domingo, 10 de febrero de 2013

Concurso de sueños: Mi oportuno despertador (Aranza Mariscal)


Treinta de diciembre de 2012

Mi amiga Olga y yo nos disponíamos a hacer una ruta por los altos montañas de Sierra Nevada; hacía frío, mucho frío, los dedos se nos endurecían y los pies se nos entumecían, estábamos solas en aquella sierra dispuestas a vivir toda una aventura. Paramos varias veces a descansar y reponer fuerzas. Tras dos horas caminando y subiendo grandes cuestas sin parar, vimos algo gue no habíamos visto nunca, algo gue no aparecía en la previsión del tiempo ni en los barómetros, algo sorprendente y a la vez terrorífico...  Se dirigía hacia nosotras una tormenta de nieve, una gran ola de nieve a gran velocidad. Olga y yo intentamos como pudimos refugiarnos tras una gran roca gue había en medio del camino. Mientras el viento azotaba nuestras caras y volaba nuestros pelos, rezábamos para que esa tormenta no nos despidiera por los aires. Tras quince minutos resistiendo los fuertes golpes de aire frío, aquel infierno helado paró, y todo volvió a la normalidad, o eso pensábamos nosotras. Levantamos la mirada y vimos que todo estaba cubierto de nieve. Antes de la tormenta, al menos se veían casas a lo lejos y algunas montañas, ya no, ahora solo se veía un paisaje blanco.

Seguimos andando sin rumbo, estábamos perdidas, no teníamos ningún lugar de destino, hasta que, de pronto y para sorpresa nuestra, vimos que una pequeña luz se dirigía hacia nosotros. Tras la niebla blanca, se escondía un chico de unos dieciséis años, moreno, alto y con los ojos marrones. El chico se ofreció a llevarnos al pueblo más cercano en su moto de nieve, y nosotros aceptamos encantadas. Tras pasar la noche al calor de la leña, pensamos que era hora de volver a casa, y él se ofreció en llevarnos en su helicóptero privado. Al llegar a casa, el chico se puso muy contento, pues acababa de ver a un amigo suyo de la infancia. Era mucho más guapo que él, más alto y aparentemente más fuerte, y justo cuando nos lo iba o presentar, en ese mismo instante, sonó mi despertador.

1 comentario:

  1. Yo quiero un vencedor de toda cosa, / domador de serpientes, encendedor de astros, / transponedor de abismos..., nos dice Mª Eugenia Vaz Ferreira en uno de los poemas recogidos en otra entrada de este blog. La fantasía de la dama en apuros a la que rescata un varón fuerte y amable (si además es rico y tiene una moto, un helicóptero, un yate, mejor: todo suma puntos) resiste a las críticas de las feministas y permanece, como se ve, muy activa. No viene mal recordar, por ejemplo, estas palabras de la joven Elisa a su amado Valerio que aparecen en el diálogo que abre 'El avaro' de Molière: Me represento a todas horas ese peligro asombroso que comenzó por ofrecernos el uno al otro a las miradas; esa sorprendente generosidad que os llevó a arriesgar vuestra vida para hurtar la mía al furor de las aguas; esos cuidados llenos de ternura que me manifestasteis tras haberme sacado del agua, y los asiduos homenajes de ese ardiente amor; si prefieren Vds. el cine, recuerden esta escena de 'Vértigo', de Hitchcock.

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