viernes, 21 de noviembre de 2025

Concurso gótico. Relato 8. El susurro del bosque


Era una noche fría y silenciosa en un denso bosque. Clara conducía de regreso a casa después del trabajo cuando el coche se detuvo en medio del camino. No había señales ni luces ni ninguna casa cerca. Clara bajó del coche y el viento le trajo un susurro débil, como si alguien la llamara por su nombre. Pensó que era el viento, hasta que lo escuchó otra vez más claro, más cerca. Encendió la linterna del teléfono y vio algo moverse entre los árboles, una figura blanca y delgada. Dio un paso atrás, tropezó con una piedra y cayó. Cuando levantó la vista, la figura estaba enfrente de ella. No tenía rostro, solo una boca abierta, enorme, temblando como si respirara. Clara corrió al coche, cerró la puerta y giró la llave una y otra vez, sin éxito. En el parabrisas, una mano dejó una mancha húmeda, no era agua, era sangre. De repente el teléfono vibró, un mensaje: No te muevas, ya estoy dentro. El coche olía a hierro y a tierra mojada. Sintió algo detrás del asiento, una respiración suave rozándole. Lentamente giró el espejo retrovisor, no vio nada. Pero entonces, desde el asiento trasero, una voz idéntica a la suya susurró: Te dije que no me dejaras sola en el bosque. La linterna se apagó, el teléfono cayó afuera y el motor del coche arrancó solo. Cuando la policía encontró el vehículo al amanecer, estaba vacío, con dos huellas distintas en el interior: una de Clara, y otra más grande, marcada en el techo, como si alguien hubiera estado colgado en el techo del coche toda la noche.

Concurso gótico. Relato 9. El susurro del bosque

 


Nadie sabía qué había más allá del sendero que cruzaba el bosque de Liria. Los viejos del pueblo decían que, al caer la niebla, el bosque hablaba. Algunos juraban haber escuchado su nombre entre los árboles. Otros, más valientes o más tontos, nunca regresaron para contarlo.

Clara entró al bosque al anochecer. Llevaba una linterna vieja, una foto de su hermano desaparecido y un miedo que le mordía los talones. Las ramas se entrelazaban como dedos, y cada paso que daba crujía como si algo bajo la tierra se moviese.

—Solo un poco más —susurró, aunque no sabía si para darse valor o para convencer a las sombras de que no la siguieran.

De pronto, escuchó el llanto de un niño. Su corazón se detuvo. Era la voz de su hermano… o algo que la imitaba. La linterna parpadeó, y por un instante, vio figuras: cuerpos de ramas, bocas hechas de hojas secas, ojos vacíos que brillaban con la Luna. El bosque respiraba.

—Devuélvemelo… —susurró una voz detrás de su oído.

Clara corrió. El llanto se convirtió en gritos, los árboles parecían moverse para cerrarle el paso. Tropezó, cayó y la foto voló de sus manos, flotando hasta caer en un pequeño claro. Y allí, entre la bruma, vio una luz. No era la de su linterna. Era suave, cálida, dorada. En el centro, su hermano, con los ojos tranquilos:

—No tengas miedo, Clara. El bosque solo quiere que lo escuches —dijo él.

Las raíces a su alrededor se movieron lentamente, y en lugar de atraparla, la rodearon como si la abrazaran. El frío se disipó. El aire olía a lluvia limpia, a tierra viva. Clara extendió la mano; su hermano sonrió antes de desvanecerse en una lluvia de pétalos luminosos.

Cuando despertó, el sol estaba saliendo. El bosque ya no parecía un monstruo, sino un refugio. Los pájaros cantaban, y en el suelo, junto a ella, había una pequeña flor blanca brotando entre las hojas secas.

Clara sonrió, sabiendo que el bosque no se había llevado a su hermano… lo había transformado en su guardián.

Y desde entonces, cuando la niebla cae sobre Liria, el bosque no susurra para asustar, sino para recordar que incluso en la oscuridad hay voces que solo quieren ser escuchadas.

Concurso gótico. Relato 10. El último relato


Hoy es 10 de noviembre de 2067, la última vez que podré contar, por vigésima vez, esta historia. Este planeta no ha mejorado o ha cambiado, sino que ha empeorado. El planeta Tierra en 2067 parece una sombra de lo que conoces ahora: el cambio climático ha aumentado, igual que el calentamiento global y la pandemia del virus está comenzando, estamos en un periodo de crisis, de ruina, y, sobre todo, de incertidumbre. Las personas, cada día más vampiras y preocupadas, comienzan a sacar su lado oscuro de supervivencia. Yo veo cómo el mundo cada vez está al borde de una Guerra Mundial, pero porque soy el único que lo sabe. Soy uno de los científicos más importantes que tiene el mundo. Me llaman Arthur Novoa, puedo ver el futuro con una de las máquinas más potentes que construí en secreto, pero no pude evitar lo que ahora está pasando debido a que tengo miedo de que pudieran descubrir lo que estaba haciendo. Te contaré lo que pasó. A principios del año 2043 un grupo de personas sabias llegaron a un país avisando de tragedias y sucesos terroríficos que nadie se creía. Estás personas, de las cuales no sé sabe nada, fueron echadas de los países en los que avisaron, hasta que un día la población, harta del modo de vida que tenían, empezaron a hacer caso a los sabios e hicieron numerosas huelgas, las cuales afectaron negativamente al país y a los de alrededor .

Una semana, que nunca olvidaré, recuerdo que hubo una sucesión de raros acontecimientos unos tras otros. El primer día empezó con un terremoto que nadie se esperaba y dejó numerosos heridos y cadáveres. Lo recuerdo muy bien porque yo vivía en ese edificio. Vi llamas, fuego, gritos ,sangre y sobre todo una rara sombra negra de un ser muy extraño a la que os pido que recordéis, como si me quisiese decir algo que iba a pasar, no sé si era yo o si me empezó a afectarme la enfermedad de la que se estaba hablando mucho. El segundo día fue uno de los más horrorosos, hubo un tsunami tan grande que afectó al país vecino. Ese día yo me salvé porque estaba en el extranjero .El tercer día vino de la nada una rara oleada de murciélagos que propagaban un enfermedad por la que ahora estoy en confinamiento y os estoy contando esta historia. Al día siguiente hubo una oleada pero de calor, con una media de 47,5 grados (¡¡estando en pleno abril!!). El cuarto día fue uno de los más tranquilos, porque no pasó nada, pero el quinto y el sexto comenzaron las contaminaciones del agua y la comida empezó a escasear . El SÉPTIMO cambió todo radicalmente, como si alguien quisiese vengarse de todos los seres humanos. Todos los fenómenos catastróficos sucedieron casi de forma simultánea en cada uno de los países . Era ahí cuando recibí una llamada PRIVADA con la presidenta. Me dijo que usara todo el material de las centrales nucleares para hacer una máquina que pudiera ver el futuro. La presidenta, me dio a cambio un búnker (que en ese periodo lo necesitaban muchas personas y era muy caro) .Pero antes de terminar la llamada me dijo que si se enteraba alguien más de esta llamada, o si yo me enteraba de que iba a pasar algo muy malo y no lo decía, me iba a condenar a pena de muerte. Ese fue el inicio de todo, por eso ahora, mientras estoy contando esta historia, estoy contemplando la máquina que usé ayer y vi más, más sucesos que no quería que ocurriesen.

Hoy 10 de noviemb…. Esperad, alguien acaban de tocar a la puerta de mi garaje. Iré a ver quién es a estas horas de la noche.

ARTHUR NOVOA : ¿Hola? Si alguien me está gastando una broma, que pare .


Fue ahí cuando me di cuenta de que había sido un imbécil por salir de mi casa estando en pandemia. Cuando quise darme la vuelta, estaba dentro de una camioneta negra con un trapo en la cabeza.

Me estaban tratando fatal, me llevaron a una sala donde una sombra y yo tuvimos una rara conversación.

ARTHUR NOVOA: DÉJAME SALIR, QUIÉNES SOIS.

 

SOMBRA : Ay, …, pues pareces muy confundido, ya sabes por qué estás aquí

 Yo sabía muy bien lo que querían, pero me hice el tonto para no revelar información .Por cierto, no os he explicado nada de la sombra. ¿Recordáis aquel día del edificio que vi la sombra? Pues yo fui el creador de ella. Iba a ser para probar con ella medicinas para la humanidad, pero con tantas medicinas la sombra se escapó propagándose . La sombra podía hablar porque la creé para que pudiese ser una cosa casi similar a nosotros.

Recuerdo que un día yo y mis compañeros hicimos tanto daño a la sombra que nos dijo lo siguiente: “ARTHUR NO OLVIDES NADA PORQUE EL QUE PERDONA NUNCA OLVIDA“,

Volviendo a la conversación:

SOMBRA :Arthur te voy a ser muy directa: quiero que me des toda la información que tienes de todos nosotros, incluida la máquina .

ARTHUR NOVOA: ¡¡No, no y no!!

SOMBRA: Vale, lo has querido. ¡¡Vamos compañeras!!

Me levantaron y me pegaron con un látigo en la espalda y en la cara. Me llevaron a una estancia tenebrosa y en ruinas y se llevaron mis llaves de casa .

Las sombras entraron a mi casa y vieron todos los informes y documentos. Y se llevaron la máquina.

La humanidad colapsó. Nadie se reconocía. Éramos como animales sin dueño. Yo ya no tengo otro final y pronto moriré. Las sombras con la información se hicieron muy fuertes y atacaron a todos las personas que veían. A mí ya no me quedan más fuerzas para hablaros, pero os diré el final de este mundo. El 10 de noviembre la población disminuyó convirtiéndose en caníbales, la presidenta muere por estrés y ataques de seres humanos, la máquina sigue en funcionamiento y marca que estamos en Guerra Mundial. El virus acaba con toda la vegetación y sombras. El calentamiento global y el cambio climático provocan el inicio de la EXTINCIÓN HUMANA.

Ahora, a las 23:57 horas ,según marca la máquina, la Tierra explotará y no quedará nada de la Tierra… Ti, ti, ti…..(hora de la explosión mundial).

Concurso gótico. Relato 11. Historia de la casa de las brujas

 


Concurso gótico. Relato 12. La cabaña hechizada

 


En mi pueblo siempre se hablaba de una cabaña perdida entre los árboles, una que todos evitaban porque decían que estaba hechizada. Un día decidí acercarme, por curiosidad.

Cuando llegué, vi que la puerta estaba medio abierta. Parecía como si alguien viviese ahí. Al entrar, encontré un cuaderno con una frase que me puso la piel de gallina:                                                    

Si lees esto, es porque el bosque te ha elegido.

De repente, la puerta se cerró sola con un portazo que resonó por toda la cabaña y solo quedó una luz encendida. Entonces apareció una sombra de una anciana: Doña Marisa, la mujer que según las historias había desaparecido años atrás. Me dijo que el bosque necesitaba a alguien nuevo que lo cuidara, y que por eso estaba allí. Me entregó una piedra verde brillando y, en cuanto la toqué, desapareció como si nunca hubiese estado. Desde entonces, a veces veo luces entre los árboles y siento que alguien me acompaña. Y aunque nadie me cree, yo sé que la cabaña sigue viva… y que el bosque me eligió de verdad.

Concurso gótico. Relato 13. La casa de los espejos

 


La casa de los espejos era un lugar legendario en la ciudad, un sitio que todos evitaban. Se decía que estaba maldita, que los espejos que colgaban de sus paredes tenían vida propia y que los fantasmas de los antiguos dueños todavía habitaban en su interior.

Una noche, Sofía decidió investigar la casa. Al entrar, se encontró con un vestíbulo oscuro y silencioso, con espejos que parecían mirarla con ojos vacíos. De repente, escuchó un ruido detrás de ella y se dio la vuelta. Una muñeca yacía en el suelo, con ojos de vidrio que parecían seguirla. Al entrar en la sala principal, se encontró con un espejo grande que parecía llamarla. Se acercó al espejo y vio su reflejo, pero no estaba sola. Una figura pálida se encontraba detrás de ella, con ojos negros.

Bienvenida a casa, le dijo la figura, con una voz que parecía venir de todos lados. Sofía intentó huir, pero se dio cuenta de que estaba atrapada en el espejo. La figura la llevó a un mundo de oscuridad, donde las muñecas se movían y los fantasmas de los antiguos dueños de la casa la miraban con ojos vacíos.

Nunca se volvió a saber de Sofía. La casa de los espejos se quedó abandonada, pero se decía que en noches de luna llena, se podía escuchar su grito de terror en el viento.

Concurso gótico. Relato 14. La casa del acantilado

 

El viento soplaba con fuerza cuando Elena apagó el coche frente a la verja oxidada. Había manejado durante horas por caminos olvidados. Aquella casa no salía en ningún mapa, pero la encontró por casualidad, buscando su apellido en un libro de herencia antigua.

Según los papeles, la propiedad pertenecía a una tal Isabel Cárdenas, muerta desde hace más de 60 años sin dejar herederos. Pero días antes, Elena había recibido una carta escrita a mano sin nombre, donde decía que ella era la única heredera.

El sol se estaba poniendo cuando empujó la verja, la puerta sonó con un sonido desagradable, la casa se veía enorme, llena de musgos, con ventanales rotos mirando al mar. A cada paso, Elena sentía algo raro, como si la casa se observaba en silencio.

Dentro, el aire olía a polvo y humedad. El suelo de madera crujía con cada movimiento. En la habitación había un espejo roto, encima de la mesa un cuadro de una mujer, la mujer tenía la misma cara que ella, la misma piel, el mismo pelo, incluso la misma mirada.

En la parte inferior del cuadro se podía leer: “Isabel Cárdenas, 1892-?”, no había fecha de muerte.

Los días pasaron lentos, no había señas de teléfono ni internet, el ruido del mar era el único que rompía el silencio. Elena empezó a leer cada papel, carta,... que encontraba de Isabel. En uno de ellos ponía: Hay algo en esta casa que me escucha, no lo veo, pero que me está esperando.

Esa noche, Elena soñó con el cuadro, esa mujer movía los labios y sonreía como ella. Al despertarse, el cuadro estaba en el suelo, con huellas de pies que se perdían por el camino.

Con los días empezaron los momentos extraños, a veces su reflejo tardaba 2 segundos más en moverse. El reloj del pasillo sonaba como cuando ella estaba lejos. Y algunas noches el piano del salón tocaba solo.


Una tarde de tormenta bajó al sótano y vio una puerta cerrada con candado, la forzó y entró había muchos espejos tapados por sabanas, levantó uno, no hacía lo mismo que ella, le miraba fijo sin parpadear.


No debiste venir dijo una voz desde el espejo.


Elena dio un paso atrás aterrada. En el suelo había un cuaderno. Lo abrió y leyó la última página: Cuando el mar reclame lo que es suyo, el nombre de Isabel volverá a respirar.


El viento chocó contra la casa, los espejos se rompieron de golpe. Desde arriba se escucharon tres notas de piano, una y otra vez. Subió corriendo las escaleras. Los pasillos parecían distintos, más largos. Cuando llegó allí, el cuadro estaba en el suelo frente al espejo, su reflejo sonreía.

Elena golpeó el cristal, hasta que una mano pálida salió de allí, Elena intentó salir de allí pero el viento se lo impidió. Su reflejo la miró triste y calmado:

Ya no hay dos y la mano la agarró del cuello.

Dicen que cuando sopla el viento, se escucha un piano tocando tres notas y a una mujer cantando muy bajito, como si intentara recordar quién es.

Concurso gótico. Relato 15. La casa encantada

 


Hola a todos, mi nombre es Marcos y tengo 16 años y hoy os voy a contar cómo invoqué a espíritus en mi casa. Nos remontamos a dos años atrás, cuando vivía en Trujillo (ahora vivo en Plasencia, pero bueno, a lo que íbamos).

Yo vivía en Trujillo con mis padres, en casa de dos pisos, mis padres se la pasaban todo el día trabajando, por lo cual me quedaba casi siempre solo en casa. Afortunadamente tenía una mejor amiga que se llamaba Carolina, ella y yo nos llevábamos muy bien (digo llevábamos porque ahora no tenemos mucha conexión). En fin, como no tenía hermanos y me aburría mucho, muchas veces llamaba a Carolina para que se viniera a mi casa. Estudiábamos o jugábamos a juegos de mesa, me lo pasaba muy bien con ella, así que las tardes se me hacían menos aburridas.

Un día Carolina me enseño un video que había visto en Internet, el video trataba de hablar con espíritus y si no recuerdo mal creo que el juego se llama la ouija; básicamente se trataba de poner tus dedos en una cosa de madera y abajo de la cosa de madera había un abecedario en el que cuando nosotros le preguntábamos algo el espíritu nos "escribía" ahí la respuesta. La primera pregunta tenía que ser: ¿estás ahí? Si se movía la cosa de madera es que si y si no, no y por nada del mundo debes de quitar los dedos bajo ningún concepto. Yo acepté sin saber las consecuencias.....

Un día que era de noche y estaba lloviendo llamé a Carolina para jugar, me dijo que en 5 minutos estaba allí. Cuando llegó, subimos al desván, preparamos todo y apagamos las luces. Solo nos alumbraba la luz de la vela, pusimos los dedos y el juego comenzó...

Al principio le preguntamos varias veces si estaba ahí, pero no hubo respuesta. Yo ya había perdido un poquito la fe, hasta que le volvimos a preguntar por última vez y la cosa de madera se movió sola, le pregunté a Carolina si había sido ella para gastarme una broma, pero me dijo que no, me quedé quieto e inmóvil. Le hicimos varias preguntas, y en una de ellas le preguntamos:

–¿Dónde estás? –le preguntamos los dos a la vez, y nos dijo:

–Detrás de vosotros –susurrando.

En ese momento hice lo que no debía de hacer, quitar el dedo. Cuando lo quité, la vela se apagó sola y las luces empezaron a  parpadear. En uno de los parpadeos miramos los dos hacia arriba y vimos a una sombra negra con ojos blancos mirándonos fijamente. De repente se apagó la luz y cuando se volvió a encender, la sombra no estaba. De repente la casa empezó a temblar, Carolina y yo salimos corriendo, corrimos y corrimos hasta que llegamos a casa de la madre de Carolina. Cuando llegamos, le explicamos lo sucedido a la madre de Carolina, pero no nos creyó, dijo que los espíritus no existían.

A mis padres también se lo conté, pero tampoco me creyeron. Eso sí, las cosas que se habían caído estaban en su sitio y cuando volví al desván, el tablero no estaba. Cuando pasaron los días, la energía de mi casa era muy pesada y tenía muchos dolores de cabeza. Ese mismo año me fui con mi mejor amiga de vacaciones a Italia. El primer día no pasó nada, pero al segundo empecé a ver la misma sombra que vimos Carolina y yo aquel día en todas partes. Le pregunté a Carolina si veía lo mismo que yo y me dijo que sí. Nos pasamos todas las vacaciones viendo a la sombra y escuchando susurros. Cuando llegamos a casa, en la puerta antes de entrar había un letrero con sangre que ponía: Siempre estaré contigo. Mis padres se quedaron en shock igual que yo, cuando abrimos la puerta estaba la sombra sujetando una cabeza de una persona llena de sangre y el suelo, las paredes y el techo llenos de sangre. En la mesa del comedor estaban los platos puestos, pero en cada plato había un trozo de una persona cortado y había un letrero que ponía: La comida está lista.

Mis padres no lo pensaron dos veces, cogimos el coche y nos mudamos a Plasencia. Nunca cerramos el juego, por lo cual todo me salía mal. No supe más de Carolina, pero la verdadera pregunta es 

¿QUÉ SERA AHORA DE ESA CASA?


Concurso gótico. Relato 16. La chica del sótano


 Tenía solo nueve años cuando me mudé con mi madre a mi nuevo apartamento. Fue  difícil: nueva ciudad, nuevo país, nueva gente… Pero me alegró mucho que, en mi  mismo bloque, una niña muy agradable llamada Lucy siempre jugaba conmigo en el  sótano; allí fue donde nos conocimos. Decía que sus padres la enviaban allí  regularmente a hacer tareas y, como en nuestro bloque existía un sótano universal,  naturalmente nos hicimos amigos. Tras un tiempo, dejamos de vernos tan a menudo y  aún recuerdo esa última vez que la vi.

Tenía trece años y fui a recoger los adornos del sótano que mi madre me había pedido,  ya que esa época se acercaba. Allí me encontré con ella; extrañamente, llevaba la misma  ropa y poseía la misma apariencia de la última vez que nos vimos. No había cambiado  nada, excepto en algunos pequeños detalles como la expresión seria que ahora tenía o  una piel pálida, casi translúcida.


Caminé hacia ella, quería preguntarle un millón de cosas, me gustaría saber cómo  estaba, por qué tenía esa expresión tan seria y, más importante, ¿por qué no nos  habíamos visto en tanto tiempo? Pero al final, ella actuó como si no estuviera, por lo  que no tardé mucho en rendirme e irme.


—¿En serio? —pensé—. De tanto pensar y hablar con Lucy se me han olvidado las  decoraciones. 

Tendré que volver.


Bajé otra vez hacia el sótano, resoplando gracias a lo despistado que podía llegar a ser. 


—Qué raro —dije en voz alta esta vez—. No recuerdo cerrar la puerta. 


Empujé y tiré, luego volví a empujar, pero la puerta no me dejaba pasar. Se me vino a la  mente que posiblemente Lucy la hubiera cerrado con llave tras salir, por lo que me  apresuré a sacar la llave y abrir la puerta del sótano.

Varios minutos pasaron y finalmente la puerta se abrió. ¿Por qué estaba todo tan  polvoriento? ¿Qué estaba pasando? Lo intenté ignorar, me dirigí hacia las cajas donde  estaban las decoraciones. Genial, solo faltaba subirlas. Pero justo en la entrada se  encontraba algo… alguien. Justo ahí vi…

A Lucy, más bien, su cuerpo sin vida.


Aún tenía esa piel translúcida con la que me encontré hace varios minutos. Me asusté  mucho, llamé a mi madre, a alguien, grité, incluso corrí hacia la puerta de los vecinos  para que llamaran a la policía. Era aquella pareja joven que siempre estaba atenta a todo  lo que sucedía en el edificio.

La policía no tardó mucho en llegar; estimaron un tiempo no muy amplio desde la  muerte. Ahora me encuentro en la comisaría con mi madre, me están interrogando, pero  mi mente está en otros lugares. ¿Por qué tiene la misma apariencia de cuando era  pequeña? ¿De qué tipo de muerte fue víctima mi querida amiga? No creo que nunca pueda responder estas preguntas…

¿Qué te pasó, Lucy?

Concurso gótico. Relato 17. La habitación 3

 


Esa noche llovía con furia. Marcos conducía por la carretera vacía cuando el limpiaparabrisas se atascó y la visibilidad se volvió casi nula. Buscó un lugar donde resguardarse, y a un costado del camino vio una casa con un cartel torcido que decía Hospedaje El descanso.

Golpeó la puerta varias veces hasta que una mujer mayor, de rostro gris y sonrisa forzada, le abrió la puerta.

—Puedes pasar —dijo—. No tenemos muchos visitantes últimamente.

El interior olía a madera húmeda y cera derretida. En el vestíbulo había varios retratos antiguos. Todos mostraban a huéspedes sonrientes, pero sus ojos parecían pintados de negro. Marcos firmó el registro. En la hoja, todos los nombres estaban escritos con la misma letra.

—¿Vives sola? —preguntó—.

—Oh, no —respondió ella mirando hacia el pasillo oscuro—, nunca estoy sola.

Esa noche en la habitación 3 Marcos no podía dormir. Escuchaba pasos en el pasillo, aunque la anciana le había dicho que era el único huésped. Al principio pensó que era el viento… hasta que vio la manija de la puerta moverse.

Alguien la empujó lentamente. Marcos encendió la linterna de su móvil y apuntó al pasillo. Estaba vacío. Pero las pisadas no venían de fuera, sino del techo. Un golpe seco resonó arriba, seguido de un arrastre, como si alguien caminara arrastrando los pies. El polvo cayó del techo. Marcos tomó su maleta y decidió irse. Bajó corriendo las escaleras, pero el vestíbulo estaba distinto. Los retratos… ahora lo mostraban a él. La anciana apareció al final del pasillo.

—¿Se va tan pronto? Apenas llegó —le dijo.

Marcos corrió hacia la puerta, pero no cedía.

—Abra —gritó.

—No puedo —dijo ella—. No desde el accidente.

Entonces entendió, miró por la ventana. Afuera, en la carretera, se veía su coche destrozado, envuelto en humo. Cuando volvió la vista, la anciana sonreía.

—Bienvenido, señor Marcos, ya forma parte de la casa.

El reloj del vestíbulo marcó la medianoche. En el libro de registro, la tinta se movió sola y escribió una nueva línea: Marcos Ríos. Habitación 3.

Concurso gótico. Relato 18. La llamada de las tres

I Called the Scariest Haunted Phone Numbers at 3AM… and This Happened!

Nunca creí en las cosas raras, hasta que empecé a recibir llamadas a las tres de la madrugada.Siempre el mismo número desconocido.Nunca hablaba nadie,solo se oía una respiración lenta,muy cerca del micrófono. Al principio pensé que era una broma.Pero una noche,al colgar, sonó otra vez. Contesté,enfadada.Y entonces,una voz susurró mi nombre.No lo dijo normal,lo arrastró, como si lo estuviera probando por primera vez. A la mañana siguiente,revisé el historial:no había ninguna llamada registrada.Ni una. Ni siquiera el número. Intenté ignorarlo, pero cada noche a la misma hora el móvil sonaba. A veces,antes de sonar, se encendía solo, como si alguien lo tocara. Ayer me armé de valor y contesté.

 —¿Qué quieres?—dije. 

Silencio.Y luego, la voz:

 —Ya estoy aquí. 

No dormí. Esta noche son las tres menos cinco. El móvil está sobre la mesa.Y acaba de encenderse solo.