martes, 15 de diciembre de 2015

Club de lectura: El cuento de nunca acabar


Como el curso pasado, estamos realizando este curso un Club de Lectura con alumnos de la ESO y Bachillerato y dos profesores de Literatura (Carolina y Alejandro). Esta vez estamos trabajando sobre los Cuentos de los hermanos Grimm. En este trimestre hemos partido de Rapunzel o Rapónchigo, y el viaje nos ha llevado hasta múltiples historias sobre doncellas encerradas en torres (santa Bárbara, Delgadina), torres que representan el orgullo humano (Babel, Vortegirn), torres de marfil y otras muchas y variadas. En las siguientes entradas vamos a ir subiendo los materiales de esta experiencia. Recordad que la iniciativa está abierta a la colaboración de cualquiera: podéis sumaros en cualquier momento a nuestras reuniones.

EL CUENTO DE NUNCA ACABAR: 
UNA PUERTA DE ENTRADA A UN MUNDO INFINITO

Cualquier cuento tradicional, como cualquier mito, puede valer como puerta de entrada a todos los demás. Son como habitaciones de un único edificio.

¿Son todos los cuentos el mismo cuento? En la medida en que tratan de un héroe y su misión, puede considerarse que sí. Pero cada uno tiene sus propios rasgos. Blancanieves no es Caperucita, ni esta es Cenicienta. Y Juan sin Miedo no es Pulgarcito, ni este se confunde con el Príncipe Azul.
Hemos elegido el cuento de Rapunzel (Ruiponce, Rapónchigo). Si hubiera que buscar una razón, una buena sería que es un cuento que habla precisamente del acceso a algo que se parece al sentido último de los cuentos: es hermoso, pero está oculto (puede parecer incluso inaccesible) y es preciso mucho amor, y quizá algo de magia, para llegar hasta él. Se trata de un camino apasionante, pero difícil, en el que uno puede quedarse ciego cuando más cerca de la verdad se creía.

Además, es un cuento sobre el que se ha vuelto con frecuencia en los úiltimos años. Los estudios Disney lanzaron en 2010 Enredados (Tangled) , una película de dibujos animados basada en el personaje de Rapunzel, que quedó así incluida en el club de las 'princesas Disney'.

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¿De dónde procede el cuento? Los hermanos Wilhelm y Jacob Grimm publicaron en 1812 y 1825 (tomos I y II)  la primera edición de sus Cuentos de niños y del hogar, que incluía 156 historias.  En 1857 publicaron la séptima edición, que es la que suele traducirse, y que reúne 211 cuentos. 
En el curso de estas ediciones, los hermanos fueron eliminando detalles que les parecían escandalosos (veremos algunos en el caso de Rapunzel) e introduciendo cambios importantes (por ejemplo, la bruja de Rapunzel no era tal bruja, sino un hada, en la primera edición de la obra). 
Para bien y para mal, los cuentos maravillosos, tal y como los conocemos,  han quedado fijados a partir de sus versiones alemanas recogidas por los Grimm. Para bien porque de ese modo todos los niños (al menos los occidentales) comparten esas referencias, lo que permite que se hagan series de TV, películas, etc, sobre ellas. Para mal porque del mismo modo que esos cuentos tienen versiones alemanas, también las hay francesas, italianas... y españolas. Pero los niños de esos países a menudo no conocen las versiones propias de su cultura, sino las de los Grimm (y a menudo pasadas por el filtro de Disney). Algo haremos para combatir eso y devolverle al texto su condición de una variante entre muchas.

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Érase una vez: es la contraseña que abre la puerta del mundo de los cuentos. Como veremos, también hay fórmulas para cerrarlos.

La historia comienza con un matrimonio sin hijos: por utilizar un término ajedrecístico, se trata de una 'apertura' común a muchos cuentos. Además, queda claro desde el principio que este es un 'cuento de los niños y del hogar', o sea, que habla de la familia, de lo que supone amarse y tener hijos como fruto de ese amor.

Ni el padre ni la madre tienen nombre propio: son personajes típicos (o arquetípicos), definidos por la función que ejercen. Lo mismo le pasa al príncipe que se enamora de Rapunzel. Solo la niña y la bruja (señora Gothel) tienen nombre propio. E incluso sus nombres tampoco son, en cierto modo, como veremos, nombres de verdad.

La casa donde vive la pareja tiene un fuerte simbolismo: aparentemente solo tiene una ventana, y esta no está en la fachada ni en los laterales, sino en la parte de atrás. Desde ella se ve un mundo maravilloso (el jardín de la bruja), que se puede ver pero no tocar. La casa parece un símbolo de la mente humana, y esa ventana trasera da al subconsciente o inconsciente, donde viven los sueños y se crían todos los deseos, pero también donde acechan los mayores peligros. Es, en cualquier caso, un sitio donde uno no manda, por mucho que esté situado en lo más profundo o interior de uno mismo.

Antes de que sepamos que la mujer está embarazada, leemos sin embargo que tiene un antojo (que delata en cierto modo su condición). La planta que se le antoja, el ruiponce o rapónchigo que da nombre al cuento, no suele encontrarse en las fruterías ni en otras tiendas de alimentación: ni siquiera es un fruto, pues lo que se come de ella es, bien la raíz (similar a un nabo), bien las hojas. Comúnmente se la conoce como campanilla, y tiene unas flores azules. Ni las flores ni la raíz son particularmente dulces o sabrosas, por lo que parece claro que en el cuento se ha elegido esta planta por otra razón, que no es sencillo esclarecer.

No faltan un par de pistas, sin embargo. Sabemos que el ruiponce es una plata extraordinariamente fecunda, pues es capaz de fertilizarse a sí misma Desde ese punto de vista, no parece casualidad que se descubra que la mujer está embarazada solo después de haber tomado la planta.

Se ha destacado también que el tallo del ruiponce se divide en dos y sus mitades «se curvan como si fueran las trenzas o rizos de la cabeza de una doncella»: es decir, que la planta recuerda a los cabellos del personaje que lleva su nombre.

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La planta, que crece en el jardín de un hada (versión de 1812) o de una bruja (v. de 1857), es sin duda mágica. Y sabemos que toda magia tiene siempre un precio. En este caso, lo que el cuento plantea tiene mucha lógica: dado que el matrimonio le ha robado a la dueña del jardín un rapónchigo, le tiene que pagar con 'otro'. Ese otro es la hija que van a tener, que también es un rapónchigo porque se va a llamar así (Rapunzel = ruiponce = rapónchigo).

Como todas las drogas, la que toma la madre de la protagonista es adictiva: tras tomarla por primera vez, en vez de sentirse saciada, ve cómo su deseo se triplica (necesita una dosis mayor). La planta le da un plus (de energía, de alegría) que luego hay que pagar con un minus (bajón, resaca, desencanto). Y, como casi todas las drogas, es ilegal —y para consumirla hay que tratarla con personajes siniestros que imponen tratos ventajosos para ellos.

Pistas varias:

El tema de la niña-adolescente-joven presa de una vieja malvada que no la deja ser feliz ni madurar ha sido tratado varias veces por nuestra literatura del XX. Rafael Alberti: El adefesio. García Márquez: La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su desalmada abuela. Lauira Esquivel: Como agua para el chocolate. También Lorca: La casa de Bernarda Alba.

En La Arboleda Perdida Alberti rememora su estancia en Rute, pequeña localidad cordobesa, donde conoció la historia de "la Encerrada":

Allí, en el barrio alto, vivía una hermosa muchacha, conocida en el pueblo y los alrededores por el nombre de "la Encerrada", a la que solamente podía vérsele, siempre en compañía de alguien, tapado el rostro por un velo, durante la misa de alba. Muchas noches subía yo hasta su calle, paseándola de arriba a abajo las horas muertas, en la inútil espera de adivinarla tras las ventanas y balcones, jamás abiertos, de su casa. Corrían sobre esta joven las más raras y hasta torpes leyendas, que todo el pueblo repetía, añadiendo cada cual lo peor de su imaginación. Tanto la madre como las tías que la custodiaban tenían el odio de los hombres, quienes soñaban con la muchacha, deseándola abierta y desvergonzadamente. También mi sueño se llenó de ella, naciendo en mí un sentimiento triste, un silencioso amor, un ansia acongojada de arrancarla de aquellas negras sombras vigilantes que así martirizaban su belleza, su pobre juventud entre cuatro paredes (página 185). (...) Solo supe más tarde que "la Encerrada" de mis primeras canciones rutenas, siguiendo una tradición muy antigua en su pueblo, se había suicidado (página 186).

Heine habló en una ocasión de «la hermosa hija del verdugo», y uno de los grupos más curiosos de los años 60, la Incredible String Band, le dio ese título a su mejor disco, The Hangman's Beautiful Daughter.

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