La casa de los espejos era un lugar
legendario en la ciudad, un sitio que todos evitaban. Se decía que estaba
maldita, que los espejos que colgaban de sus paredes tenían vida propia y que
los fantasmas de los antiguos dueños todavía habitaban en su interior.
Una noche, Sofía decidió investigar la
casa. Al entrar, se encontró con un vestíbulo oscuro y silencioso, con espejos
que parecían mirarla con ojos vacíos. De repente, escuchó un ruido detrás de
ella y se dio la vuelta. Una muñeca yacía en el suelo, con ojos de vidrio que
parecían seguirla. Al entrar en la sala principal, se encontró con un espejo
grande que parecía llamarla. Se acercó al espejo y vio su reflejo, pero no
estaba sola. Una figura pálida se encontraba detrás de ella, con ojos negros.
Bienvenida a casa, le dijo la figura, con una voz que parecía venir de todos lados.
Sofía intentó huir, pero se dio cuenta de que estaba atrapada en el espejo. La
figura la llevó a un mundo de oscuridad, donde las muñecas se movían y los
fantasmas de los antiguos dueños de la casa la miraban con ojos vacíos.
Nunca se volvió a saber de Sofía. La casa
de los espejos se quedó abandonada, pero se decía que en noches de luna llena,
se podía escuchar su grito de terror en el viento.
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