miércoles, 9 de enero de 2019

VII Concurso de sueños: Morfeo

Una mano se deslizó por mi boca, sin siquiera tocarme, comencé a echar en falta el aire que me regalaba la brisa nocturna.

Todo cuanto creía ver se disipaba, se me hacían visibles figuras extrañas y se desdibujaban en el aire recuerdos, frutos de un pasado equívoco.

Caminaba lento, y mis pasos eran silenciosos, la desconfianza me había producido cierto temor a correr por un mundo donde todo funciona distinto.

A veces se divisaban luces confusas que bailaban entre la atmósfera, y sonidos desordenados que intentaban imitar mis pensamientos.

Mi aspecto se fue tornando lúgubre y apagado, y todo a mi alrededor se fue apaciguando hasta quedar reducido a cenizas.

Mi voluntad había sido anulada, y no tenía destino alguno que perseguir. Mi lealtad se vio ferozmente destruida, y todo cuanto amaba parecía desaparecer ante mí.

Mi ritmo se había acelerado, y los sentidos comenzaban a ser demasiado abstractos como para intentar domarlos. La demencia casi rozaba la realidad, y la fina línea que los separaba era visible en mi reflejo.

De pronto, unas alas me acogieron, apenas las rocé con mi poca conciencia, recuperé la vista. Sus brazos me rodeaban, y el aroma de sus flores impregnaba mis adentros, donde todo volvió a crecer.

Reconocí una melodía en la distancia, que me devolvió la capacidad de escuchar. El batir de sus alas calmaba lo que quedaba de mi alma, y así continuó elevándome hasta casi desfallecer.

Y, cuando todo pareció callarse, desperté.

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