viernes, 21 de noviembre de 2025

Concurso gótico. Relato 27. Pánico

Flowers on Mothers Grave Marker 

Hoy te voy a contar mi historia: cuando yo, Alejandro Miguel Fernández, era pequeño, a mi familia y a mí nos encantaba ir de viaje y un día mi madre cogió el coche para ir a comprar utensilios para la próxima aventura. 

Pasó una hora desde que se fue, pero pensamos que se había entretenido. Sin embargo, un rato después recibimos una llamada (la llamada). Supimos que no era nada bueno. Mi madre había sufrido un accidente con el coche (había fallecido). 

Yo tenía seis años cuando eso pasó... Desde ese día siempre visito la tumba de mi madre (diariamente) a la misma hora. Todos los días son iguales. Pero... ese 12 de marzo de 2015 todo cambió. Fui al cementerio como un día normal, me senté frente a la tumba de mi madre a contarle qué tal el instituto y si había comido bien. Empecé a ver borroso y me asusté. Empecé a sentir mi cuerpo raro. ¡Y la tumba me tragó! 

Estuve un rato inconsciente hasta que me desperté. Era un mundo raro (más oscuro y apagado). Era de noche y había una luna enorme y preciosa. Yo siempre he sido una persona valiente, pero esto era distinto, era paranormal. El raro aspecto de un bosque me provocó pánico, pero no podía hacer nada. Tampoco había nadie (de momento). Oí una voz que provenía de atrás. Había un chico alto con pelo negro y largo. No sabía si era bueno o malo encontrar a alguien allí. No voy a negar que casi me meo de miedo. Me miró fijamente y me empujó contra un árbol. 

—Viene alguien —me dijo mientras me hacía daño apretándome el brazo. 

—Me haces daño —le dije, mientras me hacía un gesto de silencio. 

Era callado. Luego me cogió de los hombros y me levantó. Me hizo un gesto para que lo siguiera. Le hice caso (no tenía otra opción). No abrí la boca en todo el camino, pero ya estaba harto y enfadado le dije que a qué venía todo ese drama. Dio un paso rápido hacia mí, me agarró del cuello. 

—¿Quieres saber lo que pasa? —me dijo muy gravemente—. Te lo diré. Hace unos años morí, ¿sabes?, y ahora estoy aquí. Pero los demás muertos no tienen memoria. Mi padre era un demonio, era el demonio importante que había y puedo salir a la vida cuando quiera. Por eso no soy un muerto total y no tengo tal aspecto. 

Le pregunté: 

—Si eres el hijo de un demonio, ¿por qué eres bueno o por lo menos lo pareces? 

—A mí nunca me ha gustado el mal, ¿sabes? Mi padre me quería obligar a matar a gente inocente. Pero yo me negué. Sin embargo, no convencí a mi padre y dijo que yo no era suficiente para él. Decidió matarme cruelmente. Por eso estoy aquí —me explicó—, intentando ayudar a los demás. 

Me dijo que los demonios nunca pierden la memoria. 

—Tuve que acostumbrarme a este mundo —me dijo, y me explicó que cuando cumplen 50 los demonios se vuelven asesinos mortales, casi imposibles de matar. 

—Así que mi padre me estuvo envenenando hasta dicho día (día y noche), me entregó una espada suya, que según me dijo era la más poderosa, solo obtenida por los demonios. Llegó ese día y me tocó matarle luchando contra él. Era casi invencible, pero gracias a su enseñanza pude vencerle. Me costó matarle, ya que en su día me salvó la vida de los muertos y me enseñó a vencer a los demonios. 

Tras vivir más de 30 años juntos, le conté lo de mi madre y le dije que ella estaba en ese mundo y pensaba ir a verla. Me gritó que ni se me ocurriera hacerlo, ya que no tenía memoria y me mataría. 

Después de que él se fuera de mi vida, me quedé solo y decidí ir a ver a mi madre sin que ella me viera. La vi con un nudo en la garganta (estaba viendo a mi madre, la que murió cuando era un niño) y no podía ir corriendo a abrazarla. Me apoyé en un árbol para llorar, pensando en qué había sido de mi padre y mi hermana pequeña. Mi madre se giró y me miró. Me escondí o eso intenté. Me quedé inmovilizado al poderla mirar a los ojos. Por fin, se acercó a mí con cara de asombro y me dio un abrazo. Me había reconocido. Me di cuenta de que si amas a alguien de verdad da igual la memoria, porque esas personas especiales no se quedan en el cerebro sino en el corazón.

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