Una historia clásica de fantasmas, en las que se aprecia bien la contigüidad (si no identidad) del mundo de los muertos y el de los sueños. El sueño con difuntos siempre resulta perturbador: uno no sabe si debe entender al muerto del sueño como alguien distinto de sí mismo o como un aspecto de la propia identidad. Tampoco es raro que esas figuras del sueño actúen como Musas, consejeras o suplicantes. Subyace la idea, que ya aparece en Platón, de que mientras la mayoría de los muertos pasan a otro mundo, desde el cual no interactúan con el nuestro, unos pocos, los que han muerto prematuramente y/o en circunstancias trágicas, quedan atrapados entre esto y aquello, repitiendo en un bucle ciertas rutinas (sobre todo, las acciones que llevaron a su muerte). Solo un alma generosa y valiente, como la de la protagonista de esta historia, puede liberar al fantasma de su condena al llevar a cabo en su nombre ciertas acciones (en este caso, darle voz para poder despedirse debidamente de sus padres).
Una historia clásica de fantasmas, en las que se aprecia bien la contigüidad (si no identidad) del mundo de los muertos y el de los sueños. El sueño con difuntos siempre resulta perturbador: uno no sabe si debe entender al muerto del sueño como alguien distinto de sí mismo o como un aspecto de la propia identidad. Tampoco es raro que esas figuras del sueño actúen como Musas, consejeras o suplicantes. Subyace la idea, que ya aparece en Platón, de que mientras la mayoría de los muertos pasan a otro mundo, desde el cual no interactúan con el nuestro, unos pocos, los que han muerto prematuramente y/o en circunstancias trágicas, quedan atrapados entre esto y aquello, repitiendo en un bucle ciertas rutinas (sobre todo, las acciones que llevaron a su muerte). Solo un alma generosa y valiente, como la de la protagonista de esta historia, puede liberar al fantasma de su condena al llevar a cabo en su nombre ciertas acciones (en este caso, darle voz para poder despedirse debidamente de sus padres).
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