miércoles, 8 de junio de 2016

Las diez cosas que más odia en el mundo Esther Almoharín

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Bueno con este pequeño relato, voy a contar las diez cosas que más odio en la vida.

Sonó el despertador, cogí mi teléfono de la mesilla y observé que aún eran las siete y media de la mañana.

1ª cosa que más odio en este mundo: El estúpido despertador.

No sabía en qué día de la semana estaba, pero como había sonado el despertador, supuse que era día de instituto. Me levanté de la cama con mucho sueño y me vestí rápidamente; por suerte tenía la mochila del instituto hecha del día anterior y no tendría que hacerla. Cogí la mochila que estaba tirada en el suelo y bajé a la cocina para prepararme unas tostadas con mantequilla. Puse la radio y me tomé las tostadas con tranquilidad, miré el reloj de nuevo y vi que eran las ocho y diez, si quería llegar con tiempo al instituto tendría que haber salido ya, porque vivía a quince minutos del instituto caminando. Cogí el móvil que había dejado encima de la mesa de la cocina y salí por la puerta. No entré a la habitación de mis padres aquella mañana porque supuestamente se tendrían que haber ido a trabajar, normalmente no están es casa cuando yo me despierto porque se van a trabajar muy temprano. Tras quince minutos caminando, llegué a la puerta del instituto, pero cuál fue mi sorpresa al descubrir que no había nadie. Miré el teléfono de nuevo y comprobé la hora, eran las ocho y veintisiete, normalmente a esa hora, ya había gente en el instituto pero ese día no había ni un alma. Me senté en la verja del instituto, no pude entrar porque estaba cerrada. ¿Cómo se supone que voy a entrar al instituto si la verja está cerrada?

2ª cosa que más odio en este mundo: No poder gritar en medio de la calle, os juro que en más de una ocasión lo habría hecho.

Al rato de estar esperando en la puerta del instituto como una idiota sonó mi teléfono, vi con estupefacción que se trataba de mi madre, y era raro porque normalmente tenía mucho trabajo por las mañanas y no me llamaba hasta el mediodía. Mi madre dijo:
—Hija, ¿dónde estás? ¡Te estoy buscando por toda la casa!
—Mamá, y ¿dónde quieres que esté? Estoy en el instituto. Hoy tengo clase, no sé si te acuerdas…
—¿CÓMO VAS A TENER CLASE SI HOY ES SÁBADO?

3ª cosa que más odio en este mundo: Equivocarme de día de la semana. ¿Por qué soy tan estúpida?

—¿Es que acaso hoy es sábado?
—Pues claro, Emma. ¿Qué día creías que era?
—Pues… pues… pues pensaba que era un día de instituto, me ha sonado el despertador a las siete y media.
—Será que se te olvidó desconectarlo ayer, Emma.

4ª cosa que más odio en este mundo: No desconectar el dichoso despertador el viernes por la noche.

—Está bien mamá, ahora voy a casa.
—Hasta ahora, hija.
Me levanté del lugar donde estaba sentada y me encaminé de nuevo hacia mi casa. Al rato de estar andando, escuché mi nombre y me giré. Allí estaba Marcos, uno de los chicos más populares, guapos e inteligentes del instituto, y mi amor secreto. Me dedicó una gran sonrisa y luego se acercó a mi corriendo, yo me quedé paralizada y sonriendo como una boba.

5ª cosa que más odio en este mundo: Quedarme paralizada y con cara de boba. 

Marcos empezó a hablar:
—Hola, Emma, ¿Cómo tú por aquí tan temprano? ¿Y por qué vas con la mochila del instituto?
—Hola Marcos. Vas a pensar que soy una idiota, pero es que pensaba que era lunes y he venido al instituto.
Me quedé sonriendo, esta vez con una bonita sonrisa y esperé su contestación, rezando para que no se riese de mí, dadas las circunstancias.
—¿En serio? Nunca había escuchado que a nadie le hubiera sucedido eso, pero es que Emma, de verdad, tienes unas ocurrencias…
Empezó a sonreír de nuevo y luego ambos empezamos a reír, en verdad era una estupidez lo que me había pasado. Entonces dije:
—Bueno, Marcos, me voy a casa, que ya bastante he andado esta mañana -lo dije con una sonrisa para no parecer grosera.
—Si quieres te acompaño, me apetece dar un paseo, y si es con compañía, pues mejor.
—Si te apetece, claro que me puedes acompañar, pero ¿de verdad que no te importa?
—Claro que no me importa. Entonces ¿qué? ¿Nos vamos?
—Claro —nos sonreímos mutuamente y empezamos a andar hacia mi casa. Como es normal dije varias tonterías durante el trayecto pero como es normal también, Marcos no se molestó. Al rato, llegamos a mi casa y saqué las llaves, mientras tanto dije:
—¿Te apetece quedarte un rato? Si quieres, te presento a mis padres y tomamos algo.
—No quiero molestar, ¿a tus padres no les importará?
—Por supuesto que no, Marcos, eres mi amigo, a mis padres les dará igual.
—Entonces… claro, me quedaré un rato -me dijo con una sonrisa.
Entramos y pegué un grito avisando de que ya había llegado. Mi madre acudió al instante y se quedó petrificada al ver a Marcos en casa; si soy sincera, nunca había llevado a un chico a casa, y no me extrañó para nada que se quedara boquiabierta, pero lo que sí me extrañó y avergonzó al mismo tiempo, fue lo que dijo a continuación:
—Hola, Emma. ¿No nos presentas? -dijo con una sonrisa.
—Claro, mamá. Eeeeeh… esta es mi madre, Marcos. Mamá, este es Marcos.
Marcos sonrió rápidamente y se apresuró a dar la mano a mi madre en señal de respeto.
—Encantado, señora, Emma me ha hablado muy bien de usted.
—Ojalá pudiera decir lo mismo, pero es que como Emma nunca trae a chicos a casa, pues no habíamos coincidido nunca, ¿verdad, joven?
—Pero, mamá… —dije en un susurro mirando a mi madre con cara de psicópata—.  Vamos al salón, Marcos —le dije a él, ignorando lo que acababa de decir mi madre.

6ª cosa que más odio en este mundo: la preciosa voz de mi madre, desde aquel preciso momento. 

Cuando llegamos al salón, mi hermana Alba estaba sentada en el sofá viendo Master Chef y cuando le dije que se marchara, que estaba con un compañero de clase, me contestó:
—Vaya, hermanita. ¿Es tu novio? Nunca lo habías traído a casa.
—¿Pero qué dices, Alba? Anda, vete con mamá, que te está buscando.

7ª cosa que más odio en este mundo: que mi hermana se inmiscuya en mis asuntos, y encima diga estupideces en voz alta. 

Marcos y yo nos sentamos en el sofá y yo me levanté a por un café con leche para mí y un café solo para él. Estuvimos hablando una hora de diferentes cosas, de nuestros gustos nuestras aficiones, etc. Y cuando parecía que todo era perfecto, oímos un grito de la cocina:
—¿CÓMO QUE UN CHICO ESTÁ EN MI CASA A SOLAS CON MI HIJA? -era la voz de mi padre.

8ª cosa que más odio en este mundo: los gritos tan maravillosos de mi querido padre. 

Al instante vimos aparecer a mi padre hecho un energúmeno diciendo:
—Hola.
Marcos se levantó y dijo:
—Hola, señor. Mi nombre es Marcos, soy un amigo de su hija.
—Bueno, yo os dejo solos, ya que veo que eres todo un caballero, no desconfiaré de vosotros dos. Adiós hija.
—Gracias, papá, adiós.
Nos volvimos a sentar en el sofá y encendimos la televisión, con un ligero movimiento, Marcos puso su brazo en mi espalda, quedando abrazados inmediatamente. Yo me sonrojé, pero no me moví. Justo cuando más cómodos estábamos y más arrimados nos encontrábamos, alguien entró en el salón carraspeando ligeramente. Marcos apartó rápidamente el brazo y yo me aparté de él con cierta brusquedad. Nos dimos la vuelta y vimos que era mi madre que estaba en el umbral de la puerta.

9ª cosa que más odio en este mundo: Las interrupciones, pero no las interrupciones normales, sino las de mi madre. 

Marcos, incómodo por la situación, dijo:
—Bueno, Emma, yo casi que me marcho.
Yo, incómoda también dije:
—Sí, sí, va a ser lo mejor, te acompaño a la puerta.
Los dos sonreímos y nos dirigimos a la salida, abrí la puerta y la cerré detrás de mí, cuando estuvimos a solas le dije:
—Marcos, de verdad que lo siento, mis padres pueden resultar muy molestos cuando se lo plantean.
—No te preocupes, Emma, mis padres son igual, algún día los conocerás y… ya verás, son un caso perdido.
Ambos sonreímos y me acerqué a él para despedirme, pero como Emma tenía que meter la pata, me tropecé con mis propios pies y quedé tumbada completamente en los brazos de Marcos.

10ª cosa que más odio en este mundo: Ser tan horripilantemente patosa. 

Nos quedamos a apenas unos centímetros, en los que él se acercó poco a poco buscando mis labios, yo tampoco me negué a que los encontrara y acabaron juntándose. Fue un beso… ¡A mi estilo! Pero fue el mejor beso de mi vida.

FIN

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