Hola a
todos, mi nombre es Marcos y tengo 16 años y hoy os voy a contar cómo invoqué a espíritus en mi casa. Nos remontamos a dos años atrás, cuando vivía en Trujillo
(ahora vivo en Plasencia, pero bueno, a lo que íbamos).
Yo vivía en Trujillo con mis padres, en casa de dos pisos, mis padres se la pasaban todo el día trabajando, por lo cual me quedaba casi siempre solo en casa. Afortunadamente tenía una mejor amiga que se llamaba Carolina, ella y yo nos llevábamos muy bien (digo llevábamos porque ahora no tenemos mucha conexión). En fin, como no tenía hermanos y me aburría mucho, muchas veces llamaba a Carolina para que se viniera a mi casa. Estudiábamos o jugábamos a juegos de mesa, me lo pasaba muy bien con ella, así que las tardes se me hacían menos aburridas.
Un día Carolina me enseño un video que había visto en Internet, el video trataba de hablar con espíritus y si no recuerdo mal creo que el juego se llama la ouija; básicamente se trataba de poner tus dedos en una cosa de madera y abajo de la cosa de madera había un abecedario en el que cuando nosotros le preguntábamos algo el espíritu nos "escribía" ahí la respuesta. La primera pregunta tenía que ser: ¿estás ahí? Si se movía la cosa de madera es que si y si no, no y por nada del mundo debes de quitar los dedos bajo ningún concepto. Yo acepté sin saber las consecuencias.....
Un día
que era de noche y estaba lloviendo llamé a Carolina para jugar, me dijo que en
5 minutos estaba allí. Cuando llegó, subimos al desván, preparamos todo y
apagamos las luces. Solo nos alumbraba la luz de la vela, pusimos los dedos y el
juego comenzó...
Al
principio le preguntamos varias veces si estaba ahí, pero no hubo respuesta. Yo ya
había perdido un poquito la fe, hasta que le volvimos a preguntar por última
vez y la cosa de madera se movió sola, le pregunté a Carolina si había sido ella
para gastarme una broma, pero me dijo que no, me quedé quieto e inmóvil. Le
hicimos varias preguntas, y en una de ellas le preguntamos:
–¿Dónde
estás? –le preguntamos los dos a la vez, y nos dijo:
–Detrás de vosotros –susurrando.
En ese
momento hice lo que no debía de hacer, quitar el dedo. Cuando lo quité, la vela se
apagó sola y las luces empezaron a parpadear. En uno de los parpadeos
miramos los dos hacia arriba y vimos a una sombra negra con ojos blancos
mirándonos fijamente. De repente se apagó la luz y cuando se volvió a encender, la sombra no estaba. De repente la casa empezó a temblar, Carolina y yo salimos
corriendo, corrimos y corrimos hasta que llegamos a casa de la madre de
Carolina. Cuando llegamos, le explicamos lo sucedido a la madre de Carolina, pero
no nos creyó, dijo que los espíritus no existían.
A mis
padres también se lo conté, pero tampoco me creyeron. Eso sí, las cosas que se
habían caído estaban en su sitio y cuando volví al desván, el tablero no
estaba. Cuando pasaron los días, la energía de mi casa era muy pesada y tenía
muchos dolores de cabeza. Ese mismo año me fui con mi mejor amiga de vacaciones
a Italia. El primer día no pasó nada, pero al segundo empecé a ver la misma
sombra que vimos Carolina y yo aquel día en todas partes. Le pregunté a Carolina
si veía lo mismo que yo y me dijo que sí. Nos pasamos todas las vacaciones
viendo a la sombra y escuchando susurros. Cuando llegamos a casa, en la puerta
antes de entrar había un letrero con sangre que ponía: Siempre
estaré contigo. Mis padres se quedaron en shock igual que yo, cuando abrimos
la puerta estaba la sombra sujetando una cabeza de una persona llena de sangre y
el suelo, las paredes y el techo llenos de sangre. En la mesa del comedor estaban
los platos puestos, pero en cada plato había un trozo de una persona cortado y
había un letrero que ponía: La comida está lista.
Mis padres no lo pensaron dos veces, cogimos el coche y nos mudamos a Plasencia.
Nunca cerramos el juego, por lo cual todo me salía mal. No supe más de Carolina, pero la verdadera pregunta es
¿QUÉ SERA AHORA DE ESA CASA?
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