martes, 2 de diciembre de 2025

Concurso gótico. Relato 3. El cementerio de Ébano


Aquel lugar, repleto de niebla, daba la imagen de un cementerio.

Hace algunos años, el ayuntamiento instaló cámaras de seguridad para evitar que los curiosos o turistas dañaran las estatuas antiguas. Pero desde entonces, los vigilantes nocturnos aseguran que las cámaras registran cosas imposibles, como pueden ser figuras que aparecen y desaparecen, luces que se mueven y una sombra que siempre mira directamente a la cámara.

En el monitor del pequeño cuarto de vigilancia, algo llamó la atención del vigilante. Eran las 4 de la madrugada, y a esa hora las farolas del camposanto de Ébano titilaban con un zumbido eléctrico, y las estatuas de ángeles parecían respirar bajo la humedad. De las 8 pantallas que había,siempre solían encontrar aquellas cosas paranormales en la número 3, pero esta vez fue algo mucho más profundo, que para el guardia que se hallaba allí fue algo tan terrorífico que le entró un gran escalofrío. Se trataba de una extraña criatura con los brazos llenos de arañazos y las piernas quemadas, cubierta únicamente por una fina túnica blanca. Lo curioso era que el guardia, sentado junto a ella, juró no haber visto a nadie entrar.

—Debe de ser un fallo de la cámara —dijo él, encogiéndose de hombros.

La figura volvió a cruzar el cuadro… solo que esta vez, al hacerlo, las luces del cementerio parpadearon, como si algo invisible hubiese respirado dentro de los cables.

A la mañana siguiente, una pequeña niña llamada Lucía se hallaba recorriendo el cementerio después de haber escuchado lo que sucedió la noche anterior. Entre las hojas secas y las piedras rotas descubrió unos símbolos trazados con tiza blanca que llamaron su atención de inmediato. Círculos, estrellas incompletas, y líneas que parecían formar una especie de sello. No tenían la crudeza de un conjuro oscuro, sino la delicadeza de un gesto antiguo, casi devocional.

Esa noche se revisó de nuevo las grabaciones. En una de ellas, las estatuas parecían inclinarse levemente, como si miraran el suelo. En otra, una bruma con forma humana cruzaba el corredor y desaparecía frente al cementerio. Tanto ella como el guardia presenciaron aquel suceso, el cual quedó grabado. Detuvieron el video, aumentaron el contraste y se dieron cuenta de algo estremecedor: las figuras de piedra no estaban en el mismo lugar que el día anterior.

Desesperado y realmente asustado, el guardia decidió buscar información sobre aquel lugar. Buscó en los archivos del ayuntamiento. Entre los planos amarillentos halló una nota manuscrita:

“El cementerio se construyó sobre el terreno del antiguo monasterio. Los monjes, acusados de practicar artes oscuras, usaban símbolos protectores para sellar sus propios temores.”

El guardía comprendió entonces que aquellos sigilos de tiza no pretendían invocar nada, sino mantener algo contenido. Quizá no un demonio, sino la tristeza misma del lugar: los recuerdos de quienes habían querido tocar lo prohibido.

Esa noche volvió al cementerio, dejó una vela encendida frente al lugar donde solían ocurrir los sucesos. Antes de marcharse, miró por última vez las estatuas. Juraría que una de ellas ,la del ángel de mármol con las alas plegadas, le devolvió una sonrisa leve, agradecida.

A la mañana siguiente,Lucía fue al cementerio y al revisar la grabación, solo vio la niebla. Ninguna figura, ningún movimiento. Desde entonces, el cementerio de Ébano permanece tranquilo. Las cámaras siguen encendidas, pero nunca graban nada fuera de lo común. Algunos dicen que el ángel de mármol cambió ligeramente de postura y otros creen que fue el viento.

Lucía ya no necesita revisar las grabaciones. A veces, cuando pasa junto a la verja, saluda en voz baja. Y la niebla ,solo por un segundo, parece inclinarse en respuesta.

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