación rara. Esta es una de esas historias. Todo empieza de forma simple: un día estás en tu casa y notas que hay una puerta que nunca antes habías visto. Un cuarto que no debería estar ahí. Al principio, piensas que estás despistado, que simplemente no te habías fijado. Pero hay algo extraño. La puerta es antigua, el pomo está un poco oxidado… y, sin saber por qué, te da mala espina. Como si siempre hubiera estado allí, pero tú no la hubieras notado hasta ahora. La mayoría de la gente la ignora. Pero si prestas atención, empiezan a suceder cosas raras.
Olivia era una chica que se mudó a otra ciudad. Encontró un piso pequeño y asequible que tenía salón, cocina, baño y dormitorio. Pero, dos semanas después, apareció la puerta. Estaba en el pasillo, justo frente al baño. Era una puerta vieja, blanca, con el pomo oxidado.
Olivia sabía que esa puerta no estaba allí antes. Al principio, no le dio mucha importancia. Pensó que probablemente no se había fijado bien, que a lo mejor estaba tan cansada de mudarse que no había reparado en ese pequeño detalle. Pero, al abrir la puerta, se encontró con algo aún más extraño. El cuarto estaba completamente vacío. Un suelo de madera, paredes blancas, sin muebles, sin ventanas.
Esa misma noche, Olivia oyó un pequeño golpecito, como si alguien tocara la puerta desde dentro. Se levantó rápidamente y fue a abrir, pero no había nadie dentro del cuarto. Al principio, pensó que todo había sido fruto de su imaginación.
Pero al día siguiente, el pomo estaba caliente, como si alguien lo hubiera tocado. A veces, Olivia sentía una respiración suave cuando pasaba cerca de la puerta o notaba una corriente de aire frío saliendo de allí.
Pasaron
los días y empezaron a suceder cosas aún más extrañas. Un día, cuando
entró al cuarto, vio que algunos objetos estaban fuera de lugar o que no
estaban allí antes. Otro día, se dio cuenta de que su reflejo en el
espejo se movía un segundo después que ella.
Olivia, como muchos antes que ella, intentó ignorar la puerta durante un tiempo. Pero una noche, se dio cuenta de que ya no podía seguir así. Así que, aunque su corazón latía con fuerza, reunió valor y decidió abrirla de nuevo.
En el momento en que dio un paso adentro, una ráfaga de aire frío la envolvió. Se le erizó la piel y un escalofrío recorrió su cuerpo. Entonces, en una esquina del cuarto, vio algo. Era una figura, una persona quieta, mirándola. Olivia sintió que esa figura le resultaba familiar, pero no podía entender por qué.
La figura comenzó a girarse lentamente. Fue entonces cuando Olivia se dio cuenta de que era su propio reflejo, pero sin cara. No tenía ojos, ni boca, ni nada.
La figura empezó a acercarse a ella. Olivia seguía paralizada, incapaz de moverse. De repente, esa figura habló:
—Nunca saldrás de aquí.
Olivia estaba completamente congelada. Quiso gritar, pero no podía emitir sonido alguno. De pronto, la puerta se cerró de golpe, dejándola atrapada en la oscuridad del cuarto. La figura se acercaba más y más, hasta que todo se volvió completamente negro. Lo último que sintió fue que le faltaba el aire.
Al día siguiente, alguien fue a buscarla. Llamaron, pero no hubo respuesta. La puerta estaba cerrada, como si nunca se hubiera abierto. Y nadie volvió a ver a Olivia.
Así que, si algún día estás en casa y ves una puerta que no habías visto antes... no la abras. Y, sobre todo, no entres.
Concurso de leyendas: El monstruo de un solo ojo
Cada vez que paso por la Plaza Vieja, una plaza céntrica de Navalmoral, siempre veo a unas ancianas cuchicheando, sentadas en sus sillas de plástico, blancas, un poco rotas. Una noche de verano, mientras paseaba por allí, me llamó una de ellas, con una gran sonrisa en la cara y el pelo muy blanco. ¿Tú eres de la Carmen, no?, me preguntó. Yo sonreí y asentí, lo que provocó muchos cumplidos hacia mi aspecto. Entonces, una señora de pelo gris arrastró un poco la silla hacia mí y me dijo: ¿Tú sabes que tu abuela vivía en estos pisos, en esos de color azul? Yo volví a asentir. ¿Ella no te contó lo que ocurrió en su edificio cuando era pequeña? Yo no sabía de qué me hablaba y así se lo hice saber. Ella me sonrió y comenzó a contarme una historia apasionante de mujeres que tenían hijos deformes e incendios que ocurrieron de forma muy sospechosa.
Hace muchos años, en los años 50, en estos pisos azules, los que están justo encima de nosotras, vivía una familia de cinco niños. Un día, el hijo mayor de la casa, el más prepotente de ellos, mientras jugaba en la calle, tropezó con una anciana con un velo en el rostro, lo que provocó que la mujer cayera hacia el suelo. Cuando esta le pidió ayuda, él se negó a dársela, alegando que era una vieja sucia y que llevaba el rostro tapado porque debía ser un monstruo. Ante esto, la mujer se puso de pie y se descubrió el rostro, mostrando un único y céntrico ojo. Al ver aquello, el niño empezó a gritar muy fuerte pidiendo ayuda, pero la mujer chasqueó sus dedos y dejó de salir la voz de la boca del niño. Niño malcriado —le espetó la vieja—. A partir de ahora tú y todos los de tu estirpe tendréis un único ojo en la frente, y cada vez que uno de ellos vea la maldad y no haga nada, arderá por dentro como si le prendieran fuego en el alma y con ellos, todo lo de su alrededor. Ante esta maldición, el niño echó a correr hacia su casa y al llegar se miró corriendo en el espejo, aliviado al ver sus dos ojos en la cara y su voz recuperada.
Al día siguiente, el niño se levantó con un solo ojo en la frente. Desde ese día, los hijos de esa familia —y, según cuentan, los descendientes de aquel niño también— comenzaron a nacer con un solo ojo en medio de la frente.
Al principio, intentaban disimularlo con flequillos gruesos, sombreros o simplemente no salían de casa. Pero lo más extraño no era su apariencia, sino lo que sucedía cuando veían alguna injusticia y no hacían nada al respecto: sentían un calor abrumador, una fiebre que les recorría el cuerpo y que terminaba dejándoles marcas en la piel,como si los estuvieran quemando desde adentro.
La familia entera fue cayendo en desgracia. Un día, el hermano más pequeño apareció calcinado en su cama, aunque el colchón estaba completamente intacto. Otro desapareció en la entrada del edificio después de ver cómo unos chicos golpeaban a un perro callejero. Y fue en ese momento cuando comenzaron los incendios extraños. Los vecinos comentaban que, sin razón aparente, algunas habitaciones del edificio se incendiaban espontáneamente, dejando marcas negras en las paredes que parecían ojos, ojos que miraban directamente a quien los observaba.
Desde entonces, nadie quiso quedarse mucho tiempo en esos pisos. La gente empezó a decir que si subías al tercer piso por la noche y no ayudabas a quien necesitara auxilio, algo dentro de ti comenzaría a arder lentamente hasta consumirte.”
Cuando la anciana terminó su historia, se hizo un silencio en el grupo. Yo levanté la vista y miré al edificio azul. Me pareció ver, o tal vez lo imaginé, la sombra de una anciana con parte del rostro cubierto por un velo. Me miró rápido y desapareció, pero, en realidad, nunca sabremos si eso fue real o forma también parte de la leyenda.
Concurso de leyendas: ¿Por qué empezamos a comer cerdo?
Cuenta la leyenda que hace mucho mucho tiempo los seres humanos vivían en una realidad muy limitada por el control del Estado, que no permitía que las personas pudiesen alimentarse libremente.
Debido a los conflictos que la historia había experimentado, un día como cualquier otro se decretó mundialmente que la comida tradicional iba a dejar de distribuirse en supermercados y en todos los lugares. A partir de ese momento, solo se iba a poder comer una especie de fluido un tanto denso de color gris cuya procedencia era desconocida y cuyo racionamiento sería individualizado.
En un principio nadie se cuestionó nada, debido a que teóricamente cubría todos los nutrientes necesarios para subsistir, disminuía la desigualdad social, controlaba el peso de la población, etc.
Pero en un momento dado, dos jóvenes cansados de la monotonía decidieron que la situación no podía continuar así puesto que ya había pasado mucho tiempo desde que el mundo se encontraba en paz, y se había aprendido lo suficiente como para no volver a cometer los mismos errores.
Fue entonces cuando comenzaron a indagar, y tras colarse en una oficina de un familiar encontraron unos archivos que revelaban que la comida con la que se estaban alimentando se había vuelto adictiva para ellos, y que si dejaban de comerla o la sustituían por otra, morirían. Así pues también ponía que la única solución que existía para remediar esta situación era ingiriendo “las representaciones de los ángeles en la tierra”.
Por un tiempo lo dejaron pasar por alto puesto que no lograban comprenderlo, pero un día por casualidad encontraron en mitad de un bosque una especie de crematorio abandonado al cuál decidieron entrar. Estaba cerrado pero decidieron forzar la entrada. Allí encontraron resultados de muchos experimentos, planos, escrituras… Pero uno destacaba entre todos los demás.
En él se explicaba que los alimentos que se estaban repartiendo a los humanos, estaban siendo extraídos de los restos de descuartizar a personas mayores, debido a que los “abuelitos” eran lo más parecido que encontramos a los ángeles en la Tierra, misma bondad, mismos corazones llenos de amor.
Tras enterarse de esto, ambos debieron de sentarse y tras mucho vomitar por el impacto lograron recomponerse.
Cada día, comer lo necesario para sobrevivir se convirtió en una tortura para ellos, pero debían de hacerlo para no morir mientras que buscaban una solución.
La desesperación les había consumido, por lo tanto ya solo les quedaba rezar y plantearle cada noche a Dios una solución diferente, hasta que llegaron a la definitiva.
Le sugirieron si podría sacrificar a las personas cuyos pecados eran imperdonables en lugar de a los abuelitos, dotándolos de esa cualidad que permitía que los humanos pudiesen comerlos.
Dios accedió, pero para que no fuese tan desagradable, los convirtió en cerdos.
Desde este momento los cerdos pasaron a ser el único animal que no tiene la capacidad de mirar hacia arriba, es decir, de mirar hacia el cielo.
De este mismo modo se explica por qué sus ojos y tonalidades son tan similares a los de los seres humanos, y por qué todos aquellos que afirman haber probado la carne humana, aseguran que sabe igual a la de cerdo.
Con el tiempo, el estómago humano pudo recuperar la capacidad de ingerir todos los alimentos, aunque decidieron seguir comiendo cerdo, aunque algunas religiones decidieron abstenerse de esta atrocidad.
Concurso de leyendas: Leyenda de la reina mora y la partera cristiana
Cuenta la leyenda que en mi pueblo, Cañamero, había un castillo hace mucho tiempo. Ese castillo ya no existe, lo mandaron derribar porque se usó para espiar y robar a los peregrinos que iban al monasterio de Guadalupe. Esto me lo contó mi madre el domingo de Pascua, “el día del bollo”, cuando subimos a lo que queda del castillo, como es costumbre, para comernos el bollo de Pascua típico. Ese día, todo el pueblo sube hasta arriba para ver las ruinas del castillo, la Cueva de la Mora y El Mapa de Sangre.
En la época de la leyenda, cuando el castillo todavía estaba en pie, convivían moros y cristianos en paz. En el castillo de Cañamero vivía un rey moro. Su mujer, la reina mora, estaba embarazada y para que todo saliera bien, el rey buscó a una partera cristiana del pueblo. La partera la ayudó y todo salió bien.
Entonces, el rey como recompensa le dijo a la partera que extendiera su mandil y la echó unos puñados de polvos amarillos. La partera bajó por La Jarilla refunfuñando, quejándose del regalo. Con rabia sacudió su mandil y esparció el polvo amarillo por toda la zona porque ella no quería ese regalo tan feo.
El polvo amarillo resultó ser oro, sacado de los acuíferos del río Ruecas, pero ella en ese momento no lo sabía. Desde entonces, se dice que en esa zona hay oro.
Así fue como la partera desperdició el buen regalo de los reyes agradecidos y siguió siendo pobre durante toda su vida.
La moraleja de esta historia podría ser que no hay que desperdiciar lo que alguien agradecido nos regala, aunque en ese momento no lo sepamos valorar.
Esta leyenda la escuchó mi madre cuando yo era muy pequeño e hicimos la ruta de las brujas que se hace en Cañamero en verano -porque, por si no lo sabíais, en mi pueblo había brujas blancas o buenas. Pero eso es otra historia, ¡digo otra leyenda!