La revista de humor La Codorniz, que se publicó en España entre 1941 y 1978, tenía constantes problemas con la censura franquista, pero en ocasiones lograba colarles un gol a los encargados de mantener a raya a la publicación. Una de esas veces fue cuando el dibujante Enrique Herreros dibujó a una hermosa mujer en traje de baño frente a la emblemática torre inclinada de Pisa. El dibujo era completamente inocente —hasta que uno caía (los censores no lo hicieron) en que la torre del dibujo no estaba inclinada, sino completamente (e)recta.
Pero la torre es también un símbolo femenino. Dentro de la alegoría que convierte la seducción en un asedio militar, una conquista, el amante decidido a lograr el corazón de una dama ve en el orgullo y el pudor de esta una fortaleza o torre que él debe minar o derribar. La metáfora afecta también al físico de la dama: la torre representa a la vez su altura (eres alta y delgada, morena) y su altanería, y se identifica a menudo con su talle o con su cuello, retomando el simbolismo bíblico de la torre de marfil.
En la poesía española de tradición oral encontramos a menudo este uso de la torre como símbolo de la dama que se resiste al asedio masculino:
Anda, ve y dile a tu madre,
si no me quiere por pobre,
que el mundo da muchas vueltas
y ayer se cayó una torre.
(Tradicional)
Moralita, gentil moralita,
tanto orgullo no de debes tener,
porque al fin eres una de tantas
y torres más altas se han visto caer.
(Tradicional)
Federico García Lorca, siempre atento a la poesía popular, estiliza el símbolo al presentarnos en uno de sus romances, Arbolé, arbolé, a un conquistador (el viento, personificado) que se enamora de una muchacha y la galantea. El narrador nos presenta así a la niña y su pretendiente:
La niña del bello rostro
está cogiendo aceituna.
El viento, galán de torres,
la prende por la cintura.
Pero, como todos los símbolos, también este es reversible. Bécquer le da la vuelta al identificarse con una torre que desafía con su solidez al huracán, imagen de la amada acostumbrada a arrasar con todo y con todos con su belleza:
XLI
Tú eras el huracán y yo la alta
torre que desafía su poder:
¡tenías que estrellarte o que abatirme!...
¡No pudo ser!
Tú eras el océano y yo la enhiesta
roca que firme aguarda su vaivén:
¡tenías que romperte o que arrancarme!...
¡No pudo ser!
Hermosa tú, yo altivo: acostumbrados
uno a arrollar, el otro a no ceder;
la senda estrecha, inevitable el choque...
¡No pudo ser!
También el tema de la prisionera encerrada en la torre puede sufrir un cambio de género. En La vida es sueño es un joven príncipe, Segismundo, quien yace en una torre, encerrado porque las estrellas han anunciado a su padre, el rey Basilio, que si queda libre se convertirá en un tirano. La torre donde Segismundo está embotellado recuerda a las botellas u ollas arrojadas al mar donde Salomón, según la tradición, encerró a los genios malignos para que no pudieran hacer daño a la humanidad.
Es probable que la historia de la torre de Pisa erecta sea una leyenda urbana, aunque José Luis Coll la contó en 2004 con notable poder de convicción: «De esa época recordó como anécdota una portada de la revista "La Codorniz", en la que trabajó: "Enrique Herreros, que era quien diseñaba las portadas, ilustró una Torre de Pisa y al pie una señora en traje de baño imponente. No había ningún diálogo y yo no lo entendía, hasta que cuando lo hice me caí al suelo de la risa: resulta que la Torre de Pisa no estaba inclinada. Fue un bonito gol a la censura, porque ni se enteró. De cuando en cuando se metían goles a la censura".» (https://noticine.com/festivales/40-festivales/2970-jose-luis-coll-en-espana-falta-valentia-en-el-humor.html)
ResponderEliminar