jueves, 24 de abril de 2014

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos

Para Sonia Pita

Ayer fue un día curioso. Invocamos en clase de literatura universal los Manes del surrealismo, con sus extrañas casualidades, y pasaron cosas raras. Que no les voy a contar. Pero luego, en clase de cultura clásica, pasó algo también peculiar. Un muchacho había hecho un trabajo sobre el mito de Licaón, el hombre al que los dioses convirtieron en lobo, y surgió como siempre la cuestión del sentido que puedan tener estas historias. Para no cometer una injusticia con ellas, hubo que hablar un poco de la idea, muy extendida por esos mundos, de que el guerrero o el chamán (y también las brujas) tienen un Doble animal, en el que se transforman cuando duermen, o que les acompaña en sus aventuras. Y mencioné de pasada la creencia bretona de que, llegada la hora, la Muerte viene a visitarnos como una copia perfecta de nosotros mismos.

Entonces, sucedió: para mi asombro, una alumna (llamémosla N.) levantó la mano y (sin esperar a que le diera el turno; ¡nunca lo hacen!) añadió: Eso me ha pasado a mí. Como todos nos quedamos a cuadros, disfrutó unos segundos del momento y luego siguió: En un sueño. Y nos lo contó.

Soñaba que estaba en su habitación y que llamaban, abajo, a la puerta. Como suele hacer en estos casos, avisó a gritos a sus padres y a su hermano para que abrieran; pero, como nadie se daba por aludido, acabó bajando a ver quién era. Era ella, claro: o Ella, si lo prefieren. Sin atender a protestas, entró en la casa y se sentó en el sofá a ver la tele. Pero la programación no le gustaba. La soñadora subió a su habitación para desentenderse de la visita, pero desde arriba pudo oír los gritos de la visitante, que tiró el mando a distancia al suelo y se puso toda loca.  Como no veía a sus familiares por ninguna parte, N. , asustada, se dirigió a la ventana de su habitación, para ver si estaban fuera de la casa.  Tras un instante nulo, se encontró cayendo de cabeza, sin recordar haberse tirado. Al mirar arriba, se vio a sí misma asomada a la ventana, sonriendo.

4 comentarios:

  1. El verso que sirve de título al post proviene de un célebre poema de Cesare Pavese:

    VENDRÁ LA MUERTE Y TENDRÁ TUS OJOS

    Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
    esta muerte que nos acompaña
    desde el alba a la noche, insomne,
    sorda, como un viejo remordimiento
    o un absurdo defecto. Tus ojos
    serán una palabra inútil,
    un grito callado, un silencio.
    Así los ves cada mañana
    cuando sola te inclinas
    ante el espejo. Oh, amada esperanza,
    aquel día sabremos, también,
    que eres la vida y eres la nada.

    Para todos tiene la muerte una mirada.
    Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
    Será como dejar un vicio,
    como ver en el espejo
    asomar un rostro muerto,
    como escuchar un labio ya cerrado.
    Mudos, descenderemos al abismo.

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  2. Es un cuento (o sueño) precioso, el de la chica. Digno de Hoffmann.

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  3. Me recuerda mi tocayo Alejandro Parvo esta lectura impresionante del poema de Pavese. ¡Mil gracias!

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  4. Por lo que ellos me han contado a lo largo de los años, yo diría que los desdoblamientos, las historias de Dobles malignos, forman parte importante de los sueños de nuestros adolescentes (y de sus leyendas urbanas, como la de Verónica) y tienen mucho que ver con el paso de la infancia a la adolescencia. Recuerdo uno de hace ya bastantes cursos. Un alumno muy inteligente, R., tuvo un sueño en el que recibía la visita de una sombra que invadía el piso en que vivía con sus padres; como en el sueño de N., los adultos estaban desaparecidos o eran impotentes: R. debía enfrentarse a la sombra en solitario, pero no sabía si sería capaz de hacerlo. Temía que, en vez de vencerla, la sombra le empapara y deglutiera. Las correspondencias con el mundo vigiliar eran notables: R. había sido un buen alumno en la Primaria, pero ahora, en 1º de ESO, le agobiaba la comparación desfavorable con su hermana mayor, una estudiante aplicadísima que estaba a punto de terminar el Bachillerato. Incapaz de ser mejor o igual que ella en ese juego, le tentaba la posibilidad de destacar a la contra: y, por desgracia, lo consiguió. Tardó bastantes años en abandonar la pose de niño malo (niño bueno echado a perder) y liberarse de la agonía.

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