miércoles, 9 de enero de 2019
VI Concurso de sueños: La realidad de un sueño
Pensé que estaba soñando cuando me dijiste que me amabas. El color de tus palabras pintó mi
vida.
Me encuentro en el suelo del cuarto de nuestros recuerdos, con una botella de Jägger en la
mano, mirando al techo. La botelta está seca pero mis ojos intentan no ahogarse. Morfeo toma
mi alma y me lleva lejos de allí, a un lugar que conocía muy bien: tu mirada.
lnvierno de 1985, Somebody to love sonaba de fondo en aquella habitación llena de
universitarios alocados, pero en mi mente solo estabas tú. Me miras y siento que el corazón se
me va a salir delpecho. Camino hacia ti y te susurro al oído la letra de la canción. Te ríes muy
bajito, pero lo oigo. Clavas tus ojos azules en mí y siento cómo la sangre brota de mi pecho por
lo afiladas que están tus pestañas. Tenías una botella de Jägger en la derecha y con la izquierda
te agarrabas a mi cuello. Aquella noche conocí un yo que ni siquiera sabía que existía, y, la
verdad, me aterrorizaba a la vez gue me encantaba.
Pasaban los días y no te veía, estaba desesperado por volver a verte y lo único que podía hacer
era preguntarle a la gente por ti, pero nadie sabía dónde estabas. Cada vez se me hacía más
difícil recordar el azul de tus ojos, y cuando este iba a desaparecer en el olvido, apareciste de
repente. Estabas al final del pasillo de la universidad y me disponía a ir detrás de ti cuando el
timbre sonó y una oleada de gente hizo que te perdieras en la bahía. Creyendo que toda mi
suerte se había acabado, te volví a ver en la salida, y esa vez pude hablar contigo. Conversamos
por largo rato y finalmente te pregunté dónde habías estado todo este tiempo. Tu respuesta,
por algún motivo que desconocía, no me sorprendió. Me dijiste que habías estado soñando. El
sonido de tu voz era cálido como una tarde de primavera y no solo me enamoré de él, sino también de ti. Pasaban las tardes de invierno y cada vez pasábamos más tiempo juntos. Ese
invierno me enseñaste a soñar. No me había dado cuenta de que vivía en una vida en blanco y
negro hasta que me enseñaste los colores del amor.
Llegó la primavera y una noche de mayo me dijiste que me amabas. Aquella noche las estrellas
y los planetas se giraron hacia nosotros, el universo entero nos miraba.
Poco a poco, se me hacía más difícil distinguir lo que era un sueño de lo que no cuando estaba
contigo. Ese sentimiento me daba miedo, pero tu sonrisa lo ahuyentaba; no obstante, ese temor
me perseguía las noches de verano. Era como una carga sobre mi espalda y apenas podía
levantarlo. Tú eras una soñadora nata y yo no era más que un novato. Sentía que tú eras la que
creaba mis sueños. Un día me contaste todos tus sueños mientras cantabas Love of my life y el
miedo me devoró, quitándome tu hechizo, y empecé a hablarte de realidades, sintiendo que
todo lo que había vivido contigo era mentira. Tú me miraste confundida e incluso noté
desconfianza en tus ojos, pero yo ya no aguantaba más. Te alejaste de mí y la pena invadió mi
corazón. Desapareciste como desaparecen los sueños al despertarnos por la mañana.
Después de un tiempo soñé contigo. Soñé que te veía a lo lejos, y caminé hacia donde estabas,
pero tú seguías muy lejos. Corrí detrás de ti, pero nunca te alcanzaba. Derrotado, te miré y vi las
alas que tanto amabas, las alas de tus sueños, de tu libertad. Comenzaste a volar y yo,
consternado, me fabriqué unas con nuestras promesas. Volé hacia ti y cuando estuve lo
suficientemente cerca como para sentir tu olor, mis alas se rompieron y caí. Caí en tu corazón,
pero estaba vacío, así que seguí cayendo hasta que noté el impacto con la realidad. El golpe fue
terriblemente doloroso, porque descubrí la verdad: tu libertad era más fuerte que todas
nuestras promesas, que estaban rotas. De repente, me encontré en el fondo del mar, en tus ojos. Rápidamente aguanté la respiración mientras nadaba hacia la superficie, pero cuando
llegué y saqué la cabeza, ansioso de tomar aire, mis pulmones se llenaron de agua y me empecé
a ahogar. Mi cuerpo se sumergió de nuevo en tu mirada y descubrí que podla respirar. No
entendía nada, el cielo me ahogaba, pero podía respirar en el mar... ¿acaso estaba nadando en
el cielo y respirando en el agua? Recordé que así me sentía cuando estuve cont¡go, y escuché de
nuevo lo que me dijiste la noche en la que confundf la realidad con un sueño:
"No digas que nuestro amor fue un sueño".
Me despierto sobrecogido y llevo la botella de Jägger hacia mis labios. Tomo una decisión. Me
levanto sin mirar atrás, salgo de la habitación, la cierro con llave y la meto en la botella. Con
todas mis fuerzas, la lanzo al horizonte para que se pierda en él.
Voy a buscar mis sueños sin que dependan de ti.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Excelente y bonito!!
ResponderEliminar