jueves, 13 de octubre de 2011

El Quijote y la música (I). Rocinante


Estos días, con motivo del estreno de la película El Capitán Trueno y el Santo Grial, sobre el legendario personaje de cómic inventado por Víctor Mora, se ha recordado en buena hora la estupenda canción que el grupo Asfalto dedicó al héroe en su primer disco, publicado en 1978.

Aquel disco, sin duda el mejor del grupo, contenía otro clásico, relacionado en este caso con el libro del que nos hablaba en la entrada anterior Marisol: se trata de Rocinante, una balada agridulce e irónica que propone un final alternativo a la obra de Cervantes. En vez de recuperar la cordura en su lecho de muerte, Don Quijote sobrevive, aunque quizá para mal: se deja espabilar por Dulcinea y abandona la vida del caballero andante para convertirse en un comerciante de medio pelo. Solo Rocinante (que en esta versión tiene algo de Clavileño y Pegaso, legendarios caballos alados), que se ha refugiado en un valle de paz, al otro lado de la eternidad, mantiene el recuerdo y la conciencia de los ideales que llevaron a Don Quijote a abandonar su aburrida vida de hidalgo. En él subirá el cantante, decidido a retomar el viaje infinito donde lo dejara Alonso Quijano.

Así sonaba Rocinante en el disco de 1978, con un arreglo insuperable; y así podemos apreciarlo en una versión en directo, bastante apañada, del año 1987:

1 comentario:

  1. Así dice la letra:

    Atravesé la eternidad
    y descubrí tras de una nube alguien.
    Un caballo con alas viene hacia mí.
    —¿Quién eres tú? ¿Qué haces aquí?
    Has de saber que yo soy Rocinante.
    Vivo alejado, el coche me desplazó.
    Don Quijote me abandonó,
    cambió su lanza por un tractor,
    harto ya...
    ¡Pobre hidalgo, cómo luchó!
    Quiso cambiar el mundo por sus sueños.
    No comprendieron, se rieron de él.
    Dulcinea le convenció,
    con Sancho Panza montaron un negocio,
    una tienda de accesorios para el tractor.
    Don Quijote me abandonó,
    cambió su lanza por un tractor,
    harto ya...
    —Hiciste bien en quedarte aquí,
    en este valle de paz.
    Todas las cosas que allí ya no están
    acompañan tu soledad.
    Todo lo bello lo he visto aquí,
    no necesitas más...
    Tal vez quieras venir conmigo
    en este viaje infinito.
    Vente conmigo, buen Rocinante,
    a descubrir lo eterno.
    ¡Bate tus alas al viento!
    Iré contigo más allá.

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