Nuestra Blancanieves actual vivía en una ciudad moderna, llena de tecnología. Su madrastra, la Reina, siempre estaba pendiente de su imagen, de ser perfecta y su popularidad en las redes sociales. Todos los días, la Reina miraba su espejo digital, que siempre le decía que era la más hermosa. Pero un día, el espejo le dijo:
—Reina, eres la más hermosa... pero Blancanieves está ganando más seguidores que tú.
La Reina, celosa, decidió deshacerse de Blancanieves. Mandó a su asistente a llevarla al bosque y dejarla allí para que nunca regresara.
Pero cuando el asistente vio a Blancanieves, no pudo seguir las órdenes. En vez de dejarla, la ayudó a escapar. Blancanieves se fue al bosque y encontró una cabaña donde pudo descansar.
Mientras pasaba el tiempo, Blanca empezó a notar algo raro. En el bosque, veía sombras extrañas moviéndose a su alrededor. Un día, encontró un espejo viejo en el que vio algo que no se esperaba. No solo vio su bello rostro, sino también sus miedos e inseguridades. Se dio cuenta de que no era la Reina quien la perseguía, sino sus propios miedos e inseguridades.
Blanca decidió regresar a la ciudad, para hablar con su madrastra. Cuando vio a la Reina, le dijo:
—Madrastra, ya no me importa ser la más hermosa ni la más famosa. Lo importante es ser yo misma y quererme tal y como soy.
La Reina, sorprendida, vio que la verdadera belleza no estaba en su imagen, sino en aceptarse tal como uno es. Al final, ambas se dieron cuenta de que la verdadera lucha no era contra la otra, sino contra las inseguridades que llevaban dentro.
No hubo maldiciones ni peleas, solo dos mujeres que aprendieron a aceptarse y a encontrar la paz para ser auténticas.
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