sábado, 7 de febrero de 2015

Concurso de Sueños: Jake y la Isla

Me encontraba en una habitación oscura y tenebrosa, pero entre tinieblas algo me iluminaba. Me acerqué sigilosamente, más por miedo que por curiosidad, hasta que estuve tan cerca como para identificar de dónde provenía esa luz: era una pequeña lamparilla.

Había un niño, de estatura media, cabellos cobrizos, ligeramente ondulados y largos, muy  largos. Estaba estudiando sobre unos libros antiguos de páginas amarillentas y llenas de apuntes en los márgenes. Sobre el escritorio donde estaba la lámpara había cientos de libros más amontonados, formando una especie de castillo a su alrededor.  Entonces el niño se levantó. Yo, asustada al darme cuenta de que notaba mi presencia, no pude ni siquiera parpadear, estaba paralizada. Entonces fue cuando se agachó y abrió una pequeña compuerta que se escondía debajo del siniestro escritorio, dejando salir un potente destello de luz y algo de arena fina que penetró en la habitación.

http://www.taringa.net/posts/imagenes/16622622/Jacek-Yerka-Pintura-Surrealista.html

Sin mirar hacia atrás entró directamente por la pequeña puerta, y yo le seguí. Era una hermosa playa lo que allí se escondía, y en su orilla una vieja barca. Fue en ese momento cuando intenté hablar con el niño por primera vez, porque vi que se montaba en la barca sin mí, y yo sin duda no quería perderme aquel lugar. Dejó que me montara, pero sin mediar palabra alguna. Durante el viaje "a ciegas", pues no sabía adónde me llevaba, me estuve planteando continuamente si era mudo o no.

Por fin llegamos a una isla paradisíaca, dotada de árboles frutales de todo tipo y de animales que nunca hubiese podido imaginar. Atravesamos la jungla tropical en busca de un refugio, pues estaba oscureciendo y parecía que iba a llover, al menos esos truenos no tenían buena pinta.  Decidimos hacerlo nosotros mismos y empezamos a recolectar ramas, troncos, hojas... todo lo que pensábamos que nos podía ayudar a construir el refugio. Una vez pasada la noche tormentosa, por la mañana, le dije al niño:

—¡Buenos días!  ¿Vamos a pescar algo para el desayuno?

Pero el niño no contestó. Le hice unas cuantas preguntas más, pero no contestó ninguna,  hasta que desesperada y segura de que no contestaría, le pregunté:

—¿Cómo te llamas?

EI niño comenzó a escribir en la arena hasta que, por fin, pude leer:

JAKE

Lo primero que pensé es que, al menos, su nombre era más sencillo que hablar con él. Empezó a caminar hacia adelante, completamente decidido, paso firme y mirada al frente; yo iba detrás, alucinada por el paisaje, tanto que no me di cuenta de lo mucho que nos habíamos alejado de la puertecilla. Lo cierto es que cuando me acordé de volver la mirada no supe realmente si la misteriosa puerta seguía allí o había desaparecido. No me preocupaba, tenía a ambos lados un paraíso de ensueño, pensé que sin duda era el lugar más bello que existía. Aún lo recuerdo casi con total claridad...


Allá por el segundo o tercer día, empecé a notar cosas extrañas en la isla. Cuando iba a pasear por la orilla, vi a una chica llorando.

—¿Qué te pasa, por qué lloras? —le pregunté con cierta empatía y amabilidad.

—Es que...  alguien...  no...  No quiere que yo... —contestó entre sollozos.

En ese momento un chico llegó corriendo. muy cansado, con montones de lágrimas recorriendo su rostro y le dijo a ella:

—¡Anna, no llores! Me da igual que a mi padre no le gustes como esposa, yo te quiero, Anna, ¿quieres casarte conmigo? —dijo el chico repleto de emoción, secándose las lágrimas.

—Pero John, ¡sabes que esto es un amor prohibido! —después de un silencio de mutua resignación,  continuó—. Si tu padre se entera, nos hechizará y moriremos, yo no puedo resistirme a lo que siento por ti. No quiero que te pase nada, John, tenemos que olvidar este amor para siempre —contestó Anna, triste también porque la seguridad que reflejaban sus palabras no era creíble ni siquiera por ella.

—No, por favor, yo te amo, sin ti moriré. Prefiero morir contigo que morir triste, sin que estés a mi lado —finalizó el chico, decidido a estar junto a ella.

Se abrazaron. Se abrazaron fuertemente y sin más discusión los dos sabían cuál era la decisión que habían tomado.

Cuando el padre del chico se enteró de que no sólo amaba a Anna sino que quería casarse con ella, les hechizó, para que su amor se destrozara. Desde su casa, reuniendo todos los objetos místicos necesarios fabricó el hechizo fatal. En su mano derecha una rosa negra, en la izquierda su libro de conjuros: si John y Anna llegaban a besarse, serían convertidos para siempre en mariposas, nunca más volverían a estar juntos.

John ya sabía el tipo de hechizos que su padre realizaba, sabía que aun tratándose de su hijo, la obsesión que le llevaba a impedir este amor haría que llegase a desear su muerte. Aun así, todo estaba ya decidido. Fueron a la playa esa misma tarde, estaba empezando a anochecer y la marea estaba bajando, pequeñas olas llegaban a la orilla en forma de espuma. Los enamorados, destinados a morir, se tumbaron en la arena, y allí entre besos y caricias pusieron fin a su historia.

http://www.fahrenheitmagazine.com/cultura/artesletras/todo-puede-suceder-en-el-mundo-de-christian-schloe/

Después de este manantial de emociones, regresé al refugio, extrañada, asustada, sorprendida mientras que Jake estaba tumbado en una cama colgante que se había fabricado esa misma mañana con unas cuantas hojas y ramas que había encontrado por el sendero.

Por la tarde, Jake me enseñó a contemplar la belleza del cielo y estuvimos jugando a pensar qué formas dibujaban las nubes. Yo adiviné una estrella, Jake adivinó un caballo saltando por encima de una valla hacia una preciosa pradera llena de pastos frescos, y me explicó cada detalle señalando con su dedo. Está claro que tenía más práctica que yo, por no hablar de su asombrosa imaginación.

Era hora de regresar al refugio, pero antes hicimos una pequeña parada en el mar, para pescar la cena. Hicimos una pequeña hoguera y asamos el pescado. Mmm... ¡estaba delicioso!

A la mañana siguiente fui a dar un paseo con Jake por la extensa jungla y nos encontramos en uno de sus rincones unas escaleras que se hundían en la tierra. Parecía haber luz debajo, así que bajamos para ver lo que había. Ni siquiera él parecía haber visto aquel lugar. De repente, la luces que iluminaban todo el recorrido se apagaron. Volvieron a encenderse, miré hacia atrás y. .. ¿Jake?
No sabía dónde se había metido aquel chico. Asustada, quise retroceder hacia la salida, pero no pude pues las escaleras habían desaparecido. Seguí bajando pues no tenía otra opción y pensé que tal vez encontraría otra forma de salir de allí. Tras descender largo tiempo, llegué a una sala luminosa, cuadrada, llena de mosaicos en sus paredes y un suelo de mármol azul. Sus techos eran muy muy altos, con una cúpula que marcaba un círculo rojo en su punto más alto. Miré hacia alrededor y había todo tipo de instrumentos de astronomía y medición. Catalejos extraños de color dorado, brújulas que marcaban decenas de puntos cardenales, mapas plegables que parecían no poder desdoblarse de tanto polvo como soportaban, telescopios de todos los tamaños... Ah, y un terrorífico payaso que, pintado en un cuadro, parecía seguirme con su mirada.
De repente me tropecé con algo, caí sobre una palanca, sonó un estruendo y, para mi asombro, la cúpula con el círculo rojo se partió a la mitad. Comenzó a separarse en dos partes y cayó justo a mi lado un enorme pedrusco y kilos de tierra y piedras pequeñas.

—¡Chsst, chsst! —escuché desde arriba una especie de llamada.

Era Jake, desde esa altura parecía una hormiguita pero lo reconocí, además no podía ser otro. Parecía querer ayudarme a salir de allí. Me tiró una bolsa transparente llena de agua, tardó unos 20 segundos en caer, y la cogí al vuelo antes de que explotara en el suelo.

Observé la bolsa por si escondía algo especial, y así era: un diminuto caballito de mar. Yo no entendía nada, pero Jake parecía mirarme desde arriba con cara de haber solucionado todo. No entendía cómo ese caballo iba a sacarme de allí, ni siquiera sabía si era por eso que Jake me lo lanzara.

Abrí la bolsa. No iba a preguntar nada a Jake, pues a estas alturas sabía que serviría de poco.
Tuve cuidado de no derramar el agua que daba vida al caballito de mar, pero cuando abrí la bolsa comenzó a brillar cada vez más y a crecer con una velocidad espantosa. Cuando me di cuenta de que ya ni siquiera cabía en la bolsa, lo solté. Solté la bolsa y antes de que ésta cayese al suelo el animal ya era casi tan grande como yo.

Estaba tan sorprendida que no me di cuenta de que el caballito no había caído al suelo, miré a Jake pero estaba tan sereno como siempre. Cuando volví la mirada hacia el caballito de mar, si es que lo era, vi sus alas agitándose para mantenerle a la altura de mi cabeza. Había visto caballos de tierra, también de mar, ¡pero no un caballo que volase, era un caballo de aire! Entonces como si algo me dijese lo que tenía que hacer, supe que ese caballito de mar o aire me sacaría volando de aquel extraño lugar.

http://culturacolectiva.com/el-fandango-surrealista-de-schloe/

Con todas mis fuerzas me agarré a él y esperé a que volase hacia la superficie para reencontrarme con Jake. Dudé unos segundos si el animal volaría para salvarme, y cuando menos lo esperaba lo hizo. Me llevó hasta arriba de una manera tan alegre que no sentí ni una pizca de miedo. Quise darle las gracias a Jake por haberme salvado, le di un abrazo y le dije:

—Gracias por todo Jake.

—De nada —dijo él.

No esperaba que contestase pues estaba segura de que era mudo. Tal impresión me causó que me desmayé. Entonces, al poco tiempo, abrí vagamente los ojos y vi a Jake intentando reanimarme:

—¡Chsst! ¡Chss! ¡Despierta!

En ese momento me desperté. Pero nada parecido fue lo que vi a una isla rodeada de altas palmeras, de árboles de suculentas frutas, animales exóticos y aguas cristalinas. Esta vez era madre llamándome para ir a la escuela.

1 comentario:

  1. El relato brota naturalmente de los cuadros elegidos (de Jacek Yerga y Christian Schloe), de modo que no sabemos si la autora los ha reunido antes o después de alumbrar la trama. La imagen de los amantes deshaciéndose en mariposas es especialmente poderosa. Recordemos que psyché, 'alma', significa también en griego 'mariposa'. La isla tropical, con sus 'árboles de suculentas frutas', es un lugar de resonancias edénicas, con lo que no sorprende la presencia en ella de una pareja, doble en este caso: la narradora y Jake, Anna y John. 'John' y 'Jake' son variantes del mismo nombre, lo que parece confirmar que las dos parejas se miran en un espejo. Como suele pasar con las parejas paradisíacas, la relación no es tan armoniosa como el entorno podría sugerir: Jake es reservado y enigmático, y John tiene un padre poderoso (¿eco del celoso Jehová?) que se opone a la unión de su hijo con una mujer de clase inferior. Uno piensa en aquellos hijos de Dios que se unieron, contra la voluntad de este, con las hijas de los hombres, o sea, con las mujeres mortales, y engendraron en ellas a los Gigantes, según se cuenta en el Génesis 6: 1-4.

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