Siento alguien dentro, canta Ana Torroja en El amante de fuego, de Mecano: me quema y me da miedo, me habla, me grita que tengo que ser fiel, que mi alma es de él. Por los mismos años de la movida madrileña, un grupo mucho más hardcore, Parálisis Permanente, cantaba a gritos: Tengo un pasajero / dentro de mi cuerpo. En esta última letra resuena, sin duda, el título de Alien, el octavo pasajero, de Ridley Scott, aquella película que en 1979 anunciaba toda una década de fantasías y pesadillas sobre infiltraciones, implantes y parásitos. Un imaginario aterrador en el que puede verse el reflejo siniestro, vuelto cual calcetín, de la búsqueda del yo interno o secreto que había animado la Contracultura de los 60 y primeros 70 —del Doble, en definitiva. Una quest (o su contrario: la huida) que continúa su desarrollo en nuestros días, con la obsesión por la seguridad informática: mientras unos pocos viven convencidos de que un visitante extraterrestre, moderno íncubo o súcubo, entra de noche en su dormitorio (son las delicias de la parálisis consciente del sueño y las sensaciones alucinadas que la acompañan), muchísimos más (¿ya casi todos?) viven inquietos por la idea de que alguien entre en su ordenador y encuentre allí claves, contraseñas, fotografías, correos, memorias, planes y otros datos personales: otro avatar del verdadero yo, volcado, como en los cuentos tradicionales les pasa a ciertos villanos, en un alma externa: la memoria de discos duros, cámaras fotográficas y de vídeo, teléfonos cada vez más inteligentes y babélicos. A todos, en fin, nos acecha de cerca la amenaza del cáncer, ese crecimiento sordo en nuestro organismo de un tumor que prolonga nuestro cuerpo pero ha dejado de formar parte ordenada de él.
En este contexto, las historias que cuentan nuestros conciudadanos musulmanes sobre genios que entran en el cuerpo de los humanos trayéndoles la enfermedad y la muerte (de las que recogimos y comentamos una buena muestra en nuestro libro El aula encantada) constituyen una de las capas de esta enorme cebolla imaginaria, la más arcaizante. Hay en ellas un poso antiquísimo: la explicación de la enfermedad como posesión por un espíritu maligno, que fue una vez el discurso oficial, allá en Babilonia, y que milenios de medicina primero hipocrática y luego propiamente científica no han conseguido sanear del todo. Las enfermedades psicológicas, en especial, plantean problemas de desdoblamiento o quiebra de la personalidad que le dan un sentido literal a la observación (¿poética? ¿pesadillesca?) del poeta Arthur Rimbaud: a veces, literalmente, yo es otro, un Doble que viaja con nosotros y que al negarnos quizá, a su siniestra manera, nos completa. Así, como en la canción de Mecano con la que abríamos esta entrada, el genio que posee al protagonista en la narración que sigue (una de las últimas que hemos recopilado este curso, en nuestro taller de leyendas) es de sexo contrario al suyo y pretende convertirse en su media naranja: Si no te casas conmigo, te mato. Si el muchacho conociera el folklore español, bien podría haber replicado con los versos de la famosa copla:
¿Cómo quieres que te quiera
si me estás amenazando?
El día que sea tuyo,
la muerte me está esperando.
En otros relatos de planteamiento similar, lo que hace la ŷinn es apoderarse de los mandos, cambiando la identidad sexual del poseído (planteando así una vía de explicación del fenómeno de la transexualidad, que sería para estos creyentes una patología de origen diabólico).
Por no fatigar al lector ni el espacio, quede solo planteada la relación evidente de estas historias con otras bien conocidas en Occidente: las de la posesión diabólica y su correspondiente exorcismo. Fijémonos, mejor, en la línea final del relato, que plantea, de forma ejemplar e inusitada, la que quizá sea la función esencial de estas leyendas: borrar la distinción entre lo extraordinario y lo normal, lo sobrenatural y lo ordinario. Si la madre contaba su historia de sus hijos, muertos por culpa de la ŷinn, como una leyenda es porque, a su vez, las leyendas se cuentan como si fueran las historias propias de nuestros allegados (los famosos amigos de un amigo), cuando no las nuestras.
*
El chico muerto por culpa del ŷinn
Recopiladora: Mariam El Madhoun, nacida en 1998.
Informante: Su madre, Nadia Stitou, nacida en 1974.
Fecha: 15-04-2012.
Esto son dos hermanos que iban a la feria, uno se fue a un río que había por el lado de la feria, se puso a nadar y le entró un ŷinn que era una chica. El chico que estaba nadando se puso enfermo y con mucha fiebre, se le llevaron a casa y cada vez que se iba a dormir la ŷinn se levantaba y le decía:
—Si no te casas conmigo, te mato.
Y él decía:
—Prefiero morir antes de casarme contigo.
Y así llevaba casi una semana. El pobre chico se cansó de ella y se fue a la panadería de su hermana y cogió su cinturón y se ahorcó allí. Después de unas horas, vino su hermana para abrir la panadería y le vio ahí. Se puso a dar voces y como estaba embarazada de tantas voces perdió el hijo, la gente después de escuchar las voces fueron corriendo a ver qué pasaba, los vieron a los dos y se los llevaron, la chica al médico y el chico al entierro. La chica salió del médico y se quedó enferma como un mes más o menos y despues se murió ella también, y la madre de los dos hijos muertos se quedó llorando porque perdió a sus dos únicos hijos, y cuando se lo contaba a alguien se lo contaba como una leyenda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario