lunes, 12 de mayo de 2025

Concurso de leyendas: El monstruo de un solo ojo

Cada vez que paso por la Plaza Vieja, una plaza céntrica de Navalmoral, siempre veo a unas ancianas cuchicheando, sentadas en sus sillas de plástico, blancas, un poco rotas. Una noche de verano, mientras paseaba por allí, me llamó una de ellas, con una gran sonrisa en la cara y el pelo muy blanco. ¿Tú eres de la Carmen, no?, me preguntó. Yo sonreí y asentí, lo que provocó muchos cumplidos hacia mi aspecto. Entonces, una señora de pelo gris arrastró un poco la silla hacia mí y me dijo: ¿Tú sabes que tu abuela vivía en estos pisos, en esos de color azul? Yo volví a asentir. ¿Ella no te contó lo que ocurrió en su edificio cuando  era pequeña? Yo no sabía de qué me hablaba y  así se lo hice saber. Ella me sonrió y comenzó a contarme una historia apasionante de mujeres que tenían hijos deformes e incendios que ocurrieron de forma muy sospechosa.

Hace muchos años, en los años 50, en estos pisos azules, los que están justo encima de nosotras, vivía una familia de cinco niños. Un día, el hijo mayor de la casa, el más prepotente de ellos, mientras jugaba en la calle,  tropezó con una anciana con un velo en el rostro, lo que provocó que la mujer cayera hacia el suelo. Cuando esta le pidió ayuda, él se negó a dársela, alegando que era una vieja sucia y que llevaba el rostro tapado porque debía ser un monstruo. Ante esto, la mujer se puso de pie y se descubrió el rostro, mostrando un único y céntrico ojo. Al ver aquello, el niño empezó a gritar muy fuerte pidiendo ayuda, pero la mujer chasqueó sus dedos y dejó de salir la voz de la boca del niño. Niño malcriado —le espetó la vieja—. A partir de ahora tú y todos los de tu estirpe tendréis un único ojo en la frente, y cada vez que uno de ellos vea la maldad y no haga nada, arderá por dentro como si le prendieran fuego en el alma y con ellos, todo lo de su alrededor. Ante esta maldición, el niño echó a correr hacia su casa y al llegar se miró corriendo en el espejo, aliviado al ver sus dos ojos en la cara y  su voz recuperada.

Al día siguiente, el niño se levantó con un solo ojo en la frente.  Desde ese día, los hijos de esa familia —y, según cuentan, los descendientes de aquel niño también— comenzaron a nacer con un solo ojo en medio de la frente.

Al principio, intentaban disimularlo con flequillos gruesos, sombreros o simplemente no salían de casa. Pero lo más extraño no era su apariencia, sino lo que sucedía cuando veían alguna injusticia y no hacían nada al respecto: sentían un calor abrumador, una fiebre que les recorría el cuerpo y que terminaba dejándoles marcas en la piel,como si los estuvieran quemando desde adentro.

La familia entera fue cayendo en desgracia. Un día, el hermano más pequeño apareció calcinado en su cama, aunque el colchón estaba completamente intacto. Otro desapareció en la entrada del edificio después de ver cómo unos chicos golpeaban a un perro callejero. Y fue en ese momento cuando comenzaron los incendios extraños. Los vecinos comentaban que, sin razón aparente, algunas habitaciones del edificio se incendiaban espontáneamente, dejando marcas negras en las paredes que parecían ojos, ojos que miraban directamente a quien los observaba.

Desde entonces, nadie quiso quedarse mucho tiempo en esos pisos. La gente empezó a decir que si subías al tercer piso por la noche y no ayudabas a quien necesitara auxilio, algo dentro de ti comenzaría a arder lentamente hasta consumirte.”   

Cuando la anciana terminó su historia, se hizo un silencio en el grupo. Yo levanté la vista y miré al edificio azul. Me pareció ver, o tal vez lo imaginé, la sombra de una anciana con parte del rostro cubierto por un velo. Me miró rápido y desapareció, pero, en realidad, nunca sabremos si eso fue real o forma también parte de la leyenda.                                                                                       

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