martes, 11 de octubre de 2011

La novela favorita de...


Ya son dos los profesores que se animan a compartir con nosotros uno de sus libros favoritos. A ver si adivinas (antes de llegar al final) quién nos habla esta vez...

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Aunque podría incluir títulos mil, como Cien años de soledad, Demian (H. Hesse), La cena secreta (J. Sierra), La ciudad y los perros (Vargas Llosa)... me quedo especialmente con uno, y no por ser considerado como el mejor por parte de la crítica y por una buena parte de lectores, sino por ser el libro que me abrió nuevos horizontes y un camino para descubrir una afición que siempre me estuvo latiendo pero que permanecía en letargo desde mi curso de COU: el TEATRO.

Y ¿cómo es esto?, te preguntarás. Te explico.

En un lugar de Extremadura, de cuyo nombre sí quiero acordarme —Cáceres—, no ha mucho tiempo una joven recién estrenada profesora de Lengua y Literatura quiso pisar las tierras que pisó el hidalgo con sus alumnos del Instituto Hernández Pacheco, pero subvención no había; entonces ... ¿qué hacer? Conseguir esa ayuda monetaria con un montaje teatral y he ahí que inicio mi andadura, acaso quijotesca por lo ilusoria y ardua, y me embarco en la creación de espectáculo tras espectáculo desde Maribel y la extraña familia (M. Mihura), La venganza de don Mendo (P. Muñoz Seca), Pic-nic y El Triciclo (F.Arrabal), Eloísa está debajo de un almendro (E. Jardiel Poncela), El sueño de una noche de verano —W. Shakespeare— (tres versiones), Niebla (Unamuno), Seis personajes en busca de autor (L. Pirandello), un recorrido por nuestros clásicos (De sátiras, burlas y otras andanzas -recopilación de textos del Arcipreste de Hita, La Celestina, Lazarillo, Don Quijote —¡cómo no!—, Góngora, Quevedo...), un homenaje a nuestros autores del 98...

Aquella deseada excursión manchega se realizó gracias a la ayuda de cuantos asistieron al singular evento —singular por lo catastrófico ante mi impericia y la de mis alumnos y la escasez de recursos— y me hizo disfrutar no solo de aquellas tierras junto a mis pupilos sino de cuanto acarrearía: el conocimiento y disfrute de personalidades confusas y admirables, situaciones absurdas y divertidas, historias trágicas y mágicas, y hasta delirantes y tormentosas cuando esta experiencia "escolar" me conduce a lo amateur y la participación en certámenes y consecución de premios, con montajes de más alta envergadura: El arquitecto y el emperador de Asiria (F. Arrabal -de nuevo-), La muerte y la doncella (A. Dorfman), Walter Negro, el asesino casual (J.L. Esteban)...

Por todo lo expuesto, puedes comprobar que fue Don Quijote quien me impulsó a soñar, descubrir, experimentar, sufrir —¡qué traicioneros y maravillosos son los nervios!— y gozar. Sí, GOZAR, con mayúsculas, por esa magia que conlleva el TEATRO: el aplauso; ese reconocimiento de un trabajo hecho con todo el cariño y esfuerzo de una profesora de Lengua y Literatura que desearía que sus alumnos del Augustóbriga pudieran disfrutar en algún momento de sus vidas, si no en carnes propias, en ajenas, para disfrutar, descubrir, soñar...

VIVA Y VIVE EL TEATRO.

Marisol García

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