sábado, 9 de febrero de 2013

Concurso de sueños: El Tsunami veraneador (Hala Bourazza)


EL TSUNAMI VERANEADOR 

Un día por la noche soñé una cosa rara. Mi familia y yo estábamos jugando en la playa. No nos estábamos bañando, no sé por qué. Quizá por instinto, porque cuando vi el mar se me paró el corazón. Lo que vi era terrible. Una ola de diez metros, grande e inmensa. Por un momento pensé que era un espejismo, por el color. Pero allí estaba: ¡un tsunami! Amenazaba a todo aquel veraneador. Mi hermano, jadeando nos dijo:

—Si corremos hacia adelante nos perseguirá el agua y nos ahogaremos, así que vamos a correr a algún lado y la habremos dejado atrás.

Y empezamos a correr... ¡Nos salvamos! Me di la vuelta para ver el tsunami. ¿Qué? ¿qué? Que no estaba. ¿ En realidad había sido todo un espejismo? No, porque luego me di cuenta. El agua había arrasado media playa. Después de aquello, nos largamos. Entramos en un túnel “herbáceo”, es decir, cubierto por hierba, hiedra y flores. Era muy largo. Yo, no sé por qué, llevaba una carretilla, pero como mi hermano seguía jadeando, le dije que se sentara encima y yo correría con él. Pero me dijo que no.

—Pues tú te lo pierdes.

¿Qué más da? Entorné los ojos y seguimos corriendo hacia la rampa. Llegamos a la salida. Había un desierto en el que la arena eran caramelos y lápices. A mis hermanos pequeños se les hizo la boca agua de la sorpresa y en seguida cogieron suma cantidad. Yo recogí los colores más bonitos que veía, sabed que me encanta dibujar. Echamos todo sobre la carretilla. Nos metimos en el centro de la llanura desértica y proseguimos el camino hasta llegar a una vieja casa. La puerta estaba abierta, así que entramos. El interior estaba lleno de telarañas y las ventanas estaban hechas de ámbar o plásticos amarillos y duros. Yo dije que podíamos quedarnos hasta que se arreglase la catástrofe del tsunami y pasando varias semanas lo reformaríamos. Y así quedó:


De todas formas, seguimos viviendo en ella porque nos gusta. Comparada con aquella de antes... todo ha cambiado, ¿no creéis, chicos?

3 comentarios:

  1. Un famoso escritor soñó también con esa ola que arrastra con todo, presagiando un cambio global: fue J. R. R. Tolkien, el autor de El Hobbit y El Señor de los Anillos, que se obsesionó por ello con la historia de la Atlántida y la integró en su ciclo de la Tierra Media (dándole un nuevo nombre: Númenor). Aquí se cuenta y analiza muy bien el sueño y sus correlatos míticos y reales.

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  2. Sin que eso signifique necesariamente desentrañar su significado último (si es que hay tal cosa), es casi imposible no relacionar los sueños sobre 'obras' con procesos análogos que se dan dentro de la mente de cada uno (la consolidación y criba de los recuerdos, descartando lo que ya no tiene enlaces válidos y disponiendo de forma significativa lo vigente: para muchos, esa es precisamente la función esencial de los sueños) y en el imaginario colectivo (todos vivimos en una 'casa heredada pero ruinosa', o al menos frágil, que es nuestra tradición cultural: es labor colectiva, y nada sencilla, mantenerla bien aireada, habitable y acogedora).

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  3. El desierto de 'caramelos y lápices' tiene también armónicos muy interesantes: recordemos que es en el desierto del Sinai donde Moisés y los suyos reciben del cielo tanto el alimento mágico (el maná: los caramelos) como las Tablas de la Ley (matriz de toda Santa Escrituras: los lápices). Tras la travesía de la playa al desierto ('los desiertos son las playas del futuro', nos decía Santiago Auserón en un viejo disco de Radio Futura), se llega a la Casa (la Tierra Prometida): pero esta precisa, como hemos comentado hace un momento, obras. (El conflicto entre israelíes y palestinos da fe de hasta qué punto esas 'obras' siguen dando calda.)

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